Carta de Leopoldo Brizuela el día de la muerte de Andrés Rivera

El lenguaje tiene el poder para resucitar la memoria, dijo una vez el escritor Leopoldo Brizuela. Y fue con la palabra y el lenguaje que él decidió hacer memoria y homenaje el día que se enteró del fallecimiento de Andrés. Se comunicó con Jorge Ribak ( hijo y custodio de la obra de Rivera) y le envió esta carta que hoy, desde Editorial Sudestada, queremos compartir. El género epistolar una vez más siendo medio para expresar esa intimidad que nos atraviesa, esa primera persona a la que acudimos cuando la palabra necesita salir del cuerpo y hacer eco en el mundo.

Carta para Andrés Rivera:

Hola Jorge, nos conocimos hace muchos años, en un acto de las Madres, con tu papá y Susana Fiorito.
Ayer, estando en el quirófano por un problema menor, me enteré de la muerte de Andrés y escribí algo. Me gustaría compartirlo con vos.
“Fue un tipo excepcional. A quien, en los 90, (recuerde el gremio dormido, avive el seso y despierte recordando ¡aquellos congresos!) era usual menospreciar o hacer objeto de burla porque sostenía desde siempre, y con un énfasis muy poco posmoderno y una coherencia política única, convicciones que se creían perimidas. Ahora se me ocurre que también se miraba de arriba su origen de clase y su autodidactismo, que él no hacía nada por disimular, en épocas que ya empezaban a tallar el academicismo cool y la onda Palermo, y la idea de que hay pasar por un una institución -taller, escuela, carerra de letras y hasta de escritura- para poder escribir, y luego por un corregidor para adecuar lo escrito a las expectativas de la incorrección correcta. Se me ocurre, también, que con su constante cara de culo exponía al resto en su desesperado afán por gustar a los que tienen las llaves de las puertas de “la carrera”. Curiosamente, ni el fervor aun vivo de muchos de sus lectores de esa época, ni el viraje de la veleta política consiguió redimirlo de esa fama de “antigualla”…(¿será que tampoco se recicló como nacional y popular? ) Aunque tiene libros inolvidables y nada convencionales, como “En esta dulce tierra” o “La revolución es un sueño eterno” (del que abominaba en privado por “frondoso”), y “El farmer” que, sobre todo por la composición, tan cercana al poema y tan lejana de la “prosa poética”, me partió la cabeza de novelista en ciernes.
Le debo, en lo personal, mucho, y su generosidad me conmueve hoy más que nunca cuando recuerdo, y él lo supo desde el principio, que no teníamos mucho que decirnos; no sólo porque Andrés era sordo como una tapia y yo un tímido casi hasta la mudez, sino porque éramos de otro palo en casi todo, salvo en lo fundamental, que era el amor por la literatura, y el respeto por todo aquel que hacía bien, verdadera y honestamente su trabajo -algo indisociable de una cierta idea de justicia, pero de eso el pudor impide hablar. (¡Y cómo me defendió en la Fería del Libro en Córdoba del 2000 (a la que había bajado desde la villa donde con su mujer había creado una biblioteca popular) cuando la mitad del público se paró y se reitró ostentosamente al comprender que yo iba a presentar, no mi novela “Inglaterra. Una fábula”, sino una antología de tema homosexual! ¡Como los increpó con ese vozarrón de delegado en asamblea de obreros textiles! Agradeceré toda mi vida, quizá porque lo había necesitado durante toda mi vida, ese gesto de padre con que desbarató públicamente otro intento de humillación pública.) Nos quisimos mucho, yo creo, con un amor que, como dice Mavis Gallant, no era algo personal, sino algo de familia y por lo tanto no se puede expresar individualmente. Algo que sentí tantas veces en torno de una mesa y que siento que nos liga todavía hoy en este este silencio; aunque hoy, para callar, Andrés ya tenga otras razones.”

LEOPOLDO BRIZUELA (1963-2019)
Leopoldo Brizuela fue un escritor argentino de ascendencia española nacido el 8 de junio del año 1963 en la ciudad de La Plata.
Su padre, nacido en La Rioja, trabajó en YPF.
Brizuela ejerció de periodista y debutó como novelista a mediados de los años 80 con “Tejiendo Agua” (1985).
Otras novelas escritas por el platense son “Inglaterra. Una Fábula” (1999), libro que ganó el Premio Clarín, “El Placer De La Cautiva” (2001) o “Lisboa. Un Melodrama” (2010), novela ambientada en la capital portuguesa en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

Podés encontrar material sobre Andrés Rivera en Espacio Andrés Rivera

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