“Están en contra de tocar el idioma porque están aliados con el poder”

La lengua no se calla es el último libro de Norma Loto publicado recientemente por Editorial Sudestada. “Me gusta saber que somos seres lingüísticxs, porque nos reconocemos a través del lenguaje, y en ese punto radica el error de la gramática: no reconocer a todas las existencias”, dice la autora. La gramática aprendida va más allá del género y número. Y ese más allá se transformó en una de las herramientas de las que se sigue valiendo el patriarcado para aprehender el mundo solo desde la biología. Y por eso este libro propone la expresión “lenguaje del reconocimiento”, que se basa en la importancia de poner en práctica un lenguaje para la inclusión. En diálogo con Sudestada habló sobre la construcción de este ensayo y los debates actuales sobre el uso de la lengua.

Por Florencia Da Silva

En el libro hablás del colonialismo en el lenguaje que se perpetua a través de la RAE, pero también de otras instituciones que hacen ese trabajo día a día y están más presentes en el cotidiano de todes. ¿Cómo funciona ese entramado de poderes que lo sostienen y qué rol tienen los medios?

Me llamaba mucho la atención que a la Real Academia la vemos como el único enemigo y no es el único, es como la fachada de un gran poder. Empecé a ver que hay un montón de alianzas con los grandes medios de toda Latinoamérica y también las academias locales de letras. Tenemos la de México, academias que estudian el tema del idioma, en Colombia, en Argentina en letras es un caso especial pero sigue los cánones del buen decir, y todas ellas se sostienen con el aporte de grandes grupos económicos, empresas telefónicas, bancos, medios de comunicación.
Actualmente son todos grandes conglomerados y si hay un banco seguramente ese banco tiene acciones con los medios y viceversa. Los medios de comunicación están en contra de toquetear un poquito el idioma porque están aliados con todos estos poderes, son parte del mismo poder económico del mismo entramado. Por otro lado, hay cosas que nos pasan desapercibidas: un manual de estilo, por ejemplo, que ahora está en desuso en los medios porque el periodismo digital lleva a interpelar muchas formas de hacer las noticias, pero en los manuales de estilo tenés todo de cómo “no hay que decirlo”. Además, una de las patas de la RAE y de todas las grandes academias de la lengua, es la Fundación del Español Urgente (FUNDEU), que trabaja directamente con los medios de comunicación en esto del buen decir.
Tiene que llamar la atención que venimos avanzando con la necesidad de nombrarnos, y tenemos más conciencia de que a la lengua también la hacemos nosotres y entonces estos poderes empiezan a tener miedo y empiezan a tambalear. En los grandes medios de comunicación, vas a ver todos los días programas que hablan sobre cómo se dice, (el bebé o la bebé), y te dan la explicación según la RAE, y te dicen cómo se dice bien y cómo se dice mal. Es una forma de agarrarse porque hay una gran conciencia. El lenguaje inclusivo y no binario aportó que la lengua la hacemos nosotres como sociedad pero la gerencian otres, los grandes poderes.
¡Mirá si nos vamos a quedar todo el tiempo en la gramática para describir nuestros dolores, las injusticias, nuestras vidas! La gramática es una cosa, pero la lingüística y el culturalismo es otra. A nadie le podés prohibir que diga “haiga”. Soy del norte y mucha gente lo dice así. No le podés andar diciendo que no se dice así. Antes no existía la palabra femicidio, y no consultábamos en el diccionario para decirlo y empezamos a gritar que esos no eran crímenes u homicidios, sino femicidios o feminicidios -depende del país donde estés-, y logramos incorporarlo. La gramática en un punto, cuando la sociedad está complemente concientizada, quedó obsoleta y todas las estrategias de los medios de comunicación del buen decir buscan un salvataje. Esta connivencia de los poderes, los bancos, hacen aportes económicos, porque todas estas instituciones necesitan esos aportes y grandes socios. Si estas academias dieran el brazo a torcer con algo que se toque del idioma estarían perdiendo grandes aportantes de los bancos, de las empresas telefónicas, Microsoft por ejemplo.

¿Qué beneficios se llevan estas empresas?
Toda gran empresa tiene que tener la responsabilidad social empresarial, estar apoyando a “una causa noble”. Si cada vez que se lanza un diccionario te dicen que el mismo está apoyado por tal empresa telefónica de España, por tal banco, se llevan un rédito de publicidad inmenso. Los medios de comunicación, con las redes sociales, profundizaron más la prescriptividad del lenguaje, el “digamos bien las cosas”. Y no hay una forma de decir, hay muchas formas de decir.

