Por Gustavo Grazioli
Walter, el rolinga paseador de perros de Okupas –serie que hace poco cumplió 20 años y pronto será parte de Netflix–, o Loquillo en Un gallo para esculapio y tantos personajes más que encarnó dentro de la ficción nacional; todas esas personalidades viven en Ariel Staltari. Un pibe de Ciudadela, amante de la música, que venció una enfermedad malvada (diría el Indio) y alcanzó sus sueños como actor. Esta misma persona, que actualmente tiene varios proyectos actorales de cara al año que viene y forma parte del equipo autoral que está filmando El Eternauta para Netflix, estrena la obra Ligados. Un trabajo compuesto para los alumnos de su escuela de teatro, adaptado a las contingencias de esta pandemia, que se emitirá a partir de este jueves 17 de diciembre a las 21:00 horas por el canal de YouTube “Ligados Teatro” y en el que va a haber un link para cooperar con un gorra virtual.
“Yo no iba a dar clases en medio de esta situación, pero ante el pedido de la gente que ya se había anotado en la escuela y la necesidad nuestra de seguir comunicados con los alumnos, me puse a cranear una nueva forma que se aplique a la dinámica de zoom. Por supuesto no es teatro, porque el teatro está en el teatro y no se puede mover a ningún lado”, cuenta Staltari a Sudestada y agrega: “Lo más importante de todo es que pudimos generar un espacio de encuentro desde la virtualidad que terminó por convertirse en nuestro lugar de contención, de escape, donde pudimos tener cierta libertad. A pesar del encierro, las únicas horas libres eran esas en las que estábamos conectados y jugábamos a ser niños, a ser libres. Fueron siete meses ininterrumpidos”.
Antes de que la pandemia tomara por asalto el mundo, ya tenía apalabrado con sus alumnos que harían una obra en una sala de circuito under y que los dejaría en el camino del trabajo, pero la historia sanitaria, hartamente conocida, truncó los planes y el grupo que estaba expectante de ese momento sintió que todo se había desmoronado por tiempo indefinido y frente a la incertidumbre apareció la posible solución. “Estaban muy mal, pero les prometí que esto no iba a quedar así y que pese a todo íbamos a hacer algo a través de streaming y que les iba a escribir la obra para que puedan hacer su tan ansiado espectáculo a fin de año”, dice Staltari y, con la voz vigorosa, revela que en sus ratos libres, y como pudo, logró escribir Ligados.
“Está anclada en los años ’80, en las elecciones de 1989. Es una historia simple. Es la época de cuando los teléfonos se ligaban. A veces levantabas el tubo y escuchabas conversaciones o terminabas comunicado con alguien que nada que ver. Nos pareció lindo contar algo del pasado aplicado a la nueva tecnología, en este caso a través de zoom. Nos pareció copado mostrar colores, facetas y personajes de aquella época, con sus maneras de hablar y con las cosas que pasaban en aquel momento. Es una pincelada en un paisaje ochentoso, que a quien lo haya vivido le va a resultar un tanto nostálgico y el que no, nos va a ver como si fuésemos de otra galaxia”, detalla entre risas.
Hace seis años que da clases y su escuela parece ir en claro ascenso. La guarida donde se despliega el chamanismo teatral y se inyecta libertad está en zona norte, más precisamente en la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia de Martínez. Su idea a futuro es sumar baile y canto: cosas más integrales para formar artistas. Aunque por el momento no proyecta tan hacia adelante, ahora está concentrado en esta obra en la que por primera vez va a dirigir a sus alumnos. “Armaron una cooperativa, pusieron todo un aparato en marcha: se filmaron ellos con sus propios celulares, con su propio vestuario, sus propias luces, su propia escenografía, su utilería. Cada uno se consiguió un teléfono de la época. La verdad que hicieron un trabajo descomunal los chicos”, cuenta emocionado.
—¿Qué rescatas de estos años de docencia?
Siento que recupero el actor de barro, el de los inicios y que no me permite jamás alejarme de eso. Dentro de la estructura de la ficción nuestra, soy un privilegiado al que le está tocando hacer cosas importantes. Pero lo que me permite nutrir todo ese camino son mis clases, mis alumnos. Me hacen recordar la primera vez que entré a un estudio de teatro o a mis compañeros de aquella época. Los sueños que tenía, las situaciones que he vivido. Me siento todo el tiempo en contacto con eso. Además, mi escuela tiene una bajada de línea por algo personal de mi vida, cosas de mi salud que ya son sabidas, y bajo como una línea de resiliencia. De aprendizaje en cuanto a poder romper estructuras, barreras, prejuicios y ser felices. Encontrar el verdadero canal de expresión que termine curando el alma. El arte puesto en función de mejorar una vida. Eso es lo único que me interesa. Después si ellos son actores o actrices, mucho mejor.
—¿Qué significa el teatro en tu vida?
Un refugio donde uno puede reinventarse, descubrirse y empezar a ser como realmente quiere ser. A mí me dio la oportunidad de volver a nacer. Cuando entré por primera vez al estudio de Lito Cruz y vi esa imagen del escenario con la luz encendida entendí todo. Entendí porque había venido a este mundo. En nuestra escuela, con todos los grupos tenemos un ritual el primer día de clases: apagamos las luces de la sala y nos quedamos solo con la luz del escenario. La idea es mirar eso y reflexionar. Cada uno hace lo que quiere y pide lo que quiere.