Por Editorial Sudestada
Milei habló reiteradas veces de que va a vetar el aumento a las jubilaciones y a la nueva fórmula de movilidad, y eso produjo un quiebre, por más que intenten demostrar que anular ese aumento es “mejor para el futuro”, o que la excusa falsa a la altura del discurso del presidente sea que comparado con noviembre del año pasado los jubilados tienen un ingreso de un 5% mayor. ¿Hace falta hacer cuentas para comprender lo que esto significa?
Ahora la línea la trazan de otra manera, pero con el mismo desprecio. Apuntan a los jubilados que cobran la mínima, lo que para ellos no son jubilados, porque nunca aportaron. Ignoran -con intención- al laburo informal, volviendo a retomar una acción que a ellos le repugna: Que un laburante o una trabajadora desde la informalidad reciba una jubilación. También dejan al costado lo que significaron estas jubilaciones en millones de casas de familia.
Este es el fundamento para el veto presidencial, o la manera de tantear para que el veto no sea total sino “cuasi-total”, y quitarle el ingreso a los que cobran la mínima. Milei, que sabe de operaciones, como toda la ultraderecha nacional, cipaya y saqueadora, utiliza a sus alfiles mediáticos para plantar el tema en la opinión pública y ver qué pasa.
Ellos no hablan de la realidad de nuestros viejos, porque no les importa. No hablan del hambre y que la mínima es un ingreso miserable, más aún cuando el aumento -que es tan poco que lastima- es vetado por el presidente que pone como escudo una hoja de puño y letra y un fundamento tan vacío como cruel y siniestro. Tampoco del acceso a los medicamentos, de lo que cuesta llenar un plato de comida, de que tanto los salarios como las jubilaciones no alcanzan ni para el 10 del mes, y que incluso mes a mes se devalúan.
De quitarle la guita a los jubilados no se vuelve, como tampoco de “militar” el saqueo, el empobrecimiento masivo, el hambre, la miseria, y poner a nuestros viejos contra el paredón de una realidad que lastima y sangra.