La policía del lenguaje siempre existió. Mencionabas el regionalismo como se ha marcado y burlado. O la corrección constante de cómo se dicen determinadas palabras ¿Por qué la misma población está detrás de ese correccionalismo?
Porque hemos sido educadas así, en un sistema que nos incorporó una gramática normativa expulsiva. Si no lo decís así, quedás expulsada de muchos ámbitos públicos. Esa policía del lenguaje cree que hay una policía superior del lenguaje que nos dice cómo tenemos que hablar. Cuando en realidad, hablamos de acuerdo a cómo estamos, dónde estamos e incluso cómo nos sentimos en ese momento. Son personas que creen que la gramática es todo. Y la gente que te corrige, que se cree policía del lenguaje lo hacen porque se asumieron en ese rol y creen que lo normativo es la única forma de expresarnos y no es así.

También hay un componente clasista enorme en esta policía del lenguaje. Genera mucho odio, como cuando hablan determinados grupos urbanos.
Sí. La correctividad: te incluye o te expulsa. Yo tenía una alumna que en una entrevista de trabajo en un call center, dijo la palabra “laburar”, y  le dijeron que esa palabra era “muy barrio”, que así no podía atender el teléfono, dándole además consejos para otras entrevistas.

Hay un componente político en los cambios en el lenguaje. En los últimos años se hicieron más masivas palabras como niñez, personas con discapacidad, personas en contexto de encierro, comunidad LGBT ¿Tiene que ver con esto de que cada revolución marca un lenguaje? como mencionás en el libro que dijo François Furet.
Sí. Cada revolución tiene su lenguaje. Yo empecé trabajando con la Revolución Francesa todo esto. Me empecé a cuestionar el lenguaje cuando me di cuenta que su slogan era la igualdad, la fraternidad y la libertad y que no eran derechos, sino privilegios de una clase. Me había indignado mucho y ahí empecé mi recorrido con el lenguaje. A todo lo que vos me decís le llamo lenguaje inclusivo. Y dentro del lenguaje inclusivo está el lenguaje no sexista y el no binario. El tema es que el lenguaje no sexista y el no binario vienen a interpelar tantas cosas que tiene muchas barreras que vencer, muchos sectores que se les enfrentan. Las nuevas derechas han salido por el biologicismo. En la discusión te salen con la gramática. Y no, si yo no me nombro no me estoy politizando. Además, las economías lingüísticas van cambiando según el tiempo. Las palabras que existen las usamos para politizarnos y si no existen las vamos a crear, por ejemplo hablar con la “e”, para las diversidades. Cada revolución tiene su lenguaje, la revolución transfeminista trajo este lenguaje pero tiene sus oposiciones.

En La lengua no se calla hacés un recorrido histórico del lenguaje no sexista, que no surgió ahora sino que lleva un camino dado, pero empieza a molestar mucho ahora. Hubo como un momento clave en el que molestó mucho.
Sí. El momento que molestó mucho fue cuando salió Natalia Mirra en 2018. El primer debate que perdimos por la legalización del aborto. Una alumna del Pellegrini dijo “queremos que les diputades indecises…”, y ahí empezó a tener lugar en los medios de comunicación. Si bien ya lo veníamos usando, una vez yo dije “chiques” y alguien me corrigió y me dijo: “No, vos no querés decir chiques, querés decir chicos”. Me tomaban el pelo. Se instala en la agenda publica, en los medios de comunicación. Es ahí donde empieza a instalarse en la agenda de discusión, porque vino acompañado de la trinchera de la lucha pública por la legalización del aborto. Los medios dieron la publicidad y se hizo masivo que hablábamos así. Lo que molestaba era que las mujeres quieran decidir sobre su cuerpo, abortar y encima que se metan con el lenguaje.

