Contaminación de primer mundo: quién o qué es Equinor

Foto: Leandro Sanchez

La petrolera noruega es la gran beneficiada de los permisos de exploración que acaba de avalar la cartera de Ambiente. Ultra cuestionada en su país de origen, es observada como una de las grandes muestras de “greenwhashing” del ámbito petrolero. Extractivismo y corrupción a la nórdica.

Por Patricio Eleisegui

Arrecia la batalla contra la explotación petrolera que intenta activar la gestión extractivista que encabeza Alberto Fernández. A la movilización popular, herencia directa de las batallas ganadas al saqueo ambiental en Chubut y Mendoza, se contrapone una retórica oficial –multiplicada a los cuatro vientos por las principales empresas periodísticas– que sigue vaciando de contenido el concepto de sustentabilidad.
A esta altura, no es ningún descubrimiento que las compañías y los modelos políticos que más afectan la vida en el planeta han contaminado fuerte hasta la idea de ecología. Ahora, el Gobierno volvió a jugar esa carta: pretende instalar como bondades verdes el bombardeo del lecho marino a través de la exploración sísmica, el sacrificio de las especies, y la entrega de la biodiversidad del océano a una empresa del selecto –y siempre alabado por las distintas dirigencias– primer mundo. 
En pleno #Atlanticazo corresponde, también, dirigir la mirada hacia la gran ganadora de este nuevo gesto de entrega promovido desde Nación: la petrolera noruega Equinor. Firma que comenzó a mostrarse fuerte por este lado del mundo a partir de abril de 2019. 
Por aquel entonces, el macrismo entregó permisos de exploración en la plataforma marina doméstica por 1 millón de kilómetros cuadrados. Equinor fue una de las 13 compañías que ofertaron casi 1.000 millones de dólares por 18 áreas marinas bajo control argentino. 
En ese momento la escandinava se hizo con licencias para operar en los bloques CAN 100, 108 y 114. La decisión del Ministerio de Ambiente que lidera Juan Cabandié de habilitar la exploración confirma que la depredación de los ecosistemas es política de Estado.
De regreso a Equinor, la empresa es un publicitado lavado de cara de la conocida Statoil y un gigante en términos de facturación: sólo en los primeros 9 meses del año pasado la petrolera facturó algo más de 5.200 millones de dólares. 
En 2018, Statoil cambió de nombre previo comunicar que la decisión de rebautizarse como Equinor se correspondía con la voluntad de migrar hacia la producción de energías “limpias”. Greenwhashing de pura cepa: dos años después, la misma compañía ponía en marcha el campo petrolero más grande de Europa occidental. 
También dos años después, la noruega reconocía en sus ejercicios contables que apenas si genera 0,7 gigavatios de renovables. Siempre en 2020, la empresa oficializó su decisión de incrementar la extracción de petróleo y gas alrededor del mundo durante los próximos 6 años.  
Organizaciones como ClientEarth exponen al detalle varias características de la operatoria de Equinor: la empresa hasta ahora no ha mostrado voluntad de reducir sus emisiones –la estrategia de negocios que promueve marca claramente lo contrario–. Y se mantiene al margen de las propuestas impulsadas en el Acuerdo de París de 2016.
Según la ONG mencionada, la petrolera integra varias asociaciones comerciales que al día de hoy se ocupan de obstaculizar la mayoría de las medidas que se proponen para mitigar el calentamiento global. Así, es uno de los pilares de entidades del segmento hidrocarburífero como American Petroleum Institute (API), Fuels Europe y Australian Petroleum Production & Exploration Association (APPEA).
“Documentos filtrados muestran que Equinor presionó al gobierno del Reino Unido para que este desempeñe un papel de patrocinador en la COP26. Y que hizo algo similar para diluir el alcance de las normas ecológicas de la Unión Europea relativas a los gases fósiles”, señala un informe de ClientEarth. 
Las maniobras de corrupción son otra característica del perfil de la petrolera. En 2003, momento en que la firma aún operaba como Statoil, sendos directivos de la compañía fueron investigados hasta por la estadounidense SEC –la comisión de bolsa y valores– por pagos irregulares para hacerse con contratos petroleros en países de Oriente medio. 
El escandaló redundó en la renuncia de ejecutivos y la cancelación de acuerdos con pares como la iraní Horton Investments. 
