Mostras del rock argentino: mujeres que hicieron historia

Los comienzos del rock datan de historias embebidas de rebeldía, denuncia y rabia contra aquellos regímenes que pretendían imponer estándares totalitarios y hegemónicos. Ante esto, hay una historia que nos cuentan: hay un camino ya labrado, caminado, y perteneciente de largo a ancho a los hombres. Y algo les adelanto: la historia de un género hecha y formada desde la perspectiva de varones, ya no tiene vigencia. Primeramente, porque somos contemporáneos al cambio vertiginoso que impone la pregunta sobre la respuesta dada, que elige cuestionar y re preguntarse todo una y otra vez. Y, en segundo lugar, porque en tanto contemporáneos a este movimiento, muchos asumimos que esa versión de la historia que nos dieron dejó como saldo muchas voces apagadas, calladas y aplazadas en el camino.

Por Fiorella Gonzalo 

Me propongo acá pensar en rock y las subalternidades del arte desde una perspectiva alternativa: desde la pregunta, el extrañamiento y la puesta en palabras otra vez. Pensar en volver a pensar el rock ahora desde la perspectiva de ellas, las Mostras (terminología que toma Barbi Recanati en su libro ‘’Mostras del Rock’’ y me parece, refleja muy bien a quienes me refiero), es reponer historia. Una historia que le debemos a los que vienen, que tendrán como labor desarticular las historias una y otra vez teniendo en cuenta nombres como el de Gabriela, Cristina Plate o Carola, para los que estamos como un acto de justicia a nosotros mismos, y para quienes tejieron este entramado para que podamos vivir en una contemporaneidad más ‘’libre’’, donde ya no importan los géneros ni los binarismos detrás, sino el arte en todas sus formas y manifestaciones, colores y sabores. Es la hora de labrar un nuevo camino que incite a una nueva historia, que preanuncie la existencia de más caminos, con más historias y más voces que se animen a hablar, exponer, denunciar y entre tanto, dispuestas a formar parte del volver a escribir.
La primera asimilación que se preanuncia para mí es: si pensar en rock se asociaba directamente a concepciones como la rebeldía, la irresponsabilidad y el ruido sistemático, que las mujeres se vieran involucradas en este movimiento, imagino, sería vetado automáticamente. Y revisar la historia un poco me dio la razón. No es un secreto que en todos los géneros y no solamente en el rock, hay personas detrás que critican desde cierta altura que ellos mismos se dan, y logran imponer arduamente un canon totalizador, un parteaguas que glorifica a ciertas personas, y destroza a otras. Y pienso, para que podamos vivir en una contemporaneidad que cuestiona cada vez y aún más a aquel que intenta imponer quienes sí y quienes no entran al ‘’canon’’, se tuvo que labrar un camino. Un camino que entiende de dolor, y de estigmatizaciones crueles. Pensar en estas cuestiones un poco preanuncia obviedades: si no hubo mujeres y disidencias en la historia oficial de los géneros musicales argentino en general y ya no solo pensando en el rock,  es porque no les dieron la plataforma que les brindara la posibilidad de contar sus vivencias en los andares del arte, muches fueron conocides post mortem, o gracias a la plataforma que dio el internet. Ellxs todos: Susy Shock, Peter Pank, Demir Hannah desde el folklore, o Batato desde el under artístico travesti porteño, fueron aplazados eternamente por personas que esperaron que no salieran de ese lugar que crearon para ellos, pero si de algo entiende el arte, es de manifestarse de mil maneras que logren evadir el discurso de odio.

Foto de Andy Cherniavsky


Desde mi autonomía y a tempranos momentos de mi vida, siempre supuse que había algo mal en las revistas que leía, en la música que escuchaba en la radio. Entonces empecé a preguntarme ¿Por qué solo resonaba en altavoces una voz predominantemente masculina y machista hasta los dientes? ¿No existían mujeres que cantaran, o no llegaban al escenario? ¿Las mujeres que cantaban, donde carajo estaban? Y pregunté, y busqué, y recorrí casas de música mirando portadas de álbumes. Vi portadas con tetas, vi los testículos de un animal, un estéreo rodeado de espermatozoides, también vi una boca muy femenina y sexualizada, y entonces, el factor común: eran todos álbumes de bandas compuestas por hombres. Un día, vi en una portada el rostro de una mujer con el nombre de una mujer en su portada también. Parece que aparentemente, el rostro en la portada era el de su autora, algo realmente (por más pelotudo que parezca) nuevo para mí, la diferencia y la novedad me dejaron un poco atónita. Ese álbum era ‘’Hija del rigor’’, de Fabiana Cantilo, álbum de 2007.