Hay un debate sobre cómo incluir con el lenguaje y si está bien que convivan la X, el @, la “e”, o sí es mejor elegir un genérico entre ellos para simplificar
Sí. A mí el “@” no me gusta porque es binaria y caducó. Lo siguen usando muchos países y acá también. La “x” expulsa a las personas con ceguera, y la “e” es la única que se puede leer y se puede escribir. Esta copada la propuesta de la “e”, pero eso no significa que tenga que hacerse una imposición. Pueden convivir incluso todas las grafías y todas las letras. Hasta que un día con el tiempo, el uso y la costumbre impondrá una por sobre todas. Todavía se está creando ese sentido y se está trabajando. No hay todavía una forma consensuada. Yo tenía una alumna que estaba en contra de la “e” y me daba muchos argumentos gramaticales. Cuando la discusión se había agotado, una alumna le dice que esto era por las personas no binarias, preguntándole, qué le costaba coparse más allá de todo lo que ella había dicho. La interpelación de los pares, eso significó el silencio de todo el aula y la reflexión.

Mencionás en el libro un concepto que desarrolló Judith Butler sobre el daño que hace el lenguaje a las personas. Realmente violenta, lastima y puede ocasionar. Pensaba en las personas racializadas y los insultos que reciben. No solo el “negro de mierda”, sino otras palabras que las usamos a diario como “quilombo” o “chongo”, que en lo personal me fui enterando de sus significados por los activismos en redes.
Butler dice “somos seres lingüísticos”. Cuando nos insultan podemos hablar de una herida y la herida con una palabra no existe. Existe la herida física. Vamos a trasladar el daño físico al daño lingüístico, que es muy parecido al daño que te pueden hacer con esas palabras. Hay tantas palabras que nos hacen daño… Acá en Argentina hay un montón de palabras que son xenófobas, racistas. El tema es que muchas veces han sido politizadas estas mismas palabras en beneficio. Por ejemplo puto, trans, trava, eran palabras de burla que se las politizó. Se politiza un insulto cuando hay un micro tejido social que acompaña, el humanismo, de humanizar el lenguaje y las palabras. Yo estoy en contra cuando justifican con que Saussure dijo que “el lenguaje cambia a través del tiempo”. Sí claro, pero también cambia cuando hay demandas sociales, cuando hay demandas de reparación, cuando hay demandas por justicia y también cuando sentimos que algo está funcionando mal y tenemos que crear nuevos mundos. Hay necesidad de crear nuevos espacios, vamos creando palabras, sentidos, cosmovisiones. Saber que hay otras existencias que las que nos han enseñado desde la casa, la escuela o la iglesia y el lenguaje puede acompañar muy bien. Sí. Lo simbólico se vuelve tangible.
El lenguaje crea mundos. Como docente y comunicadora pienso que nos perdemos la capacidad de crear un nuevo mundo con la inclusión que no es verso. Butler dice eso del daño lingüístico se asemeja a una herida que te hace un tajo en el alma, pero en tu autoestima. El desafío es politizarlo, y no es fácil, hay que tener buenas compañías, buenas estrategias, buen contexto. No es lo mismo acá que en otras provincias.

¿Qué debates se están dando, que nuevos caminos y preguntas hay que abrir?
Concluyo que tenemos que seguir debatiendo y pensando con creatividad y armonía. El enemigo se fortalece si desviamos las discusiones. Tenemos que ser más abiertas, saber que el mundo va más allá de lo femenino y masculino, del biologicismo. Me preocupa usar frases hechas que hoy quedaron totalmente obsoletas, por ejemplo “lo que no se nombra no existe”, pero sí existimos, queremos ser nombradas porque existimos. Yo usé mucho esa frase, pero ya no. Me gusta pensar en darle importancia a la politización de las palabras y que salgamos de los rangos gramaticales. Hay que decir las cosas de otra forma. La gramática no es todo. No podemos ceder nuestro terreno de lucha a la gramática. Nos damos cuenta de que convivimos en un mundo donde la gramática no fue capaz de describirlo, porque no quiso, no lo vio o no le importa.
Por primera vez, sabemos tanto del lenguaje y de la lengua. Somos obreras y obreres del lenguaje todos los días, pero hay gerencias de las fundaciones, las academias de letras, y nos gerencian no solo desde lo simbólico sino también desde lo económico. Puede caer su poder, sus negocios, con esto de que empezamos a indagar, a debatir. La lengua es el primer acto plebeyo que tenemos como humanes desde que nacemos. Las primeras palabras son nuestras. No hay un primer diccionario que me haya enseñado la primera palabra, me la enseñó mi entorno. Y la revolución transfeminista nos propone eso que el sector poderoso no era tan poderoso, que el poder ahora esta de nuestro lado.

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