Acompañamiento Terapéutico: desigualdades salariales de género

Imagen: Luly Dibuja

Las desigualdades salariales por género que se presentan en el ámbito de trabajo de lxs Acompañantes Terauticxs (AT) son una constante. Es reiterada la aseveración de algunxs acompañantes de la provincia de Entre Ríos que expresan que “la  brecha salarial de género no existe, ya que varones y mujeres facturamos el mismo valor de la hora”. Por eso, la necesidad de argumentar por qué esta afirmación no se condice con las realidades de las profesionales y resulta una generalidad desacertada e infundada.  

Por  Magdalena Carina Giordano

¿Qué se comprende desde los estudios de género por brecha salarial? Esta noción ha servido a los feminismos como herramienta para visibilizar las desigualdades que se presentan en los diferentes ámbitos laborales en donde se insertan las mujeres, ya sean labores, o actividades profesionales. La brecha salarial es la diferencia existente en la remuneración percibida por género a igual trabajo. Por lo general, las mujeres ganan un porcentaje menor que los hombres por el mismo trabajo, cargo o función.
Según un informe compartido en la página oficial del Gobierno Nacional Argentino publicado en junio de 2021, en trabajos formales los varones tienen un 30% más de ingresos que las mujeres al mismo trabajo y en la informalidad este porcentaje se acrecienta a un 35,6%. 
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando el valor por la hora de trabajo es el mismo sin distinción de géneros?, ¿podemos dar por sentado que ambos reciben igual remuneración por igual trabajo?, ¿existe igualdad en tales casos? ¿O acaso hay variables que nos están faltando revisar?   
Entre los indicadores a tener en cuenta podemos encontrar:

  • Segregación horizontal y vertical. Cuando las ATs mujeres entran al sistema laboral tienen que enfrentarse a una estructura masculina, que privilegia el trabajo productivo y dificulta su compatibilidad con las otras esferas de la vida como el trabajo reproductivo, el ocio y la participación política. La segregación horizontal se refiere a las dificultades que son generadas por los roles y estereotipos de género que recortan las posibilidades de acceder a lugares que han sido pre-fijados como “masculinos”. La segregación vertical son desigualdades que no permiten que la mujer ocupe puestos con poder decisorio, así como el poder modificar las condiciones laborales que las afectan. Podemos plantear aquí el interrogante de por qué si en el ámbito del AT en Entre Ríos quiénes ejercemos el ejercicio profesional somos mayoritariamente mujeres, los lugares con mayor poder de decisión en las instituciones son ocupados por los ATs varones. 
  • Los agentes sindicales, que deben trabajar por el justo reconocimiento salarial de todos los empleos están bajo la órbita de los varones coartando la posibilidad de que las problemáticas que atañen a las mujeres encuentren representación que les permitan accionar un reclamo que conlleve a su resolución. 
  • El impacto de los estereotipos de género que determinan la calificación de las tareas consideradas más “femeninas” o más “masculinas”. Las tareas más “femeninas” son consideradas empleos menos valorados socialmente.
  • En muchas ocasiones, las ATs mujeres reducen su jornada para hacer frente al trabajo no remunerado de cuidado de sus familias, parejas y especialmente a raíz de su maternidad. Produciendo un desequilibrio en la distribución de las tareas de cuidado y del hogar en la dinámica familiar y la posibilidad o no de conciliar la vida laboral, familiar. 

    Según la Encuesta Nacional del Uso de Tiempo, el uso del tiempo que las mujeres dedican al trabajo en todas sus formas es de 8:51 horas por día y los varones 7:51 horas. El mayor tiempo en las mujeres está concentrado en el trabajo no remunerado, a la inversa de lo que sucede con los varones: cuando se considera el tiempo social, las mujeres destinan 5:59 horas de trabajo no remunerado, mientras que los varones 2:45 horas. En cambio, en el caso del trabajo en ocupación, el tiempo social promedio es de 5:05 para los varones y de 2:51 para las mujeres. 
  • El presentismo y el uso de las licencias por responsabilidades de cuidado.
  • Las contrataciones diferenciadas. Empleadores que contratan varones porque creen que harán un trabajo mejor que si son mujeres quienes realizan esa tarea. 
  • Circunstancias individuales. Baja autoestima o auto minusvaloración. En las parejas, asociado a un rol patriarcal, el ingreso de las mujeres se concibe como algo complementario al del hombre. Las mujeres, por propia asunción de rol, interiorizan que su trabajo vale menos que el de sus compañeros hombres y negocian menos su salario así aceptan con más facilidad lo que se les ofrece, también tienen menos propensión a cambiar de trabajo por razones salariales especialmente cuando asumen en solitario el mantenimiento económico de sus familias.
  • La necesidad de la utilización de medios de transporte públicos y privados debido al inminente peligro que sufren las mujeres al caminar solas por la calle. Las mujeres no hemos conseguido aún, aunque vivamos en democracia, caminar libres y sin miedo. Tomar un colectivo, un taxi, o un Uber es una elección forzada por este factor. Las mujeres en la calle estamos en riesgo, por esa razón, trayectos que podríamos hacer caminando porque es cerca, porque queremos realizar actividad física, porque queremos recrearnos o simplemente porque queremos, es imposible. Y en este punto no se trata de que el peligro sea por la inseguridad a la que toda la población se ve afectada. Para las mujeres, corre peligro nuestra integridad física y nuestra vida. La violación y el femicidio es algo con lo que convivimos cotidianamente y por lo que hay que estar alertas y cuidarnos constantemente. 
  • El Pink tax o impuesto rosa, el concepto nació en 1992 en Estados Unidos por la Dirección de Asuntos del Consumidor, con el propósito de crear conciencia de la diferencia injustificada que pagan las mujeres en algunos productos. No es en realidad un impuesto, sino un costo adicional que se le impone a algunos productos por estar destinados a mujeres, es un sistema de fijación de precios discriminatorio sobre productos y servicios que se basan en el género.

