Nacida como Setsuko Nakamura el 3 de enero de 1932, tenía trece años cuando la primera bomba atómica de la historia, cayó sobre su ciudad: Hiroshima. El artefacto explotó el 6 de agosto de 1945 a las 8.15 de la mañana causando la muerte de 140.000 personas. Civiles desarmados. Tres días después, otra bomba. Esta vez sobre Nagasaki, matando a otras 80.000 personas más. Muchísimas más morirían años después por los efectos de la radiación.
Por Zuleika Esnal
Setsuko perdió a casi toda su familia. Vio como los soldados quemaban los cuerpos de sus padres y los tiraban a un pozo. Una semana después de los bombardeos, Japón se rindió y Estados Unidos ocupó el país durante siete años. Cualquier cosa que hiciera alusión a la masacre, era confiscada: periódicos, correspondencia, poemas, fotos. Las primeras representaciones del bombardeo fueron dibujos.
Los “Hibakusha” así se llama a los sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki, tenían prohibida toda forma de expresión de su dolor. “Censuraron el sufrimiento humano”, dijo Setsuko. Fueron rechazados y discriminados por sufrir los síntomas de envenenamiento por radiación: Sangrado de encías, manchas, pérdida total de cabello, etc. El propio gobierno de Japón propagaba falsa información.
¿Qué hizo esta mujer? Alzó la voz. Se dedicó a contar una y otra vez lo sucedido. El 1 de marzo de 1954 , Estados Unidos detona otra bomba atómica en las Islas Marshall, diez veces más poderosa que Hiroshima. Setsuko, que había llegado hacía una semana a Estados Unidos para estudiar, también levantó no sólo la voz, si no a un montón de personas y eso le costó amenazas al punto de no poder seguir asistiendo a la universidad y vivir escondida en casa de un profesor.
Exiliada en Canadá, se convirtió en la portavoz de la Campaña Internacional contra el armamento Nuclear. Se le plantó al Papa Juan Pablo II acusándolo básicamente de hacerse bien el pelotudo respecto al asunto. Dedicó y dedica su vida a recorrer escuelas universidades y hasta jardines de infantes porque “Niñes y jóvenes son fundamentales para cualquier revolución y el desarme es una”.
Recibió el Nobel de la Paz en 2017, y dijo que todo muy lindo pero que sin desarme, no hay paz.