La guerra contra Artsaj en primera persona

Por Leandro Albani
Fotos Adrien Vautier – Vice News

Los hombres defendiendo sus hogares. Con lo que tienen a mano, con tozudez, negándose a irse. Esta es, tal vez, la imagen que más le impactó a Leonardo Moumdjian, el periodista argentino de origen armenio que se encuentra cubriendo la guerra desatada hace más de un mes por Azerbaiyán y Turquía contra Artsaj (Nagorno Karabaj) y Armenia.

Moumdjian llegó al territorio caliente del Cáucaso Sur el pasado 11 de octubre para realizar la cobertura para el Diario Armenia. En ese medio se pueden ver sus informes, entrevistas y reportes de una guerra casi silenciada en América Latina, y en especial en Argentina. Desde que comenzaron los ataques azeríes, respaldados por las fuerzas militares y paramilitares turcas, la comunidad armenia del país encabeza, de forma permanente, masivas movilizaciones por la paz y para denunciar la invasión. En esas movilizaciones, que tienen epicentro en Buenos Aires, también se alerta sobre la posibilidad real de que se cometa un nuevo genocidio armenio, como el ocurrido a principios del siglo XX, y que le costó la vida a más de un millón y medio de hombres y mujeres.

Desde que se encuentra en medio de la guerra, Moumdjian estuvo dos veces en Artsaj, la pequeña república de apenas 150 mil habitantes que desde hace más de un mes es blanco de los bombardeos sistemáticos azeríes, principalmente con drones turcos e israelíes. “Me sorprende mucho la templanza que tienen los armenios”, cuenta el periodista a Sudestada. “Ver jóvenes en las trincheras, pibes que están haciendo la conscripción, de 18 o 19 años. Entrevisté a un hombre que estuvo en la guerra de 1991 a 1994, y todos sostienen que están defendiendo sus hogares. Saben que si los turcos y azeríes pasan, van a arrasar con todo: con la familia, con la religión, con la cultura”.

Soportar la guerra

Las imágenes que llegan desde Artsaj son inquietantes: casas, iglesias, hospitales y escuelas destruidos por los ataques; hombres y mujeres que pasan largas horas refugiados en bunkers; y los soldados que se despliegan en las llanuras y las montañas, casi sin enfrentar a enemigos reales, porque el gran negocio de esta guerra son los flamantes “enjambres de drones”, una industria en la que Turquía apuesta para expandir sus dominios.

“Los armenios no están invadiendo, no tienen capacidad bélica para invadir, sino que tienen un ejército defensivo —relata Moumdjian—. Hasta en agencias de noticias internacionales a veces se dice que Armenia es la agresora, ¿pero cómo va a atacar a Azerbaiyán y a Turquía, que entre los dos tienen 90 millones de personas? El PBI de Azerbiyán triplica al de Armenia”.

En sus recorridas por Artsaj, al corresponsal argentino —que en otras siete ocasiones estuvo en Armenia— se le grabaron sensaciones que ahora trasmite: “La gente tiene ese compromiso con sus familias y sus hogares. No se rinden, saben que tienen que defenderse. Tiene la moral alta, aunque saben que están muriendo miles de jóvenes. Pero entienden que a la guerra la tienen que soportar, es como una prueba más de esta Armenia que está entre Oriente y Occidente, que ha sido dominada por los persas, por los rusos, por los turcos, más atrás en el tiempo por los griegos y por los romanos. Están casi acostumbrados a tener que defenderse constantemente. El único lapso, de 70 años, en que hubo paz fue durante la Unión Soviética, pero cuando cayó empezaron a explotar la armenofobia”.

A estas descripciones, el periodista agrega: “Es raro entender esto, pero están enteros. No sé si lo entienden como parte de su supervivencia, que cada tanto tienen que demostrar que esa tierra es suya contra este enemigo que los quiere eliminar. Para nosotros es raro esto de tratar de eliminar a alguien por su religión, por ser de otra nación, o por tener otra cultura. Esto está pasando hoy, en el año 2020. Y vemos que la ONU, la OTAN y otros organismos internacionales tardan y tardan, jugando el juego de Turquía. Esto creo que es lo peligroso”. Y advierte: “El genocidio es una herramienta política, más allá de que suene trágico; lo hemos sufrido en Argentina. Si a alguien se le ocurre que eliminar a una minoría, ya sea política, cultural o religiosa, es una herramienta para ejercer poder, ¿qué ejemplo estamos dando? Si esto no se castiga a nivel internacional, va a seguir pasando”.

A las armas

El 27 de septiembre pasado, Azerbaiyán anunció el lanzamiento de una operación militar a gran escala contra Artsaj. Unas semanas antes, ya se habían producido algunas escaramuzas en la frontera compartida. De forma inmediata, los gobiernos de Armenia y Artsaj alertaron que esas incursiones podían desembocar en una guerra abierta. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, no dejó pasar ni un minuto y lanzó más leña al fuego: anunció su apoyo total a la administración azerí en esta guerra impuesta. Además del armamento y de los militares que puso a disposición del gobierno del presidente Ilham Aliyev, el Estado turco comenzó a trasladar mercenarios desde el norte de Siria hacia el Cáucaso, que se sumaron a los combates junto a las tropas turcas.

El conflicto por Artsaj comenzó a principios del siglo XX, cuando la región quedó bajo control de la Unión Soviética, que entregó su administración a la República Socialista Soviética de Azerbaiyán en calidad de región autónoma en 1923. En 1988 surgió un movimiento independentista en Armenia y en Karabaj que comenzó a manifestarse a favor de la reunificación de ambas, pedido que fue rechazado por el gobierno soviético.

