Continuidad de los Porqués / Juan Solá

Querido Sur,

Un súbito verano llenó el fin de semana de atardeceres en los márgenes verdes de la ciudad. Tengo en la lengua los restos de un prólogo, pienso en la poesía como la forma más bella de anticiparse a un dolor que jamás hemos experimentado, repaso mentalmente las casas vacías que he visto por la ciudad. 
El lunes devolvió el invierno, la cúpula gris, la sensación de necesitar ir hacia adentro, las malas noticias. Me entero que la policía le disparó en el abdomen a un pibe que escribió algunas canciones sobre la tristeza de las que creo haber aprendido algo. El atardecer de ayer sigue siendo bello, pero ahora se vuelve un poco menos útil.
Leo algunas personas riéndose y a otras tantas señalando a las drogas y a la locura como el destino inexorable de quienes las usan/usamos. Yo creo que al devastador sentido común que pretende sostenernos hoy le resulta mucho más útil la línea en el plato que la línea de esa canción que escribió el pibe y que dice “Me preguntaste ¿no tomás?, te dije ya no lo hago más, y te aburrió la historia”. ¿Por qué nadie habla, por ejemplo, de los amores narcóticos? ¿Por qué tan poca gente se atreve a una primera cita sino es con un vino, con un porro, con lo que venga? ¿Por qué la distorsión se vuelve a veces tan hospitalaria? ¿Por qué la mañana hace insostenibles las promesas de la sustancia? ¿Por qué nos drogamos para poder amar? ¿o es al revés?
Mariela Peña escribió algunos de los poemas más sinceros que he leído sobre el dolor y hoy te cuento con orgullo, Querido Sur, que su próximo libro estará entre los subversivos. Sobre su trabajo escribí el prólogo que te decía que todavía tengo en la punta de la lengua y que propone a la poesía como una forma bella de anticipación del horror, inclusive a aquel que aún no nos ha alcanzado, la herida inevitable. Creo firmemente en esto y he aquí la prueba, brotando como sangre del estómago de un poeta lleno del mismo plomo del cielo del lunes.  
“¿Qué pasó anoche? No sé. Mi alma hizo las valijas y se fue”. Recuerdo que entendí el significado de esas palabras muchos (muchos) años después de haber escuchado la canción y fue como si hubiese podido anticiparme a mi primer encuentro con la resaca más triste de todas. Son más fáciles de recordar las advertencias escritas en forma de poema, pienso.
Ayer, haciendo el camino a lo de Cecilia, encontré una foto que alguien le tomó a una nube de humo gris. Si la propuesta de aferrarse a la poesía en su multiplicidad de formas cuaja en mí más allá de mi fervor por la práctica como lifestyle, supongo que la imagen estará ofreciéndome una advertencia. Una nube gris como una bala flotando en las vísceras del mundo querrá decir alguna cosa. Pero no se puede vivir pendiente del poema como del peligro tangible de este mundo; tendemos a comprenderlo todo en términos de urgencia, de dolor mayor. Por eso presto más atención al cruzar la calle que a ser cuidadoso al guardar la foto. Por eso el dedo señala la línea en el plato y no la línea en el poema y por eso el mundo está tan lleno de poesía ignorada, como la fotografía de una nube de humo gris en el cordón de la vereda. Continuidad de los Porqués. 
¿Por qué tanta crueldad por parte de los medios y la opinión pública para con la salud mental? ¿Por qué tanta negligencia policial? ¿Por qué esas tristezas tan grandes que a veces, no dejan decir basta? ¿Por qué una bala en las tripas de un poema que dice “Y esta violencia, regalo de mi papá, me está doliendo mucho, cada día más”? Cada palabra de condena es un balazo en el estómago de un nene que se perdió en la playa. Si prestas atención, escucharás la gente aplaudiendo.  

Buenas noches,
Juan.

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