Imagen: fotograma de Inconcebible
Cuando nos referimos a personas que sufrieron algún tipo de violencia sexual solemos pensar en un binarismo: mujer víctima vs varón victimario. Sin embargo, hace algunos años apareció la acepción de “sobrevivientes”, propuesta por discursos feministas que entienden que el término víctima deja a la persona en un lugar pasivo y pone el foco en un “daño irreparable”. Entonces ¿qué implica dejar de pensarnos como víctimas para asumirnos sobrevivientes?, ¿cómo juegan ambas representaciones en la subjetividad de cada une?, ¿qué hay en medio de éstas dos acepciones?, ¿pueden convivir?, ¿se puede ser víctima y también sobreviviente?, ¿qué efectos tiene este nuevo binarismo: víctima o sobreviviente?
Por Belén Villalba*
Si le preguntamos a diferentes personas qué palabras asocian a alguien que sufrió violencia sexual, seguramente aparezcan algunas como daño, silencio, vergüenza, indefensa, vulnerabilidad, o frases como “te cagaron la vida”, “pobre”. Estos imaginarios sociales refuerzan el estereotipo de la llamada “buena víctima”, es decir, personas que son pasibles de ser atacadas desde una mirada patriarcal. Vemos como se pone el foco en un daño, uno que se asume irreparable, una marca que se llevará para siempre. En este sentido, la persona violentada queda determinada a un destino poco vital, en cuanto a la relación con su cuerpo y con el de les otres, el perfil de personas con las que mantendrá vínculos, desde qué posición subjetiva se relacionará, y tantas otras situaciones que serían parte de la fórmula lineal causas-efectos. Sin embargo, éstos más bien son posibles efectos, no hay un determinismo, ni todos éstos se dan a la vez.
Ahora bien, resulta que las personas que hemos sufrido algún tipo de violencia sexual estamos vivas, y no sólo por el hecho de respirar: disfrutamos, estudiamos, trabajamos, cogemos, hacemos cosas, y acá es donde entra en juego el término que nombramos antes ,“sobrevivientes”. Desde esta concepción, el énfasis no está puesto en el sufrimiento eterno sino más bien en todas las estrategias y herramientas que hemos desplegado para poder seguir con nuestras vidas, desde otra posición, mucho más interesante.
Si el trauma no es el único efecto posible, es porque los desenlaces de una situación de violencia sexual dependen de múltiples factores y no sólo de la violación o abuso en sí mismos. Hablamos de factores como la edad, las experiencias previas, estrategias de resistencia y de afrontación, la contención del entorno y uno de los factores más importantes: la respuesta de la sociedad, que incluye el ámbito judicial, educativo, social, medios, redes, y lamentablemente suele ser indiferencia, culpabilización, o silenciamiento. Por lo tanto, las consecuencias de estas vivencias dependen de cómo se subjetivó el hecho, y no sólo del hecho en sí mismo. Esto no implica negar que una situación de violencia sexual tiene efectos muy importantes y fuertes en las personas, sino más bien tener una mirada menos simplista. Hay un cuerpo que sufrió, que puede seguir sufriendo pero que también puede ser habitado desde el disfrute, el deseo, el placer, incluso más allá del aspecto sexual. Lo sustancial es identificar nuestros recursos y estrategias de autocuidado para construir una valoración de nosotres mismes distinta, desde una lucha activa.
Virginie Despentes en Teoría King Kong resume esto que estamos planteando. Ella expresa que para la sociedad en una violación hay un “doble apremio: hacernos saber que no hay nada más grave, y al mismo tiempo, que no debemos ni defendernos, ni vengarnos. Sufrir, y no poder hacer otra cosa”.
Entonces, tenemos estas dos formas de posicionarnos luego de sufrir algún hecho de violencia sexual. Por un lado, es muy importante percibirnos como víctimas, habitar ese lugar como parte del proceso para después abandonarlo. Pero este abandono no es definitivo, ya que no es un proceso lineal, no se pasa de ser víctimas a sobrevivientes transitando un camino recto, que tiene un punto de partida y uno de llegada, más bien es un vaivén constante. Cuando al principio de este escrito nos preguntábamos si no estaremos cayendo en una especie de revictimización, lo que queremos decir es que al leernos sólo como sobrevivientes, en contra posición a víctimas, desde un supuesto empoderamiento, podemos estar generando que circulen atisbos de presión, idealización o culpabilización hacia las personas que sufrimos violencia sexual, y esto circula más de forma interna que externa, es decir, a veces ocurre que las mismas personas que vivenciaron estos hechos no quieren ni escuchar la palabra víctima, por tener la convicción de que es mejor olvidar y tomar distancia del hecho. Rechazan en absoluto esa acepción, lo que puede tener efectos muy complejos, como por ejemplo cerrarse a habitar el dolor, la angustia que pueden generar algunos recuerdos o situaciones que hacen que se reedite lo vivido, o sentirnos culpables por creer que aún no llegamos a cumplir con los requisitos de pensarnos o mostrarnos como sobrevivientes.
¿Es posible que circule una nueva dicotomía? Víctimas o sobrevivientes, pareciera que si sos víctima no podés ser sobreviviente y al revés. Es acá donde empiezan a aparecer nuevas figuras, así como hay buenas víctimas, también hay malas víctimas, ahora podemos pensar que hay buenas y malas sobrevivientes. Y si todavía no puedo llegar a ser sobreviviente, ¿cómo me leen les demás? ¿Se puede ser sobreviviente sin haber denunciado judicialmente o escrachado al victimario?. Surgen varias preguntas, creemos que hay que estar atentes a no convertirnos en un nuevo aparato de vigilancia de nuestros cuerpos y vivencias.
Puede que una persona necesite reivindicarse como víctima o como sobreviviente, y eso no está bien ni mal, simplemente es, pero también es necesario repensar qué hay detrás de cada una de estas posiciones, y cómo ambas a veces pueden convivir, mezclarse, superponerse o mutar al punto de que aparezcan otras narrativas que lejos están de ser rótulos fijos. Los caminos de reparación ante experiencias de violencia sexual son variados y singulares, cada vivencia es única y subjetiva, lo importante es esto que venimos haciendo hace tiempo: vivir con y más allá de.
*Texto en Colaboración con Agenda Feminista, revista cultural con perspectiva de género.