Bienvenides al merendero

Desde el primer día de la cuarentena obligatoria resuena una orden dentro de todxs tan natural que parece que siempre estuvo ahí dispuesta a ser obedecida; sin pelear con ningún cuestionamiento ni contradicción, la orden de “Quedate en casa” anidó fácilmente y se fundió con el día a día. Pero en los barrios esas palabras no arraigaron tan fácilmente, peleó rápidamente con el ave de rapiña cotidiana que brota y grita desde dentro del estómago ¿Si no se sale hoy a trabajar qué se come mañana?
En la localidad bonaerense de González Catán, más precisamente sobre la ruta 1001 (allí donde territorios descampados son objetivo de negociados propios de la gula municipal), vecinxs tomaron y ocuparon un basurero y deshuesadero de autos robados, dando forma al “Barrio 17 de Septiembre”, un barrio que viene resistiendo el brazo represivo del estado desde hace varias fechas; un barrio que se volvió a asentar hace alrededor de un año después de su brutal desalojo, destrucción y quema de casas. Dicho operativo represivo les quitó todo, menos la determinación y la solidaridad, por lo que sus habitantes volvieron a levantar el barrio, esta vez con más organización y comunicación.
Colectivamente se plantaron creando una identidad; fueron construyendo las casillas de los vecinos, armando las calles del tamaño que la municipalidad exige, porque, habrá visto, ningún pobre quiere vivir amontonadx; y si el espacio y la organización lo permiten se crea un espacio digno. Como toda creación de identidad necesita empezar por ser nombrada: en cada esquina se alzan firmes carteles con los nombres de cada calle y la que la cruza. Un fuerte viento recorre todo el descampado esquivando las casillas y siendo un aliado por lo menos en esta época otoñal del año haciendo más ameno el sol que reseca y resquebraja las calles de tierra, así como la esperanza de una vivienda propia lo hace con los ánimos de quienes levantan el barrio.
En el corazón del barrio, cobijado por las casas que toman forma día tras día y palpitando siempre al ritmo de la necesidad de lxs vecinxs, se encuentra el “Merendero 26 de Junio”, dando vitalidad a la tierra y siendo trinchera de proyectos culturales, poniéndole el pecho a toda crisis que amenace al “17 de septiembre”. Este espacio, que a raíz de la cuarentena por el COVID-19 funciona también como comedor, es llevado adelante por muchas manos vecinas, entre ellas las de Maribel, vecina y militante del Frente Popular “Darío Santillán – Corriente Plurinacional”, que nos recibe con un abrazo y una sonrisa que no puede ocultar ningún barbijo.
Mientras dure la cuarentena sanitaria y el hambre azote en los barrios humildes, en el “Merendero 26 de junio”, se cocina dignidad en forma de olla popular, y Maribel empieza a descubrir la historia del barrio que crece y resiste desde abajo. “La organización acá surgió a través de estas personas que venían a lucrar con la necesidad de la gente. Solamente velaban por el bien personal, no el bien común. Entonces a través de eso, nosotros nos empezamos a organizar, para que los vecinos sepan cuáles son nuestros derechos, como es hacer política desde el barrio, política colectiva, atendiendo las necesidades, aprendiendo la solidaridad. También saber que nosotros como personas, no importa que estemos en una toma, tenemos derechos, a la salud, a la educación, a los servicios básicos. Nosotros no queremos política impuesta desde arriba, hacemos política humanitaria, sin pedir nada a cambio, aprender de abajo como hacer política para que no falte el pan del día de nuestros hijos.” Nos cuenta Maribel.
Mientras las ollas cargadas con varias municiones de arroz son revueltas y una salsa burbujea esperando acompañar el plato de menú que llenará todo tupper u olla vacía de las familias que se vayan acercando; otro grupo de vecinos con tierra y un par de herramientas van levantando un horno de barro para el comedor, pensado estratégicamente para hacer pan para que lxs niñxs acompañen el mate cocido de todas las mañanas. “Toda donación hay que saber recibirla y hay que saber qué hacer con ella, por eso hacemos el horno de barro” nos dice Maribel exponiendo sus estrategias de guerra frente al duro porvenir que no da descanso ni para bajar la guardia.
Pudimos ver como lxs vecinxs se ponen espalda con espalda para enfrentar los golpes que vienen de todos los frentes, el COVID-19 es solo un nuevo enemigo al que dar pelea, mas bien es un condicionante y una reestructuración a las amenazas y prioridades cotidianas: la falta de agua, la falta de electricidad, la falta de escuelas, la falta de salud, la falta del Estado; el Coronavirus solo vino a colarse en esta fila de ausencias y ponerse al frente de todo.
Lejos de quedarse sólo en el reclamo y en la espera eterna por contar con esos derechos básicos, Oscar (otro vecino del barrio) cuenta sobre el proyecto comunitario de crear una salita de Emergencias y hace saber su orgullo por una bomba de agua manual que también pudieron instalar. Él, entre una voz que pelea entre la fortaleza y la tristeza (ya que el desempleo y la incertidumbre actual presiona sobre sus hombros, teniendo una familia que alimentar) exige que alguien del gobierno se presente, que garantice el derecho de todx ser humanx a la vivienda digna, mientras cuenta cómo las heridas de balas de goma en su pierna no le dejan olvidar el feroz desalojo del 2018.
Dichos operativos son otras de las cosas que resuenan mucho entre lxs vecinxs; Brenda, también vecina, nos cuenta sobre cómo la policía durante una represión al barrio la golpeó en la cabeza y la desmayó de un golpe; comparte también videos donde se puede ver a vecinxs yendo a pedir explicación a la policía y obteniendo tan solo un chorro de gas pimienta en la cara como respuesta; demostrando así que realmente el Estado no está ausente, sino que se hace presente solo con su brazo represivo. “Siempre tenemos el miedo de que llegue esa orden de desalojo y quedemos fuera de nuestra casa, de este lugar, de este predio donde era un basural, donde el municipio ni nadie se hacía cargo y que nosotros lo levantamos e hicimos un barrio” dice Brenda hablando de ese miedo pero con un tono y palabras que denotan la determinación y firmeza con la que se encuentran luchando actualmente.
Arquitectxs de un sueño de barro y pala, de arroz y panzas llenas, en los márgenes de La Matanza, en lo profundo de una toma, crece esta experiencia de política horizontal, con la fuerza de lo colectivo, enfrentando el individualismo y la resignación. Exigiendo un Estado presente y no paternalista, que ofrezca algo más que represión y punteros políticos, uno que escuche y obedezca. Algo que tienen muy en claro que no va a venir en el pack de promesas electorales, sino que se consigue con lucha y organización estando en el barrio. Por eso el “Merendero 26 de junio” es un verdadero refugio de abrazos solidarios en tiempos de distanciamiento social, trinchera de lxs que se cargan el barrio al hombro, y día a día, alimentan cientxs de pibes y pibas como artesanos del mejor mate cocido caliente con torta fritas, como del guiso de lentejas más rico que cualquier pandemia conoció.

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