Alejandra Santoro nació en Buenos Aires en 1986. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación con orientación en Periodismo (Universidad de Buenos Aires). Trabajó en diversas revistas literarias, culturales y de interés general. Recientemente lanzó su primer libro de poemas, El mecanismo del agua. El sábado pasado participó de Redistribución de la palabra, el ciclo de entrevistas dirigido por Natalia Carrizo.
¿Cómo surgió tu interés por la escritura?
Creo que le tengo que dar crédito a la timidez. Desde chica siempre fui introvertida y, de alguna manera, tuve que construirme algún refugio. Lo primero que encontré fue la lectura y después, como un ejercicio que se fue dando, vino la escritura. Era agarrar el libro y ser otra persona, estar en otro mundo, era encontrarme y escaparme.
A través de la lectura, porque la necesitaba, me fui conectando con la escritura. Siento que mi forma de expresión más genuina es la escritura, más que la oralidad. Desde chica, de alguna forma le di a la palabra un poder sobrenatural. Por ejemplo, si mis papas estaban peleados, escribía en un papel “que no se separen, que se mejoren”, y para mí eso tenía un poder casi como una pócima.
Después, esa mirada infantil sobre la palabra se fue transformando, pero confirmé el enorme poder que tiene la palabra, no solo para construir y generar puentes, sino también para destruir, aplastar, clausurar el sentido. Tengo una relación amor-odio con el lenguaje. Lo amo, pero por momentos me peleo mucho. Lo que nunca ocurrió fue que pueda dejar la palabra.
Siempre necesité escribir. Así fue como hice el camino, primero estudié comunicación. Me acerqué desde el periodismo, pero lo que más me gustaba era la narrativa y empecé a mostrar a partir de las redes.
Hay un doble juego con la palabra. Hace lazo pero a la vez puede ser un latigazo ¿En tu poesía jugás con esa doble función?
Sí, cuando leí mi libro me di cuenta de mis contradicciones. Tal vez decía “esto no está bien”, pero sí, se trata de eso. Creo que ese es el juego de la palabra: es caricia, pero es cuchillo también. Me gusta jugar con eso, quebrar el sentido. Hay que entender que no tiene sentido, son construcciones que vamos haciendo.
¿Cómo fue el momento en que decidiste sacar el primer libro?
Siempre tuve la idea y las ganas de publicar. Nunca había usado las redes sociales, estaba peleado con tener que mostrarme en ese espacio. Pero en un momento me di cuenta que el puente para llegar al otro son las redes. Cuando surgió Instagram, empecé a compartir en una cuenta que se llamaba Fragmento Carne. Fui ganando confianza, perdiendo la vergüenza a la mirada del otro y empezó a ver cierta reciprocidad. Entrar al mundo de las redes me hizo conocer otras voces increíbles, me ayudó a crecer, a metamorfosear mi voz y, por ende, mi escritura se transformó. Empecé a escribir sobre otras cosas.
En abril del año pasado me contactaron de Hojas del Sur, con la pregunta que todo escritor quiere recibir, que fue si quería publicar. Fue un viernes y para mí fue el viernes más hermoso. Ahí se materializó este deseo de hacer un libro, y ahí empecé a escribir los textos. Algunos ya los tenía pero gran parte se hicieron durante la pandemia. Al principio me costaba, porque estábamos en el comienzo de la pandemia. Me costaba más encontrar la inspiración. Después surgieron otras cosas y tuve mucho tiempo para volver a conectar con la lectura, con las películas.
¿Recordás algún libro que te haya marcado cuando eras chica?
Me acuerdo de un libro que leí que creo que no es muy conocido, que se llama Flores en el ático. Yo era pre adolescente. Después me aproximé a los grandes como Cortázar, Borges, García Márquez, Una cosa llevó a la otra y me enamoré de otros autores como Leonardo Castillo, Bukowski. También la facultad me aproximo a otros autores por fuera de lo narrativo.
Siempre fue mi refugio la lectura, lo sigue siendo hasta hoy. Soy de leer varios libros al mismo tiempo, me gusta mucho la intertextualidad. Tal vez estoy leyendo narrativa, poesía y algún ensayo, todo al mismo tiempo. Tal vez salto de una cosa a la otra. Me gusta hacer dialogar a los libros que estoy leyendo. He tratado de ordenarme y leer un solo libro a la vez pero no puedo. Tengo una lectura desordenada pero me gusta, surgen nuevas cosas y son alimento para las cosas que después se escriben.