El estado de California en el año 1995, fue el primero en promulgar un proyecto de ley para proteger a las consumidoras de la discriminación de género en los precios. Según el último informe presentado por la consultora Focus Market, sobre el relevamiento de datos para determinar el porcentaje de diferencia de sobreprecio promedio que pagan las mujeres, con respecto a lo que pagan los varones, por productos de similares características, muestra que: en el último año en Argentina con 515 puntos de venta relevados, con 14 productos relevados y 5 tipologías de productos, el porcentaje de diferencia de precio promedio en 2022 es de un 12%
En junio de este año con la intención de acotar esta desigualdad, fue presentado por la senadora Nora Giménez un proyecto de “Ley de Equidad de Género en los precios de bienes de consumo”. 

  • Gestión de los métodos anticonceptivos. Hacerse cargo de los cuidados anticonceptivos de manera unidireccional, es decir sin ser una responsabilidad compartida en las parejas heterosexuales instala otra desigualdad, muchas veces esta responsabilidad recae únicamente sobre las mujeres.
  • Gestión de la higiene menstrual. Esta variable se ha convertido en los últimos tiempos en un factor decisivo para pensar la brecha salarial por género ya que el desembolso de dinero para cuidar la salud e higiene menstrual es realmente significativo para las personas menstruantes. Según la organización feminista interdisciplinaria liderada por mujeres “Ecofemidata” a través del informe “¿Cuánto cuesta menstruar?”, el precio promedio por unidad de las toallitas en el mes de septiembre de 2022 era de $25.78 y los Tampones $27.08 considerando un promedio de 13 ciclos al año y 22 productos por persona, esto representa un costo anual por persona de $7373.43 si se utilizan toallitas y $7745.14 con tampones. Todo esto teniendo en cuenta que es la higiene menstrual de una persona en la familia, cuando son más que dependen de los ingresos de la profesional, en el caso de tener hijes o personas a cargo, los costos se elevan. Ecofeminita desde 2017 lleva adelante #MenstruAcción la campaña para exigir políticas públicas para revertir esta desigualdad, como por ejemplo la quita del IVA y la provisión de estos productos a sectores sociales más vulnerables y la elaboración de datos estadísticos oficiales. 
  •   Acceso desigual a herramientas digitales. La brecha digital de género se refiere a las diferencias entre varones y mujeres en el acceso a equipos informáticos y en el uso de dispositivos electrónicos e Internet (TIC). Desde los estudios de género se ha podido visibilizar que, hay una marcada desigualdad de género en términos de acceso, propiedad de dispositivos digitales, fluidez digital y en la capacidad de hacer un uso significativo del acceso a tecnología. Si bien la imposibilidad de poseer dispositivos es una fuente clave de exclusión, existen también normas socioculturales que restringen el acceso digital de las mujeres.

La inclusión digital opera como ventaja competitiva y clave en materia de integración, contribuyendo también de un modo significativo al bienestar, las mujeres no pueden quedar al margen de este proceso, que supone formar parte activa de una sociedad y constituye un factor de empoderamiento. “Las mujeres, tienen derecho a aprovechar las ventajas que dichas herramientas proporcionan en términos de aumentos de la productividad en el trabajo, mayor eficiencia en el uso del tiempo y en la búsqueda de empleo, menores costos de acceso a información en ámbitos como la salud y la educación”, explican en el informe del Observatorio de Igualdad de género de América Latina. Notas para la igualdad N°10 septiembre de 2013.
Luego del desarrollo de estas múltiples variables presentadas es evidente la necesidad absoluta de desacreditar la afirmación reiterada por parte de algunos colegas ATs “la  brecha salarial de género entre ATs no existe, ya que varones y mujeres facturamos el mismo valor de la hora”, ya que para enunciar no se han tenido en cuenta los desarrollos aquí presentados, que producen un efecto amplificador de la mirada respecto a la brecha salarial por género que prevalece en nuestra sociedad y de la cual nuestra profesión no está exenta. 
Es intención, un poco ambiciosa de parte de quien escribe este humilde texto, que este sirva como herramienta de reflexión y de lucha para exigir que se visibilicen las injusticias sociales que afectan a las trabajadoras y que las instituciones que regulan nuestras prácticas realicen acciones concretas para erradicar las violencias en sus diversos tipos y modalidades destinando presupuesto real con personas idóneas para diagramar transversalmente y ejecutar las políticas que velen por nuestros derechos. 

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