“Aceite de avión”: una bomba a punto de explotar

Ante la muerte de la joven actriz Silvina Luna, luego de años de tortura física y mental a raíz de la aplicación de “metracrilato” en su cuerpo, se puso en debate público, tanto en medios de comunicación como en las redes sociales, el tema de la mala praxis. También vemos como el dedo acusador recae sobre la víctima y poco sobre el victimario.

Por Florencia Guimaraes


Algo que se sigue invisibilizando, es la presión social que atravesamos las feminidades por alcanzar cánones de belleza que nos impone el sistema patriarcal y capitalista, desde niñas. Los cánones de bellezas irreales de la cultura occidental, sumado al rechazo a las corporalidades que no encajan en estos parámetros, nos arroja a incurrir a intervenciones que afectan la salud física y mental. Quienes tienen dinero sufren las “malas praxis”y quienes somos empobrecidas atravesamos esas prácticas en la clandestinidad inevitablemente. Ahora, si bien el caso de Silvina, nos duele a muchas personas, hay miles de otras muertes por causas casi idénticas que quedan en el anonimato, sin justicia de ninguna índole, incluso, esas vidas, no le duelen a casi nadie. Hablo de las feminidades travestis y trans, quienes hace décadas venimos gritando, sin ser escuchadas, que la silicona industrial y sus derivados, nos matan.
Vivir con silicona es tener dentro de tu cuerpo, una bomba a punto de estallar, es saber que tarde o temprano comenzarán los dolores, las cangrenas, la fiebre, las trombosis e incluso las mutilaciones que derivan de la putrefacción de esta.
En el caso de las travestis, sufrimos la doble opresión social. No solo debemos encajar en los estereotipos de belleza que les imponen a muchas mujeres cis, sino que además, tenemos que lograr tener esos cuerpos que impone el mercado de la explotación sexual, teniendo en cuenta que aún a la mayoría de nosotras, sólo se nos sitúa en la prostitución, incluso desde niñas.
Una de las herramientas más poderosas que dispone el patriarcado y el capitalismo, para mantenernos bajo su control, tiene que ver con las inseguridades que nos inyectan desde pequeñas acerca de nuestros cuerpos. Es el mercado quien opera sobre nuestras subjetividades y nos hace caer sistemáticamente en sus trampas.
Es tiempo de comenzar a visibilizar y trabajar sobre esta temática. Es urgente que se nos escuche a las travestis, que el sistema de salud deje de patologizarnos y estigmatizarnos y procure formarse para tener una atención que garantice el trato digno de todas aquellas que por el motivo que fuese, lleguemos a él, buscando alivio a tanto dolor.
Cuando se habla de silicona industrial, llamada coloquialmente “aceite de avión” se piensa solo en las travestis, y si bien la mayoría de nosotras incurre a esa practica ilegal, hay mujeres cis que también lo hacen. Mayormente con una gran diferencia, las travestis en nuestras casas de forma casera, las mujeres cis, en quirófanos, centros de estética y con cirujanos famosos.
Entonces cuando una travesti tienen complicaciones de salud, no cuenta con dinero ni obra social ¿Cómo termina ese cuerpo? Si bien en la Ley de Identidad de Género Argentina (26.743) el art.11 habla de acceso integral a la salud, aun hoy no se cumple en su totalidad, y por ende se sigue incurriendo a la clandestinidad de la aplicación casera de silicona.
Entonces vuelvo a preguntar ¿Toda muerte por aplicación de estas sustancias duelen de la misma manera? ¿Por qué no se habla de las muertes travestis y trans por silicona? Y de quienes vivimos mal por tener esta bomba en el cuerpo ¿Quién habla, o piensa en políticas de salud? Tenemos todes como sociedad la responsabilidad de trabajar por otro mundo, uno en el que nuestros cuerpos no nos den vergüenza, donde el deseo deje de ser magro, un mundo en el que las futuras generaciones de travestis puedan amar sus cuerpos sin sentirse en la obligación de intervenirlo, y si así lo deseasen, sea de manera saludable sin poner en riesgo sus vidas.

*Florencia Guimaraes, activista travesti. Presidenta de La Casa de Lohana y Diana de San Justo.

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