“La soledad me ha seguido toda la vida.
En bares, en autos, aceras, tiendas, dondequiera.
Es inexorable. Soy el solitario de Dios”
El Cine Lorca reestrenó semanas atrás el clásico Taxi Driver (1976) remasterizado en 4K. Una oportunidad única para volver a ver o ver por primera vez un film que debe estar en la lista de películas imprescindibles de lxs espectadorxs.
Por Mariela Gurevich
Protagonizada por un joven Robert De Niro, que poco tiempo antes había ganado un Oscar por El padrino II, la película no sólo habla de la violencia y la locura sino también de la profunda soledad que puede padecer un hombre en una ciudad tan grande y llena de gente como Nueva York. Travis, el protagonista, es un outsider que después de Vietnam termina manejando un taxi y tiene contacto con lo más oscuro y siniestro de la nocturnidad de las calles. Esto que ve, lo que Travis cree que es lo más pútrido de la sociedad, es lo que él necesita exterminar. Poco a poco va a ir obsesionándose con esta “limpieza” que se le revela como su misión desde el comienzo de la película. Una limpieza que debe asemejarse a lo limpia que supuestamente está su conciencia. Los ojos de Travis en un primer plano observan, miran, cuestionan moralmente a lxs que caminan por la ciudad: “Los animales salen de noche. Putas, maricas, drogadictos, enfermos. Un buen aguacero arrasará con todos”.
En este mundo que se crea el protagonista, él es el mesías pero un mesías que trasformará su cuerpo y su estética para mostrar que está en guerra, o nuevamente en guerra. ¿Pero cuál es la causa de que exista esta escoria social, como él los llama? ¿A quién realmente habría que atacar? ¿Contra quién es esta guerra? Travis no sabe de política, tampoco sabe muy bien qué es lo que le molesta de la sociedad norteamericana pero cree que con estos actos que poco a poco se van a ir haciendo cada vez más violentos, puede hacer cambios en la sociedad, cambios que no indagan en las causas sino que simplemente se muestran como una forma de quedar en la historia, ser tenido en cuenta por alguien, salir de la nada en la que se está sumido.
Este recorrido por la ciudad, estas horas de dar vueltas y vueltas sin rumbo son producto del insomnio, un insomnio que le deja muchas horas para darse cuenta de que su vida está vacía, que no tiene ninguna meta y que entonces debe construirla. Las vueltas del taxi son también las vueltas de sus pensamientos en la cabeza, son los días que se repiten uno detrás de otro, todos iguales sin que nada cambie.
La transformación de Travis, que es acompañada por actos de escritura en su cuaderno a modo de diario íntimo, es la búsqueda del sentido de la vida, es encontrar algo por lo que vivir o sino inventarlo. Inventar una misión, inventarse una identidad, inventarse una nueva estética, inventarse una nueva guerra por la que luchar. Tanto es así que cuando Travis intenta conseguir el amor de Betsy (Cybill Shepherd), ella lo define como “mitad verdad y ficción, viviente contradicción”. Betsy se le aparece como “un ángel entre tanta suciedad”, un ángel intocable, una rubia que se le cruza en el camino y que es el objeto de su deseo. Travis entonces muestra que también necesita ser salvado por este ángel inmaculado que puede limpiar sus pensamientos oscuros, que lo puede hacer pertenecer a la civilidad, que puede sacarle de la cabeza acaso los recuerdos de la guerra (si es que él realmente estuvo allí). Después de una cita frustrada con Betsy donde Travis muestra su incapacidad para manejarse en sociedad al no entender las convenciones y los significados de algunos de sus actos, él comienza el camino de la violencia. Ahora el ángel rubio que se le había aparecido ante sus ojos como un ser excepcional es “como todos, fría y distante”.
Entonces aparece Iris, una jovensísima Jodie Foster que no puede salir del mundo de la prostitución. Así, la purga social que él cree necesaria desde el comienzo del film cobrará sentido para resguardar la belleza y la pureza de esta adolescente que está perdida, quizás tan perdida como él. Travis necesita salvar a Iris porque en este acto ve la salvación de la humanidad, pero también la suya propia que no pudo ser concretada por Betsy al abandonarlo. En esta construcción moral que hace el protagonista, no hay lugar para los corruptos, los drogadictos, los mafiosos, los que prostituyen mujeres, aunque él mismo muestre que su conciencia no está tan limpia como dice. Su transformación muestra a la violencia como la única manera que encuentra el protagonista de ser alguien, la conformación de una identidad que pueda ir contra todos desde las márgenes y así poder erigirse como una especie de héroe anónimo surgido desde los vapores de las alcantarillas, desde el interior de su taxi.
La lucha de Travis es una lucha individual, violenta y desquiciada contra una sociedad norteamericana que no le ofrece posibilidades ni a él ni a nadie.
El film de Scorsese nos trae ecos de Dostoyevski y de Hitchcock, nos habla de nuestra sociedad actual, de la soledad y la locura, de la violencia política, de la falta de sentido de la vida y de los hombres de a pie que circulan por cada ciudad en un mundo en crisis.
Se puede ver en el Cine Lorca por unos días más y en Netflix.