Aproximadamente en año 2014, comencé a trabajar la problemática de los feminicidios. Desde entonces he investigado y teorizado sobre este fenómeno, y también he conocido e intercambiado con las familias de algunas víctimas; sin embargo, para quienes trabajamos problemáticas sociales, siempre hay uno o algunos casos que se destacan, que nos impactan más que otros, que nos movilizan, que trascienden la estadística y la reseña noticiosa, que se nos quedan sus nombres grabados con fuego en la memoria, que marcan un antes y un después, en definitiva, que no podemos olvidar.
Por Esther Pineda G
Son varias las victimas de feminicidio que siempre tengo presente, y entre estas puedo mencionar a la niña mexicana Fátima Varinia Quintana Gutiérrez. Su atroz feminicidio me impresionó hasta ahora como ningún otro, me rompió el corazón; sentí impotencia por la vulnerabilidad a la que nos enfrentamos las niñas y las mujeres en estas sociedades patriarcales que habitamos, me horroricé ante la extrema crueldad, el sadismo y ensañamiento de los femicidas, pero sobre todo, me conmoví ante el más profundo dolor de una madre y su desesperada e incansable búsqueda de justicia que continúa hasta el día de hoy.
El cruel feminicidio de Fátima
El feminicidio de Fátima lo conocí por su mamá la señora Lorena Gutiérrez, quien en una oportunidad hace aproximadamente unos 3 años me escribió a través de la red social Facebook buscando visibilizar el caso y su pedido de justicia entre las feministas. Recuerdo que me envió una entrevista que le habían hecho hacía poco en el lugar del crimen, la señora Lorena con la dignidad y la fortaleza que la caracteriza, pese a todo lo que ha tenido que vivir, con un profundo dolor que le vibraba en la voz y que lograba traspasar la pantalla para instalársele en la piel a quien le escuchaba, narraba el terrible feminicidio de su hija Fátima de apenas 12 años, del cual fue víctima el 05 de febrero del año 2015 cuando regresaba del colegio a su casa en la comunidad Lupita Casas Viejas en el Estado de México.
Fátima en el corto trayecto fue interceptada por tres sujetos y tras dos horas sin que apareciera, la familia se alertó y junto a los vecinos de la zona iniciaron la búsqueda. El cuerpo fue hallado por su madre semienterrado bajo una llanta en una zona boscosa, víctima de múltiples agresiones que aún me cuestan mencionar y a muchos de ustedes les cuesta leer, pero que es necesario recordar para exigir justicia por su feminicidio. Fátima fue violada por los tres hombres, torturada y brutalmente asesinada, le cortaron la cara, le sacaron un ojo, le partieron todos sus dientes, presentaba lesiones en las muñecas y los tobillos, tenía cortaduras en las entrepiernas, le dislocaron un hombro, le abrieron el pecho aproximadamente 30 centímetros, la apuñalaron más de 90 veces, la degollaron, y finalmente le arrojaron sobre su cabeza tres piedras, una de 35 kilos y dos de 32 kilos para rematarla.
Impunidad, revictimización y búsqueda de justicia
México es uno de los países latinoamericanos con mayor índice de feminicidio, sin embargo, la gravedad de esta problemática sigue sin ser reconocida por el Estado, desde el cual ante los numerosos y cada vez más recurrentes feminicidios la reacción es la indiferencia, el silencio, la inacción, la negligencia y la impunidad, la cual sin lugar a dudas envía un mensaje de permisividad y aceptación social e institucional a los crímenes cometidos contra las niñas y las mujeres; hecho que favorece su incremento en términos cualitativos pero también la profundización de la violencia y la crueldad contra las víctimas.
Pese a que el feminicidio de Fátima Varinia Quintana Gutiérrez ha sido uno de los más atroces que ha tenido lugar en la sociedad mexicana, es también uno de los casos en los que ha sido más explícito el carácter patriarcal de las instituciones judiciales. Se ha evidenciado a través de un proceso viciado y lleno de irregularidades, la ausencia de perspectiva de género durante la investigación y juzgamiento, la sistemática revictimización de la familia y la ausencia de justicia.
