3 años de Alberto Fernández como presidente

Es complejo analizar tres años de un gobierno, y más aún sin repasar las realidades, las coyunturas y el paso del tiempo entre lo que se dice, se cuenta y lo que realmente sucede. Tres años pasaron de aquella asunción presidencial, y queda uno hasta que el pueblo elija nuevamente a quienes podrán tomar las riendas del país. Tres años difíciles, de esperanza y desazón, de ilusiones y golpes, de miedos, de despedidas, de pandemia, de traiciones, y de una realidad tan cruda a la que cuesta muchísimo encontrar una sonrisa. Un repaso de lo que nos fue dejando, entre tantas cosas, cada año de un gobierno que llega al 2023 muy diferente del que comenzó en 2019. 

Por Jorge Ezequiel Rodríguez

2019
Pasaron tres años de aquel diciembre en donde las calles cambiaban el aire, y la gente se ilusionaba con un gobierno que prometía revertir el desastre de la gestión anterior, de Macri y los patrones, del aumento de la pobreza, del endeudamiento impagable, recortes en todos los ámbitos posibles, represión y muerte, y lo que sabemos de esos cuatro años que no se olvidan y de los que todavía seguimos sufriendo. Alberto Fernández como candidato para descolocar a todxs, un político que fue de un lado para otro, de ser la mano derecha de Néstor Kirchner en su primer gobierno, a cruzar la vereda, desprenderse de esa gestión, aliarse al Grupo Clarín y a los poderes económicos, con el Massismo y Felipe Solá, el peronismo conservador, operar para Repsol, y entre otras cosas criticar duramente al kirchnerismo. Cristina lo eligió como acompañante de fórmula. Esa decisión sorpresiva descolocó al campo político y a la sociedad en general, que luego la avaló con votos. “La coyuntura” era  lo que se repetía en las calles. La disputa era clara: dos modelos de país muy diferentes. Y ganaron las elecciones. Unos meses apenas de gobierno, de un país que caminaba con otra cara, y la pandemia de marzo como cachetazo a una realidad muy distinta de la que conocíamos.

2020
Año de incertidumbre. En marzo todo se frenó y el desconcierto convivió con cada uno de nosotros durante meses. Las primeras medidas, el encierro y la precaución que fueron acompañadas por casi toda la gente. El mundo sucumbía ante lo desconocido, y el laburante temblaba ante el paso de los días y el no poder salir a ganar el mango. El IFE y los ATP como parte de un Estado presente. Los “permitidos” y la salud estallada, los hospitales sin los recursos necesarios, los médicos sin dar abasto pero con el aplauso de una parte de la sociedad que poco después olvidó el esfuerzo de quienes pasaron de ser héroes a villanos. Un año atípico pero con las primeras contradicciones de un presidente que ejecutaba algo y volvía para atrás. Vicentín y el silencio posterior. El cuarto IFE que no apareció y los primeros sondeos de un posible acuerdo con ese monstruo que llegaba a un país para someterlo; el FMI. Miles de personas sin trabajo, rebusque más rebusque en una realidad paralela entre barbijos, víctimas fatales de la pandemia, y los hospitales colapsados. El campo y la Sociedad rural feliz pero en queja permanente. Una sociedad partida. Los que eran conscientes y la estupidez del descreimiento, antivacunas y libertarios con argumentos más similares a un sketch de humor que al presente mundial, y las calles entre contagios y manifestaciones antipopulares. Facundo Astudillo Castro y otra desaparición en democracia. El gobierno que esconde la mano. Berni, el mismo de siempre. Desalojo y represión en Guernica. El incendio intencional, las balas, Berni y el apoyo a la misma bonaerense que defiende por más sangre que corra en las calles, y que continúa siendo el terror en los barrios. Aborto legal y la lucha de las pibas conquistando más derechos. Un fin de año difícil pero con la ilusión puesta en los primeros vacunados y una campaña de vacunación como jamás en la historia. Hambre y falta de trabajo. Fiestas entre familiares que volvían a verse y un gobierno que continuaba haciendo malabares y que se distanciaba cada vez más del pueblo. 6 millones de niños que continuaban siendo pobres en todo el territorio. Y Milagro Sala seguía presa.

