Del lado Pakapaka, siempre

Por Editorial Sudestada

Sobre el “rumor” de cerrar Pakapaka, la mentira “tiktokera”, y el festejo del fascismo

“Mi mamá me dijo que Pakapaka baja ideología sobre historia”, había dicho Marra, creyéndose español. Y Espert -que de desprecio hace un modo de vida- publicó en sus redes sociales: “Varias cabezas podridas por esta mierda que se va, agradecidas”, haciéndose eco de una falsa “despedida” de -para ellos- “un programa de televisión”, cuando en realidad es un canal.

En la semana del “adoctrinamiento” lo que busca el fascismo es justamente adoctrinar, ¿y cómo lo realiza? quitando temas de debate, cortando de cuajo la posibilidad del revisionismo histórico, la diversidad de voces, que la cultura y el contenido para infancias esté ligado a la frivolidad y al no pensar, subestimando lo que los pibes y pibas puedan sentir sobre la realidad. En la lógica empresarial y la censura del “partido militar” -y repitiendo lo de Macri allá por el 2018- la etapa del vaciamiento cultural se profundiza, y antes de “apretar el botón” largan el “rumor” o para distraer o para dar un pasito a ver qué sucede. Lo cierto es que en Pakapaka no hay ninguna notificación sobre el posible cierre. Sin embargo el fascismo ya festeja porque -entre tantas cosas- en este canal se habla de historia, de Memoria, y eso expone el plan político, económico, social y cultural que muestran día a día. Los abanderados del “olvido” sueñan con una sociedad individual a la que solo le importe su propio ombligo, sus necesidades, y jamás vea al otro como a uno mismo. Y ni hablar de que para ellos “los pibes y pibas sentaditos, formados, repitiendo y acatando órdenes de adultos más adoctrinados todavía”.

Les molesta Zamba porque es morocho, pensante, curioso, preguntón, que come chipá, y además propone conocer la historia de una manera entretenida. Les duele que la palabra pueblo, derechos, causas, luchas y revolución, se instale en las infancias. Les molesta que los pibes tengan un pensamiento crítico, que el poder de interpretación exista, y que el análisis no esté vapuleado por la repetición -sin contenido- de las redes sociales.
Pakapaka sigue, aunque al fascismo le duela.

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