“La tetera racializada”: una obra sobre historias de amor en el baño y la supremacía blanca

Una crítica sobre la obra de teatro El David Marrón de David Angel Gudiño – ganador del premio Trinidad Guevara categoría Revelación Masculina con dirección de Laura Fernández. No es cosa fácil hablar, siendo mujer cis, de un asunto que es terreno exclusivo del género masculino.

Por Meli Cuitiño

En ese ámbito – del cual no formo parte por no tener pene, pero sí pertenezco al teatro o al menos me dedico a ver y hacer teatro – pasan cosas todo el tiempo, y así – allí nacen las grandes – algunas – historias de amor. Precisamente en el baño público. No es raro, no es cosa de otro mundo: hay códigos, hay miradas, hay estereotipos, hay diálogos que permiten el entendimiento mutuo. Señales y gestos que invitan al paraíso del placer espontáneo, instante buscado para satisfacer fantasías masculinas, varoniles y por supuesto, del universo gay. Pero hay otros modos en que nos comunicamos en la vida diaria y que hacen – alimentan – a la estigmatización de una persona sin poseer información previa sobre su vida y ubicarla en un lugar de inferioridad social, una idea violenta llevada a la acción, que es inventada por el sistema capitalista y sostenida históricamente por los consumidores sociales, es decir, todos nosotros. Tampoco es cosa sencilla hablar de racismo, pero aquí vamos.

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Pareciera ser que no alcanza con tener ciertos rasgos o características para encajar en tal molde, grupo o estructura, o no ser lo suficientemente negro, marrón o blanco, argento, criollo, mestizo, tener el cabello ondulado o de tal manera para pertenecer a cierto entorno o ser parte de determinado movimiento social. Salteño, fueguino, tucumano, cordobés, porteño… No importa de dónde es oriundo, Argentina es variada, enorme – clasista – mestiza y sólo a veces un mundial de fútbol logrará borrar las diferencias? También parece ser muy cierto eso de que en sociedad, en innumerables ocasiones todos somos un poco vigilantes o de que habita un policía – danger – en cada uno de nosotros mediante mecanismos de exclusión, persecución y discriminación que se promueven desde distintos ámbitos de la estructura social, de la política, el poder y sectores que natualizan las condiciones de vida y los discursos de odio para identificar a un otro y sus condiciones de vida social. Que levante la mano quien zafa y arroje la primera piedra, o simplemente se retire de esta lectura si hiere su sensibilidad ¿Por qué el encargado, el ordenanza tiene ropa más oscura y no es casual, su piel también? No hay que dar por sentado nunca nada. Hay una manera en la que el mundo se mueve y rige por esas leyes universales y que están cargadas de racismo. Así David relata cómo conoció a Juan, su novio rubio regordete, de cachetes redondos al que todos, absolutamente todos, le sonríen.

Esta es la historia de David Ángel, al que todos confunden con un otro de otro origen y se dedica a otra cosa, que dicho sea de paso es la de él y la de la famosa escultura realizada por Miguel Ángel, nada es casual. Todo transcurre en ese espacio de exposición artística compuesto de signos, marcas y formas de la historia del arte. El racismo es parte de la idiosincrasia deformada, parece ser, de este nacionalismo trucho que discrimina por el color de piel, una y otra vez, como si la Argentina fuera en su totalidad una población blanca, negando de esta manera sus raíces indígenas y su color de piel marrón. Casi a modo de fetiche cosificado, todo resulta ser diferente para David estar con Juan que es un profesional de las leyes, su historia se relata y podría ser la de muchos que transitan su vida entre obras de arte argentino y mingitorios, besos y caricias. Nos cuenta del pueblo donde nació, a metros de Bolivia que es el lugar de venta de ropa más barata, de ese pocito depresivo vino a camuflarse, y no tanto, en otros ámbitos en donde siempre, pero siempre le preguntarán de qué país vino para contestar y repetir mil veces que es un argentino marrón.

En una sociedad racista no ser racista
no es suficiente. Tenemos que ser antirracistas
Ángela Davis

Porque los insultos, por ejemplo, aún siguen apuntando al color de piel, a la xenofobia, a la clase social y la lista sigue y sigue. En este mundo re podrido y dividido en dos, que nos cantaba en su marcha de la bronca Pedro y Pablo, continúa vigente y alimenta de manera soslayada los prejuicios, el racismo, y la discriminación que toma como base de referencia a la blancura y sus privilegios de clase. ¿De qué vale la pena que hable si no es de mi identidad? se pregunta David en este trabajo de obra que también fue invitada a participar en la Semana del Humor Latinoamericano en Barcelona Casa América Catalunya.
Si el teatro es aquel espacio de reflexión, de esparcimiento, de representación, que funciona a modo de espejo para vernos bien de frente, las artes escénicas siguen cumpliendo su rol
social. Vayan a verla en Dumont 4040, los viernes a las 22 hs.

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