Por esta misma causa, la Justicia noruega aplicó a la compañía escandinava una multa del orden de los 20 millones de coronas de ese país –algo así como 2,2 millones de dólares–. Ya en 2006, tribunales estadounidenses fijaron una sanción de 21 millones de dólares tras probar que la directiva de Equinor sobornó a funcionarios públicos iraníes para obtener información confidencial del escenario petrolero en la república islámica.
En mayo de 2013, las autoridades europeas inspeccionaron las oficinas de Equinor –ahí también, Statoil–  en Stavanger, Noruega, en el marco de una investigación por manipulación de los precios internacionales del petróleo. Se expuso que desde 2002 hasta ese momento, en sociedad con Shell y British Petroleum (BP), la escandinava aportó valores “inflados” a Platts, una de las agencias que fijan la cotización internacional del crudo.
Ahora hablemos de contaminación: en noviembre de 2019, el periódico noruego Dagens Næringsliv definió a Equinor en uno de sus artículos como “infractor reincidente, sin dar seguimiento y corregir las violaciones encontradas”. 
La nota en cuestión expuso que la “dirección ambiental de Noruega descubrió violaciones graves en una serie de instalaciones de Equinor, que van desde derrames de productos químicos en plataformas marinas hasta fugas de gases climáticos en la refinería de la empresa en Mongstad –condado de Vestland, Noruega–”. 
“Los hallazgos refutan la constante jactancia del gobierno noruego y los funcionarios de la industria petrolera de que su producción de petróleo y gas cumple con los más altos estándares ambientales y climáticos del mundo. Los líderes de Equinor están acusados ​​de violaciones en varias instalaciones, en campos petrolíferos alrededor de toda la plataforma continental noruega y en tierra”, afirmó la prensa local.
De acuerdo a lo divulgado por Dagens Næringsliv, “la plataforma Troll B de Equinor en el Mar del Norte ha tenido derrames químicos ilegales de bombas de agua de mar. Se envió una advertencia al respecto en 2017, pero la plataforma aún no documentó que se ha hecho para limitar los derrames”.
La contaminación generada en Mongstad generó nuevas denuncias de la autoridad ambiental noruega ya en enero del año pasado. El diario local Norway Today señaló a fines de ese mes que, en distintos informes internos, Equinor reconoce que lleva décadas generando emisiones nocivas en esa zona con salida al Mar del Norte. 
“Soy consciente de que la Agencia de Medio Ambiente de Noruega ha denunciado a Equinor Mongstad ante la policía por dos asuntos: contaminación aguda como resultado de roturas de tuberías durante el verano (noruego) pasado. Y por descargas al suelo de las operaciones de la refinería en Mongstad, en diciembre del año pasado”, declaró Sveinung Rotevatn, ministro de Clima y Ambiente del país nórdico, a principios de 2021.
“El caso de daño ambiental de Equinor en Mongstad es muy grave. Ha provocado una gran contaminación por hidrocarburos en el suelo”, agregó. 
De esta forma, con estos antecedentes, se perfila Equinor para iniciar la exploración sísmica en la Cuenca Argentina Norte. Con viento político a favor y la publicidad estridente de empresa de primer mundo. Como si esa sola condición-etiqueta bastara para habilitarlo todo. Apuntalada por una gestión que desde su inicio le declaró la guerra a la conservación. 
Abrazada por este, el primer gobierno en liberar al mundo una variedad de trigo transgénico. Gemelo infame del funesto extractivismo macrista. La presidencia actual, misma que durante los peores meses de pandemia declaró actividad esencial al agronegocio que fumiga. Gestión que a través de sus legisladores recientemente dejó caer el proyecto de ley de humedales, que aprobó el marco de etiquetado a regañadientes y por presión popular. 
Modelo que impulsa la megaminería a como de lugar, el saqueo del litio, los incendios que se combaten mal y a destiempo. El sacrificio del Paraná: autopista de la soja, la carne, el oro, la dignidad que se va. Regalada como otro “commodity”. Gobierno de un primer mandatario que le pone dos de azúcar al café de Syngenta y celebra las corbatas de la plana mayor de Bioceres.
Presidencia, esta, otra más, que en su búsqueda de perpetuidad en el poder no duda en seguir hipotecando el futuro inmediato de cada uno de nosotros.

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