Por Editorial Sudestada
Un 21 de agosto como hoy, pero de 1940, un sicario de Stalin impactaba un piolet en la cabeza de Trotsky
Con aquel ataque a traición en Coyoacán, se apagaba el fuego de uno de los grandes protagonistas de la gesta bolchevique. El polemista feroz que supo confrontar con Lenin para después aliarse con el mismo objetivo revolucionario, el jefe del Ejército Rojo que recorría el frente de batalla más extenso de la historia a bordo de su tren blindado, el adversario enconado de Stalin y referente de la Oposición de Izquierda, el profeta desterrado que persistió con su lucha hasta el último día…
“Si nuestra generación se ha revelado débil para imponer el socialismo en la tierra, dejemos al menos a nuestros hijos una bandera limpia. La lucha que se desarrolla sobrepasa de muy lejos en importancia a las personas, a las fracciones a los partidos. Es una lucha por el porvenir de la raza humana. Será una lucha dura y larga. Los que buscan la tranquilidad y el confort que se aparten de nosotros. En las épocas de reacción, ciertamente, es más cómodo vivir con la burocracia que investigar la verdad. Pero aquellos a los que el socialismo no les resulta una palabra vana sino el objetivo de su vida moral: ¡adelante! Ni las amenazas, ni las persecuciones, ni la violencia nos detendrán. Será tal vez sobre nuestros huesos, pero, la verdad se impondrá. Le abriremos el camino. La verdad vencerá. Bajo los golpes implacables del destino, me sentiré dichoso, como en los grandes días de mi juventud, si he logrado contribuir al triunfo de la verdad. Pues la más grande felicidad del hombre no está en la usufructo del presente, sino en la preparación del porvenir.”
León Trotsky (febrero 1937)