2021
Las renuncias y el comienzo del quiebre interno. Albertismo y Kirchnerismo en una puja que fue creciendo cada vez más. Vacunatorio vip, Verbitsky y la traición, más renuncias, campaña electoral donde “la campaña de vacunación” fue casi el único discurso. Acuerdo con el FMI, devaluación, inflación por las nubes, ajuste y más pandemia pero con la gente en las calles. Tehuel y otra desaparición en democracia. La mamá de Facundo Castro, la lucha y la búsqueda de Tehuel, y por otro lado, la “foto” con el libro “Operación Facundo”, y la caricia a Berni, que opera desde adentro y desde afuera. Un gobierno partido que se olvidaba de aquellas promesas para gobernar para los patrones extranjeros, el guiño al campo, más aliados a la oposición que a su propio partido político, y la puja interna que era cada vez más visible. Elecciones legislativas y el cachetazo duro. La foto del cumpleaños de Fabiola durante la cuarentena obligatoria y el quiebre de confianza de sus votantes. Macri de nuevo por las pantallas, Vidal como si nada hubiera ocurrido, Larreta y el asomo de cabeza, un tal Milei que de la nada se convierte en un peligro, y los libertarios extendiéndose por un territorio confundido y con ideas desarmadas. Un pueblo con hambre. Sueldos que no alcanzan. Desprotección de un Estado que no accionaba sobre los aumentos de alimentos de necesidad básica y de cualquier producto que subía sin freno y muchas veces sin sentido. El PRO sumando votos a solo dos años del incendio. Alberto, los discursos y la no acción, y la apertura de puertas a Manzur. Otro quiebre entre el gobierno y la militancia. Un gabinete que no encaja, o que se inclina. Más ajuste. Incendios en todo el país, la Ley de Humedales que espera en el cajón, y más minerías de las que poco se habla. Y luego las respuestas al FMI en vez de al pueblo. Cristina y el silencio. Las cartas entre ellos. La puja interna cada vez más fuerte y más visible. Los medios y los antagonismos. Y otro fin de año complejo, difícil, con una mesa que costaba llenar, con familiares reunidos pero preocupados, y una ilusión de que al menos en el 2022 la pandemia comenzara a ser un recuerdo. Y Milagro Sala seguía presa.

2022
Verano y explosión de la pandemia. Ya no hubo cierres pero sí devaluaciones día a día. Un dólar por las nubes, los precios sin precio, y el bolsillo cada vez más vacío. Petroleras en el mar argentino y la lucha popular para defender nuestros recursos naturales. De Ambiente poco desarrollo y firma por detrás. Alberto Fernández solo con su aparato interno y una brújula perdida. Guzmán y la renuncia. Massa y el súper ministerio. El FMI feliz y el pueblo con más hambre, con menos salarios, con personas obligadas a decidir cuántas veces comer al día. Ajuste y más ajuste. Desalojo y represión a la comunidad Mapuche. Mujeres embarazadas detenidas en condiciones precarias, Lewis y los privilegios. Un Estado menos presente en el territorio, y más cercano a los grupos empresariales, a los poderes extranjeros y a las fuerzas de seguridad, pero con un discurso frente al micrófono que dice lo contrario. Realidad paralela. Manzur y el “estamos creciendo”, y el hambre que aumenta. Tres años de gestión con promesas incumplidas, con excusas que ya pasaron, con un quiebre total de la economía y de esa alianza peronista-kirchnerista. Incendios en diferentes regiones del país de nuevo. Una problemática de la que “Ambiente” no tiene plan, pero sí gambetas. Y la lucha contra las petroleras sigue firme. Lawfare, jueces, Grupo Clarín, macrismo, y las reuniones clandestinas. Lewis el anfitrión de los privilegios. Fiscal Luciani y una causa en la que los argumentos se caen por todos lados. Militancia en la calle, Alberto en la Rosada, no se miran, no se cruzan. Violencia y discursos de odio. Medios hegemónicos y la operación de siempre. Atentado. Intento de Magnicidio. La bala que no salió y los discursos de odio que lograron el cometido, a medias, pero lograron que alguien saque el arma y dispare. La oposición que dice “calmar” las aguas de violencia, solo por unas horas. Alberto y la tibieza. El “partido judicial” intocable. Juicio a Cristina, la condena y la “renuncia” hacia las elecciones que vienen. Y Alberto en la misma. El gobierno que habla de crecimiento cuando todo se desploma, que precariza en el mismo Estado, que no acciona entre el desfasaje de lo que entra y lo que sale del bolsillo de cualquier laburante. Y un 2022 que termina con más de 17 millones de pobres en el territorio argentino, una cifra que lo dice todo. Y un 2023 que se asoma, con una realidad a resolver y con elecciones presidenciales. Y Milagro Sala sigue presa.

Anterior

Acompañamiento Terapéutico: desigualdades salariales de género

Próxima

La fuerza mapuche y Norita