Lula Bertoldi


Mientras escribo esto escucho Halo de Juana Molina y no puedo dejar de pensar en lo que significó ese instante para mí. Primeramente, porque hasta ese momento pensé que la existencia de los hombres en la música era masiva, y, en segundo lugar, porque me reí un poco. Me reí viendo que, una mujer para poner su álbum en las góndolas tenía que ponerse a ella misma en la portada, mientras que las agrupaciones de varones tenían la libertad de poner lo que se les canté en sus portadas: genitales, mujeres hipersexualizadas, ilustraciones del orto, y vendían igual. El desenlace es que evidentemente, sentí que no podía perderme ese hito. Mi madre me compró ese álbum a mis 10 años y le di loop hasta saberlo de memoria, como si impregnar la producción de una mujer significara algo. Y significó. Empezar a entender estas cosas a esa edad fue un cachetazo que me agradezco a mi misma. Después un desenlace anunciado. Mi madre vio ese interés brotar muy eufóricamente en mi yo tan joven, y me propuso escuchar a quienes en ese entonces eran voces femeninas de renombre, como Patricia Sosa, Sandra Mihanovich y Celeste Carballo entre otras. Hoy, escucho música producida y cantada por mujeres todo el tiempo,  en parte gracias al flujo vertiginoso de información que permitió que mujeres artistas como Marilina Bertoldi, Barbi Recanati, Juana Molina o Paula Trama subieran en las listas y sumarán más portadas en las góndolas, pero ese momento, fue un despertar eterno del que nunca pude volver a dormirme. Nuevamente, para que ellas puedan gozar de esas puertas que se iban abriendo (que tampoco fueron tan fáciles de abrir para ellas), hubo otras cantantes del carajo detrás. Entre ellas: amigas, novias, inspiraciones, groupies y fans de los grupos y bandas de rock nacional que sí estaban en todos lados.

Fabi Cantilo


Indagando me enteré que en los 90´ lo alternativo y la experimentación cayeron en el under. Ahí se encontraban los artistas de renombre ahora acompañados (o despojados) de mujeres: Charly Garcia con María Epumer, Hilda Lizarazu y Fabiana Cantilo salidas de Los Twist y ahora solistas, etc. Pero en esta época las mujeres y feminidades se multiplicaron en otros ambientes musicales como en el punk y el indie, de la mano de Sugar Tampaxxx, Mata Violeta, She Devils, Suárez, etc. Ya para los 2000, la data del internet le dio una mano a la autogestión de las pibas, y ahí emergen artistas como Juana Molina, Juliana Gattas (en Miranda), Paula Maffia, Lula y Marilina Bertoldi, Barbi Recanati o Lucy Patané que se suman a mediados y finales de la década.
Con todo esto del internet me di cuenta que adentro y muy profundo, se podía encontrar información de otras mujeres que hicieron música antes que Fabiana, sus nombres, historias y andanzas. Parecía que en los últimos años de los 60´ y 70 ́ había mujeres haciendo arte plástico, cine, teatro, escribiendo, y yo recién me estaba enterando. Claramente, ¡si no las ponían en ningún lado! Ahora, 10 años más después, me entero que las primeras músicas que tuvieron acceso a grabar fueron las ‘’novias de’’, que cuando cortaron con sus novios no tuvieron oportunidades de volver a tener el acceso a una plataforma que pusiera su arte en ‘’algún lado’’. Si no eras ‘’alguien’’, no podías tirarte a la pileta a querer hacer algo fuera de los estándares que te habían impuesto. Ahora nos parece una pelotudez, pero antes era tajante, había una línea que delimita hasta dónde sí, y donde no nos correspondía. ¿lo podes creer?
Con estas fichas que me caen cuando escribo esto, pienso otra vez. Si fue ‘’controversial’’ que aparecieran artistas como Fito, Charly o Luis Alberto, que daban vibras ‘’feminizadas’’, ¿Qué quedaba para las minas? Si les costó a ellos que se respetaran sus decisiones artísticas ¿Cómo ellas no iban a ser cuestionadas? Es que el rock, un espacio contrahegemónico que se construía como un refugio para aquellos que querían denunciar y rebelarse contra aquellas ondas expansivas que los coercionaban, no fue así de inclusivo con las mujeres y disidencias. En los 70’ y hasta finales de los 80’, el rock se convirtió en un espacio que reflejaba una sociedad conservadora, machista y selectiva. La verdadera rebelión y pronta ruptura vino de la mano de personas cansadas de seguir mandatos, en la vanguardia más pura del punk, donde grupos musicales de lesbianas se insertan en la escena y empiezan a militar desde ese espacio.

