Por Editorial Sudestada
A 51 años del golpe sangriento de Pinochet y el inicio del “Plan Cóndor”
Aquel 11 de septiembre la oscuridad se llevó puesto a un país para luego expandirse por una Latinoamérica de sueños, ideales y conquistas. La sangre corrió por las calles, y la miseria levantó la mano para que los genocidas sigan el mandato del terrorismo del norte.
Porque en Chile a la esperanza había que taparla, a la dignidad la tenían que aniquilar, y todo aquel que soñara era una amenaza. Porque 3 años atrás Allende comenzó a hacer historia desde el momento en que ganaba las elecciones la Unidad Popular.
El pueblo, dividido en dos brechas enormes de desigualdad, entre la comodidad y la explotación, la riqueza y la miseria, y los que no eran ni chicha ni limonada, como decía un sonriente de guitarra, se encontraba con la oportunidad que de una vez por todas, en voz y acción de un gobierno de trabajadores, estudiantes, indígenas, artistas, campesinos, y políticos utópicos, los ciudadanos podían sentir el aroma de la dignidad.
Y fue en la Moneda, donde aquel gran presidente se nos fue y lo fueron para que allí culminara toda libertad de Chile, para que las calles se llenaran de camiones verdes, patrullas y terror. Y fue en la Moneda donde el bombardeo anticipó lo que vendría, y un tal Pinochet se sentó en un sillón para aniquilar a dedo, para romper universidades, para perseguir a todo aquel que pensara, para perpetuarse por casi dos décadas.
Nos robaron miles y miles de vidas, torturaron a miles y miles de compañerxs, y la sonrisa de Jara quedó estampada en un Estadio que todavía llora con los ojos bien abiertos. Y fue en la Moneda que comenzó el genocidio que luego seguiría con el plan sistemático de aniquilamiento a lo que estos cobardes llamaban subversión, y Latinoamérica ya no fue la misma, el pueblo tampoco, y la historia se escribió con Memoria y con el futuro que no nos pudieron robar. Y ya nada fue igual, como tampoco lo fue cuando en 1970, el médico socialista, levantaba el puño para demostrar que el sueño podía ser posible y que “más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre”.