Mujer y sindicalista: la lucha de las pibas

Por más que en la actualidad se haya naturalizado el rol de las mujeres como sujetas sociales y políticas, en algunos espacios sigue siendo complejo romper con la hegemonía masculina que no se replantea sus privilegios y aunque se muestran como “aliados” no toleran ninguna modificación en sus arcaicas estructuras. La resistencia que hay en los espacios sindicales es uno de los  ejemplos claros de la opresión que siguen recibiendo las mujeres en el ámbito laboral. 

Por Celeste Almada

Para comenzar a plantear el rol de las mujeres sindicalistas, hay que remontarse al año 2002, cuando se legisla la Ley 25674/2 que  promulga que el 30% de los espacios sindicales tienen que estar ocupados por mujeres. Dicha ley es conocida como el cupo femenino.
Por más que las mujeres argentinas hace años tienen voz y voto, en el movimiento obrero organizado todavía sigue en discurso y acción que el rol de la mujer es la casa, la familia y si decide militar gremialmente es un hermoso objeto de deseo que decora fotos institucionales y que maquilla el machismo rancio con inclusión. 
Mujer que pone en crisis lo establecido, termina siendo encasillada como una histérica, soberbia que no entiende que las cosas no se pueden poner en tensión.  Loca, desubicada, prepotente, es una mujer que no comprende  las normas.  La violencia machista sigue intacta en los hijos sanos del patriarcado.
En este sentido es loable mencionar que  hace algunas semanas, se pudo ver al  ex diputado nacional Facundo Moyano, un personaje relevante del  movimiento obrero. Quién subió en sus redes sociales una foto en donde era acompañado  por un grupo de hombres, los cuales se reunían para hablar de algunos tópicos y entre ellos sobre género dentro del ambiente sindical. Lo único cercano a la perspectiva de género que  se podía observar en esa imagen era el color violeta de los manteles, porque una mujer como parte de la reunión ni por casualidad.
Como una solución, se militó el cupo laboral que de alguna manera busca visibilizar una problemática histórica, pero algo que se propone como un piso con el paso de los años termina convirtiéndose en un techo del cual se tiene que volver a poner en tensión ya que termina siendo una herramienta estigmatizarte.
Esta legislación abre la puerta a que haya más delegadas y que sobre todo algunas mujeres puedan pertenecer activamente a las comisiones directivas.  En este camino por la equidad sindical, hay mujeres que les fue muy complejo pero que a pesar de la adversidad en estos espacios totalmente masculinizados, pudieron conquistar lugares de relevancia en el ámbito gremial. Por nombrar algunos ejemplos: Estela Diaz, Vanesa Silley, Susana Ruedas entre otras, referentas que hicieron historia en la lucha del feminismo sindical.
Ellas lograron  allanar un camino hacia el futuro que es imposible de borrar. Son ejemplos de que las mujeres tienen la tenacidad necesaria para ser parte del sindicalismo.
Estela Diaz, fue Secretaria de Igualdad de Género y Oportunidades de la Central de Trabajadores de la Argentina(CTA), encabezó el la Intersindical de Mujeres Trabajadores Regional La Plata, Berisso y Ensenada, poniendo en crisis la hegemonía  sindical desde el riñón del movimiento obrero es la actual Ministra de las Mujeres y Diversidades de la provincia de Buenos Aires, generando una discusión fuerte sobre los roles que ocupan las mujeres y teniendo puentes a las problemáticas actuales en cuestión de género.
Susana Ruedas es un ícono que presiona a que eso vuelva a repetirse en la Confederación Nacional del Trabajo (CGT). Entre el 2004 y 2005 fue la primera mujer que llegó a ser parte del triunvirato de la CGT. Aunque la violencia simbólica ejercida hacia su persona era entre los propios y los ajenos. Los medios nacionales de la época la habían bautizado como la primera dama de la CGT. Susana que ocupó ese puesto, con trabajo y sacrificio mediáticamente la encasillaron como un objeto que queda lindo para la foto. 
La historia de las mujeres en los sindicatos es una lucha constante que logró de alguna manera una leve fisura pero que sigue peleando por la equidad en los espacios de decisión que todavía siguen al mando de hombres hetero cis quién son los que ejercen el poder real.
Algunos datos a considerar, en el año 2020 el Ministerio de Trabajo de la Nación en un informe contabilizó que en el país, hay alrededor de 3419 sindicatos defendiendo los derechos de lxs trabajadorxs. 
En ese número la cantidad de hombres ocupando espacios como Secretarios Generales es abrumante. Cómo las épocas han cambiado, pero no tanto, hay ejemplos de mujeres que ocupan el lugar de Secretarias Generales: Unión Personal Auxiliar, Casas Particulares (UPACP) a cargo de Lorenza Benítez de Gómez, Asociación de Modelos Argentinos: Noe Ruiz. 
Una de referentas históricas en este ámbito es el caso  de Vanesa Silley, una mujer del sindicato de judiciales que tuvo el coraje necesario para enfrentar al Secretario General (Julio Piumato), pegar un portazo y armar su propio espacio gremial SITRAJU.  En una entrevista para El Grito del Sur, Silley remarcó : “Para que la CGT vuelva a tener legitimidad debe incluir a las mujeres”. Actualmente, es Secretaria General Adjunta de SITRAJU y diputada nacional, con Estela Diaz armaron la mesa de mujeres sindicalistas que agrupa CGT y CTA algo que ningún hombre pudo hacer antes. 
Alrededor del año 2011 hubo algunas mujeres ocupando lugares de jerarquía, pero en la actualidad están ocupadas nuevamente por hombres como es el caso de la Asociación Argentina de Actores o FENTPEA Federación Nacional de Trabajadores, Peluquería, Estética y Afines.
Aunque muchas experiencias fueron positivas, en la generalidad del movimiento obrero organizado, el rol de la mujer queda relegado a secretarías dentro de las comisiones directivas, como género, familia o servicios sociales. 
Como se ha mencionado anteriormente, la mujer termina siendo un número burocrático que se debe llenar y siendo estigmatizada por su condición de género que la posiciona como un ser vulnerable del cual se puede ocupar de la familia, las infancias entre otras actividades que el patriarcado arbitrariamente decide que debe hacer la mujer.
 El cupo entonces en vez de dar legitimidad construye una nueva herramienta de opresión que cumple el rol de controlar y excluir. Siguiendo privilegiando a este espacio masculinizado que a estas alturas es obsoleto.
En este sentido es loable pensar en la pertenencia sin etiquetas y que la lucha del feminismo sindical no sea una postura contrahegemónica contra el status quo, sino que forme parte de una deconstrucción que hoy exige la sociedad.
Entonces que el desafío no sea sobrevivir sino convivir, porque la ampliación de derechos es un verdadero acto de justicia social.

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