Foto: Tecnópolis


Dejando de lado el punk, cuando empecé a indagar quiénes eran esas mujeres olvidadas, resonaba el nombre de ‘’Gabriela’’. Su caso es particular, ella fue la primera mujer en sacar un álbum (la bancaban y la aceptaban en el ambiente aparentemente porque era ‘’amiga de’’, pero empezaron a respetarla). El álbum que publicó fue de la mano de su entonces pareja, Edelmiro Molinari. Después de eso ninguno de sus trabajos en su discografía la pego. Tal vez porque no fueron con Molinari, o tal vez porque al no ser ‘’la novia de’’, las puertas se fueron cerrando. También me enteré indagando que ella si bien fue la primera en grabar un álbum, hubo alguien antes que grabó un simple. Era Cristina Plate (casada con Roberto Plate, de quien toma su apellido), cantante, modelo y actriz y que largo ese simple con Mandioca, luego probó con RCA, y después se exilió a Italia luego de ser sido hecha trizas por la crítica argentina, que mencionaba que ‘’no debía moverse de su ámbito. La actuación era lo suyo, el resto no le quedaba’’.
En el camino, nombres olvidados que conocí hace poco: Carola, Mirtha Defilpo, María Rosa Yorio, Andrea Álvarez, entre tantos otros. De igual manera, me encuentro frecuentemente con el pensamiento: Si para mí fue difícil y laborioso construir toda esta historia (incompleta y vertiginosa, en tanto siempre se van sumando cosas) ¿Cómo habrá sido para otras como yo?
Otra vez, anuncio. No tengo respuestas para eso. Pero sí puedo decirles algo: siendo consciente de lo que me costó a mi dar con toda esta historia borrada, no podemos permitir que la historia que se difunda de los géneros de ahora en adelante sea la automatizada, la que sabemos todos. Corresponde sumarlas a ellas, y contar una historia que entienda de ponerles un nombre a quienes también pelearon por estas en esos escenarios, góndolas y portadas que les cerraron las puertas.
Mi perfil siempre fue de intriga y búsqueda, pero en estos últimos 4 años, también fue de denuncia. Una frase se marcó mucho en mí, extraída del libro ‘’Mostras del Rock’’ de Barbi Recanati, que condensa el sentimiento de descubrir por primera vez todo este mundo que se encontraba debajo de las alfombras, ese primer hito: ‘’Una casualidad con suerte. La casualidad de encontrar esa película en la tele, la suerte de tener tele’’. Para mí, la suerte de estar en ese lugar y tener el privilegio de elegir qué álbum me iba a comprar mi madre esa semana. Y luego, conocer a artistas como Barbi, Marilina y Juana Molina (entre mi zona de confort), me inspiraron fuertemente en el accionar de querer romper con eso que nos dieron partiendo desde la reivindicación de las que no me fueron contemporáneas, y las miles que sí. Ellas todas, me hicieron sentir a flor de piel el accionar de la mujer en la escena. Conocer y reconocer, poner sobre la plataforma a las pioneras para que todos las tengamos presentes, es un hecho de justicia necesario para todos. Las mujeres son entidad en todos sus ámbitos, y en el rock, que mucho entiende de pasar revista y machirulear pasando por superficial el nombrar a las pioneras, no es excepción. Nos corresponde a nosotras y solo a nosotras, reconstruir la historia.
La lucha por los derechos de la mujer y disidencias en los diferentes ámbitos de la escena dista de ser una batalla ganada, lamentablemente aún hay más mujeres trabajando detrás que delante de los escenarios. Las decisiones políticas no son las ideales si no contemplan la pluralidad de necesidades por atender aun en estos ámbitos, pero más allá de eso, el escenario es prometedor. La masividad que adquirieron las corrientes del feminismo que milita los derechos que nos fueron eternamente negados, y la organización de mujeres, lesbianas, trans, travestís, no binaries permitieron que sea justamente, un futuro prometedor para todes en la escena musical. El despertar es un hecho y es resultado ya no solo de personas cansadas, sino de personas con la convicción de no repetir más.
En una sociedad un poco mejor donde la Ley del Cupo Femenino y Acceso a Artistas Mujeres a Eventos Musicales (impulsada por Celsa Mel Gowland) sancionada en pleno 2019, la lucha por los derechos de la mujer, la legalización del aborto y el ‘’Ni Una Menos’’ se plantarón como un hecho que pateo las puertas de la cultura, siento esperanza. Ahora, un futuro posible nos golpea las puertas, donde las mujeres somos más libres de manifestar nuestro arte de mil maneras posibles. La generación de la que formo parte y las que vienen nos encontramos con un camino ya labrado y caminado. Ante eso, nos corresponde seguir esa en ese camino que está lejos de estar conquistado, luchar nuestros espacios, investigar y volver a escribir la historia desde la inclusión, el extrañamiento, el cuestionamiento de lo que nos dieron, y el reconocimiento de la pluralidad de artistas que quedaron atrás por cánones que las pateaban hasta dejarlas afuera.
Siendo partícipes de un futuro artístico que empieza a desconocer de barreras basadas en imposiciones, nos toca seguir con ese legado peleado por otras, y ahora por nosotras: inclusivo, desautomatizado y atento a los silencios. La ebullición de las pibas que condensa la urgencia de escupir lo que pasa afuera, encabezado por seres más libres, sin ganas de seguir callándonos la boca, es un hecho y un triunfo.  Hace años y de ahora en adelante: el momento más revolucionario del arte de las mostras en muchos años, encabezado por un deber y por una justicia despatriarcada.

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