Tanto Armenia como Azerbaiyán y Artsaj declararon su independencia antes de la desintegración de la URSS, lo que desembocó en una guerra entre Artsaj, apoyada por Armenia, y Azerbaiyán, apoyada por Turquía. Durante esta conflagración, se produjeron los pogromos de Sumgait, Bakú y Kirovabad, una serie de matanzas y ataques contra la población armenia que vivía en Azerbaiyán, promovidos por las autoridades azeríes y ejecutado por civiles. En esa guerra, el actual gobierno de Azerbaiyán denunció que el ejército armenio produjo una masacre en el poblado de Khojaly, hecho por el que el gobierno de Ereván culpa al propio ejército de Azerbaiyán.

La guerra a gran escala duró hasta 1994, cuando Azerbaiyán se vio obligada a firmar un cese del fuego con Artsaj y Armenia. En ese momento, se acordó que el organismo encargado de mediar en el conflicto sería el Grupo de Minsk de la OSCE, copresidido por Estados Unidos, Rusia y Francia.

Desde la firma del cese del fuego, hubo violaciones a la tregua en la línea de contacto, con situaciones que llegaron a escalar en la Guerra de los Cuatro Días, de abril de 2016 o en el actual ataque de septiembre de 2020.

Ocupar y conquistar

Uno de los objetivos de la actual guerra es la ocupación de territorio en Artsaj y Armenia. Azerbaiyán, impulsado por Turquía, busca controlar la parte sur y, de esa manera, unir a través de Najicheván (territorio azerí fronterizo con Irán) ambos países. Sobre este punto, Moumdjian explica a Sudestada que las tropas de Azerbaiyán ya ocuparon “un 20 por ciento” de ese territorio en disputa, que es llano, a diferencia del norte montañoso. “Es una cuestión estratégica de guerra. Entiendo que ganaron el sur, pero los armenios se retiraron a las montañas, donde son más fuertes, porque históricamente saben cómo defenderse —detalla—. Los armenios están defendiendo su hogar, así que conocen todos los recovecos”.

Con respecto a las bajas, el corresponsal señala que dentro de Stepanakert, capital de Artsaj, no sabe si llegan a 100 los civiles armenios muertos: “Eso me da a entender que conocen su tierra, que saben cómo protegerse. En Artsaj, en cuanto entra un dron empiezan a sonar las alarmas y la gente sabe que se tiene que esconder. Tenés un protocolo, si estás en la calle tenés que fijarte dónde tirarte. Las puertas de las casas estén abiertas por si hay gente afuera y necesita esconderse en los propios bunkers de las personas”.

“El plan es unir Azerbaiyán y Turquía, en el marco de este plan neo-otomano —puntualiza Moumdjian—. Pero eso quiere decir que te vas a meter con un país reconocido internacionalmente, como es Armenia, que está en todos los organismos internacionales, que es respetado y que tiene un acuerdo con Rusia. Si esto pasa, Turquía estaría peleando directamente con Rusia y eso puede llevar a una escalada superior. Esto es un juego de ajedrez para ver quién se equivoca primero. Hubo ataques dentro de Armenia por parte de Azerbaiyán, pero Armenia todavía no pidió la ayuda de Rusia”.

Este conflicto bélico que en América Latina parece lejano y confuso, en realidad es una “guerra a gran escala, con cuestiones bélicas que no se habían visto en años en el mundo —asegura el periodista—. Estoy hablando de drones, y remarco que son de origen israelíes. Es increíble como ellos han sufrido una Shoah (Holocausto), y ahora son cómplices de la venta de armas cuando hay una guerra. Podés vender armas antes, porque es un forma de amedrentar, pero si vendes armamento cuando hay una guerra es porque sos parte”.

Moumdajian también se refiere a las nuevas tecnologías puestas a disposición por Israel y Turquía: “El primer día de la batalla, el 27 de septiembre, sobrevolaron mil drones. Hay soldados que en esta guerra no vieron al enemigo”.

El futuro

Desde que comenzó la guerra, Rusia y Estados Unidos gestionaron tres altos el fuego, que fueron violados por Azerbaiyán. Al mismo tiempo, las reuniones diplomáticas en Moscú o Washington se multiplican. Aunque parece que la diplomacia volvió a activarse, los resultados todavía son pobres y preocupantes. Ankara y Bakú están decididos a avanzar, mientras en Armenia y Artsaj su fuerte más preciado parecen ser las montañas y sus fuerzas de defensa.

“Esta guerra puede durar un mes más, hasta que empiece el frío —analiza Moumdajian—. Aunque no lo creas, tiene que ver con el avance de las tropas de Azerbaiyán que, como no conocen el terreno, se van a quedar estancadas. Esta guerra la maneja Turquía, los drones turcos los manejan los turcos, y los drones israelíes los manejan los israelíes. Azerbaiyán les cedió el espacio aéreo. Los altos oficiales del ejército de Azerbiyán son turcos. Los azeríes no están convencidos de esto, entonces es una guerra de Turquía contra Armenia. Los turcos mandos 1.200 especialistas en alturas, de los cuales ya perdieron la mitad”.

“Esto puede llegar a durar, con escaramuzas, un mes o un mes y medio. Pero lastimosamente hay que decir que si Erdogan está con ambición y con ganas de sangre, cuando empiece la primavera en esta región se volverá a reactivar. Erdogan quiere el neo-otomanismo, pero ¿quién lo va a frenar?”, reflexiona el periodista. Como última reflexión, Moumdajian cuenta que en Artsaj “las bombas te caen a cinco o seis kilómetros, y lo naturalizas, pero no es lógico que caigan misiles, que no duermas dos noches porque están cayendo misiles y tengas que ir a un bunker. Es una locura, entrás en una normalidad que te propone la guerra que me parece trágica”.

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