“Me encantaría que gustes de mí”: ser lesbiana en un mundo hétero

Foto: Mariana Roveda

Una crítica sobre la obra de teatro Me Encantaría que Gustes de Mí – en cartel en el Teatro Beckett

“Una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre/
a la delicada urgencia del rocío”.
Alejandra Pizarnik

Fernanda Rosetti es un personaje escrito por Fernanda Laguna – artista visual argentina nacida en la provincia de Buenos Aires en 1972 –  e interpretado en teatro por la actriz Sol Fernández López (Choele Choel – Rio Negro – 1980). Ambas, escritora y actriz, o mejor dicho las tres, personaje de ficción incluido – una docente de literatura de escuela media – son contemporáneas, modernas y argentinas. Actual y poética, la obra Me Encantaría que Gustes de Mí, dirigida por Luciana Mastromauro, es una creación que no pierde vigencia, nos representa, interpela y nos habla directo al corazón.  

Por Meli Cuitiño

ACTIVIDAD DE ALTO CALIBRE
Salir de casa para ir a ver una obra de teatro implica una actividad bastante habitual, recurrente y sencilla en esta ciudad – y dentro de esta tarea – la de contemplar la creación de personajes en escena, saber conmover – misión de la intérprete – no es asunto fácil, para nada. Es más, podríamos decir que es un proceso bastante complejo de sobrellevar, requiere precisión y soltura, determinación y lírica. Y ¿por qué digo esto? y a lo de conmover me refiero, paso a explicarlo de la siguiente manera: simplemente alguien que sabe actuar llega al espectador de una manera casi sin que te des cuenta, sutil y sublime al mismo tiempo, te envuelve en una historia, te lleva, te trae, te toca las fibras más íntimas, para iniciar un recorrido hacia un mundo desconocido cuyo despegue no tiene límites ni fin. Y esto es lo que pasa cuando ves a la actriz Sol Fernández López en acción en el teatro Beckett, en esta obra que ya lleva más de 3 años en cartel. Eso es lo que provocan las grandes interpretaciones: el comienzo de un viaje desde que te sentás en la butaca de la sala independiente de un teatro porteño, hasta el silencio previo al estalle del aplauso final. Emoción pura. Así vale el tiempo invertido que corresponde al hecho de hacer una salida, en este caso una visita al teatro, y experimentar emociones verdaderas en estos tiempos de crisis. La obra es un disparo de ilusiones frustradas de una mujer que va del whisky a la escuela, y de allí a la peluquería para contemplar las manos femeninas de un posible nuevo amor al servicio del día. La sonoridad a cargo de Carmen Baliero nos transporta hacia un universo sombrío y a la vez cargado de matices que nos dibuja el perfil de esta profe de colegio dispuesta a todo, incluso a escribir su propia nouvelle, incluso a entregarse al amor, aunque sea no correspondido.

LA CHICA DEL WHISKY: ORGULLO, PREJUICIO Y VISIBILIDAD LÉSBICA
Es así que el lenguaje teatral tiene esa cuestión de la identificación que no es fácil de lograr por quien está dándolo todo en el escenario. La sentís cuando quien la transmite se encarga de asumir ese arduo trabajo que significa encarnar un personaje  – en apariencia común y corriente – pero poblado de surcos, sutilezas y detalles que sólo una buena intérprete sabrá desplegar ante la mirada atenta del público presente. Más aún si en esta historia se incluye humor y melodrama: podríamos ser cualquiera de nosotras mismas dentro de una historia de amor no correspondido, soledades, fantasías y alcohol. Pero  la historia es más o menos así: le pasaron cosas a esta profesora de literatura que recuerda el beso apasionado con una compañera de trabajo. Fernanda está algo desesperada y busca el amor en todas partes. No la tiene fácil Rosetti, una chica a la que le gustan las chicas en un mundo construido por los cimientos de un sistema patriarcal plagado de héteronorma y binarismos básicos. Pero la obra también habla de otra cosa. Como una declaración de amor, romántica o no, representa un acto de entrega total frente a sus estudiantes, desenmascara su belleza solitaria en el aula de una escuela secundaria argentina. La profe, a la que los chicos quieren, y con su obsesión a cuestas, describe en el inicio ese beso cargado de sensualidad en un delicado susurro amoroso; recorre a su vez el universo sobrio de su casa de paredes empapeladas, luz blanca de soledad y angustiosa ansiedad de fantasía cotidiana. El personaje de Fernanda Laguna, que interpreta maravillosamente la actriz Sol Fernández López, te lleva y te trae en una historia de encuentros y desencuentros, reales e imaginarios que emocionan, porque la risa y el llanto van de la mano.
En Me encantaría que gustes de Mí la ficción deconstruye el desamor en una canción cuya intensidad va y viene en este universo poético de novela, porque verla a ella, a Rosetti, es sentir empatía y formar parte de su vida un rato mientras se pregunta: quién toca el portero a esta hora, cómo es que la vecina recibe regalos y yo no? y ¿desde cuando tiene novio? Melancólica, sexy y encerrada en su soledad, toma su whisky, duerme en la silla, habla consigo misma. Su casa, la escuela y la peluquería representan sus trincheras, y quizás son esos, los establecimientos educativos, los espacios de debates, o deberían serlo, en donde podríamos poner en cuestión lo que afuera está sucediendo, ya que dentro y fuera del ámbito escolar transcurren vidas, y las elecciones amorosas pueden ser catastróficas.