Por el feminicidio solo uno de sus agresores, Luis Ángel Atayde Reyes fue sentenciado a 73 años y 8 meses de cárcel, Josué Misael “N” fue sentenciado a 5 años de prisión en el Centro de Internamiento para Adolescentes “Quinta del Bosque” por ser menor de edad cuando ocurrieron los hechos, y José Juan “N” quien inicialmente fue absuelto por las autoridades cuando la defensa presentó unos videos que aparentemente lo mostraban en otro lugar el día y hora del
grotesco crimen. 4 años más tarde (el 7 de junio de 2019) un Juez de Control del Municipio de Lerma decidió excluir los videos y dictó el Auto de Apertura a Juicio para dictar una sentencia por la responsabilidad del sujeto en el feminicidio.
Este proceso se ha prolongado durante los últimos años por diversas razones, un amparo interpuesto por el feminicida José Juan “N” el cual le fue otorgado en el año 2020 por el Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Distrito, los retardos judiciales ocasionados por la pandemia de Covid-19, y el repetido aplazamiento de las audiencias sin razón aparente. No fue sino el pasado 9 de septiembre que finalmente se llevó a cabo la audiencia y el desahogo de pruebas del caso en los Juzgados de Lerma; al respecto los abogados de la familia Quintana Gutiérrez informaron que se analizarán las pruebas de los peritajes presentados por ambas partes y el 23 de septiembre se llevará a cabo otra audiencia, en la que se espera una decisión que le ponga fin a 6 años de revictimización, impunidad e injusticia.
Las otras víctimas del feminicidio: agresiones, desplazamiento y la muerte de Daniel Quintana
Si bien el feminicidio es un crimen sexista y misógino dirigido al aniquilamiento físico de las niñas y las mujeres, la realidad es que este tipo de crímenes no tienen una sola destinataria ni una sola víctima; por el contrario, son crímenes expansivos, es decir, cuyas consecuencias trascienden a la víctima directa y que también alcanzan a las madres, padres, hermanas, hermanos, hijos, hijas, familiares y amistades de la niña o mujer victimada.
En el caso de Fátima, su feminicidio ha lesionado profundamente a su familia a sufrir su pérdida, pero también les ha convertido en objeto de sistemáticas y repetidas agresiones: Han recibido numerosas amenazas de muerte, han sido
agredidos verbalmente durante las audiencias en presencia de las autoridades, han sido obligados a desplazarse de su entorno y vivienda en varias oportunidades en un intento de salvaguardar sus vidas, además de que constantemente reciben agresiones a través de las redes sociales, así como, el bloqueo de sus usuarios en las mencionadas plataformas por difundir información respecto al caso y exigir justicia.
Pero además de ello, el feminicidio de Fátima ha dejado con severas consecuencias psicológicas y físicas al grupo familiar, su madre la señora Lorena ha sufrido desde entonces ansiedad, ataques de pánico y depresión; mientras que
el hermano menor de Fátima, Daniel Emiliano Quintana Gutiérrez de 16 años, murió el 24 de noviembre de 2020 como consecuencia de negligencia médica por parte de varios médicos y centros de salud, entre estos aquellos que se negaron a ingresarlo pese a que presentaba síntomas como dolor abdominal severo, la imposibilidad de ingerir alimentos y vómito; quienes lo diagnosticaron de forma errada argumentando que padecía una crisis de ansiedad, como también quienes sin consultar con sus padres ni notificar las dosis le administraron ansiolíticos y antidepresivos, los cuales de acuerdo a lo que me ha hecho saber la señora Lorena le causaron una sobredosis que le costó la vida a su hijo Daniel.
No obstante, pese a que existe una denuncia y carpeta de investigación, esta familia también se enfrenta ahora a la revictimización, la indiferencia, la impunidad y la búsqueda de justicia ante la muerte del menor de los Quintana Gutiérrez, quien falleció pese a contar con las fallidas medidas de protección del Edomex como víctima colateral de un feminicidio.