Los lápices siguen escribiendo

Por Editorial Sudestada

El 16 de septiembre del 76, el terrorismo de Estado secuestraba a estudiantes de escuela secundaria

Sucedió en La Plata. Aquella noche grupos de tareas conducidos por el genocida Ramón Camps secuestraron a seis estudiantes: Claudia Falcone y Francisco López Muntaner de 16 años, María Clara Ciocchini, Daniel Racero y Claudio de Acha de 18 años, y Horacio Ungaro de 17 años. El operativo continuó días después con el secuestro de Gustavo Calotti, el 8 de septiembre, y Emilce Moler y Patricia Miranda el 17. Lo mismo le sucedió a Pablo Díaz el 21 del mismo mes. Siete de ellos continúan desaparecidos. Y la lista de pibxs víctimas del terrorismo de Estado fue mucho mayor. Se calcula más de 300 estudiantes desaparecidxs en todo el país. “Los lápices siguen escribiendo”, dicen las paredes y la lucha. La historia puso el foco en el boleto estudiantil, sin embargo la persecución a lxs estudiantes fue también por sus compromisos y militancia política y social, el laburo en los barrios, y la intención de cambiar el mundo. La cacería en La Plata fue brutal, y lo que les hicieron a pibes menores de edad secuestrados clandestinamente, nos atraviesa por completo.

Hoy lxs recordamos como también a los sueños de una generación, al compromiso con la realidad, al genocidio que partió al medio a nuestra historia, pero sobre todo esta fecha, como tantas en el año, nos frena en el trajín para defender y abrazar a la Memoria, para multiplicar la Verdad, y para reclamar una Justicia plena.


Aquellxs pibxs soñaban con un mundo más justo, y con lágrimas, el corazón abierto, el puño en alto, y la Memoria como abrazo, levantamos las banderas, contrarrestando al negacionismo que pretende “avanzar”, y a los sectores que promueven el olvido y el “perdón”.

La noche de los lápices, es otra de las miles y miles de acciones en operativos que el genocidio ejecutó para plantar el terror en las calles.

Acá no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos. A los crímenes de lesa humanidad les gritamos bien fuerte: Nunca Más.

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