UN BESO, SÓLO UN BESO Y EL INCONSCIENTE COLECTIVO
Literatura y teatro, una maravillosa combinación. En la obra, la docente que se encuentra en su departamento y en puntitas de pie observa por la mirilla de la puerta, “sufre” – por decirlo de algún modo – mientras mantiene diálogos con ella misma bajo la órbita presente de un mandato social: estar necesariamente con alguien con quien compartir la vida, en resumen, estar en pareja. Como la gran poeta argentina, Alejandra Pizarnik quien debió ocultar sus sentimientos por el sexo femenino en tiempos donde sólo podía localizar su amor por otras mujeres a las escondidas, mediante correspondencia y a la sombra de los varones. En este caso y bajo los patrones de conducta configurados por el mandato social de primer orden, la profesora Rosetti, perteneciente al sistema escolar medio, confiesa en el aula que es lesbiana y que asesinó la noche anterior a una planta. Vaya confesión. Y acá me permito un breve paréntesis para ilustrar esta nota: en un país como el nuestro en donde abundan las referencias sobre los mandatos televisados de alto rating, el deber ser, y los comportamientos ligados a una forma social de normalidad impuesta, existieron figuras rebeldes que hicieron eco de sus acciones para hablar de sí mismas, como el caso de Sandra y Celeste en su archi conocido trabajo Mujer contra Mujer – Mecano 1988 – Y vale decir que pueden googlear las entrevistas del programa de Susana o el de Juan Alberto Badía donde Celeste habla de la relación de amor entre dos mujeres ante las preguntas del conductor con sus insistencias del aparente enfrentamiento del uso de la palabra contra, mientras la cantante ofrece una mirada sobre el duro contexto, el sufrimiento y lo ridículo de esconder la propia identidad, es decir, tal cual somos. La entrevista es de los 90 y no tiene desperdicio, es más actual de lo que parece en este 2024 en que día tras día nos levantamos con una noticia más caótica que la otra, como la eliminación del INADI, la prohibición del lenguaje inclusivo y el constante cachetazo hacia la cultura y a quienes nos dedicamos al arte. Por eso Me Encantaría que Gustes de Mí es una obra necesaria, porque el teatro pone de relieve la necesidad de ofrecer una respuesta artística y política frente a los poderes reinantes. En esta Argentina en donde la medida del tiempo parece desvanecerse, no hay rumbo cierto, todo transcurre vertiginosamente de una manera apresurada – a veces – otras, en cambio, se acomodan a las ideas a un contexto que avanza y retrocede al mismo tiempo – y no hablo de libertades -de derechos humanos hablo porque se sancionan leyes acorde al contexto, se pone un freno de mano, se pega un volantazo y la cosa vuelve a empezar, o a retroceder, en algunos casos. Y para terminar, cierro con esta última reflexión: vamos al teatro con la ilusión de que el mundo ordinario desaparece por un rato, más precisamente – y hablo en singular – voy al teatro para hundirme en las profundidades de los universos paralelos que ese mundo ordinario tiene reservado para mí, y de esta forma dejarme atravesar hasta sentir la emoción de una niña que ve algo por primera vez. Vayan a verla, está los sábados de marzo a las 21 hs en Teatro Beckett – Guardia Vieja 3556.

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