Doctrina del glifosato: el veneno va a la escuela

A través de cámaras y entidades que las representan, las empresas de los agrotóxicos y los transgénicos penetran en las aulas mediante un abanico de acciones, como concursos para infancias y adolescencias y capacitaciones para docentes. El adoctrinamiento de alumnas y alumnos como blindaje social. La construcción de un entramado ideológico para hacerse con el control de lo que conocemos como agricultura.

Por Patricio Eleisegui

“Nuevamente bajo el lema ‘Hacer las cosas bien y poder mostrarlo’, el concurso pretende motivar a la comunidad educativa –autoridades, docentes y estudiantes– a llevar adelante un proyecto de implementación real y efectiva de las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA)”.
De esa forma, y logo colorido mediante, se presenta “Futuros Líderes BPA”, un concurso diseñado por CASAFE, una de las dos cámaras que integran a los fabricantes y comercializadores de agrotóxicos en la Argentina –la otra es CIAFA, de menor peso en cuanto a nombres nucleados–, con el fin de adoctrinar a estudiantes de escuelas técnicas y agrarias de todo el país respecto de por qué es positivo seguir utilizando venenos como el cancerígeno glifosato.
La convocatoria concluye el 23 de este mes y contempla, para las y los ganadores, un “viaje a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con todo incluido”. Hay más: “El viaje durará 2 días y se realizará la semana del 11 de octubre de 2022. En esa visita el alumnado presentará sus trabajos, y se encontrará con el equipo de CASAFE”.
Además del viaje y el “city tour”, la cámara también promete repartir impresoras, lectores para e-books, tablets y mochilas. Como no hay límites para la intromisión de las empresas de los agrovenenos en las aulas, entre las condiciones del concurso la entidad se permite exigencias como esta: “Las escuelas concursantes aceptan colocar un póster entregado por CASAFE con el nombre del concurso, para identificar a la escuela como participante”. 
Otra: “Las escuelas ganadoras autorizan expresamente a CASAFE a difundir sus nombres e imágenes en los medios y formas que este considere conveniente sin derecho a compensación alguna”.

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“Futuros Líderes BPA” acumula varias ediciones. Lamentablemente, este tipo de movidas no representan una rareza. 
Organizaciones y empresas del agronegocio basado en la siembra de transgénicos y el uso de plaguicidas, así como también las asociaciones de la ganadería “feedlot”, marcan presencia en los espacios educativos a partir de una estrategia de responsabilidad social empresarial que incluye desde convocatorias y premiaciones hasta “capacitaciones”, entrega de material “didáctico” y cursos.
Todo, especialmente diseñado para solidificar la idea de que las fumigaciones y la producción intensiva de “commodities” y su posterior colocación en los mercados externos son lo mejor que le puede pasar al país. “Futuros Líderes BPA” es respaldado por entidades del campo como CARBAP y CREA, pero también por organismos y dependencias estatales como SENASA y el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.
Ministerios de las provincias de Salta, Corrientes, Tucumán, Chubut y Misiones, municipios de la talla de Campana y empresas privadas como Ledesma y Ombú, están quienes respaldan incluso económicamente el culto al veneno que CASAFE divulga en las aulas.
No satisfecha con esto, la organización aún mantiene online una herramienta de publicidad orientada al público infantil: la historieta Mati y Rufo, lanzada en 2015 y que relata las aventuras del nieto de un fumigador y su perro en la cruzada por erradicar gusanos en cultivos de maíz. 

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En el relato, el mosquito para pulverizaciones terrestres con glifosato y otros pesticidas es tildado de “nave espacial”, el abuelo vestido con el traje de aplicador –este último, con menos avistamiento en el agronegocio argentino que el Nahuelito en Bariloche– se considera “robot de Star Wars” y el choclo transgénico es “rico” y se convida.
AAPRESID, la asociación que integra a los sojeros de la siembra directa, hace gala de otras opciones para fomentar la educación pro agrotóxicos. La iniciativa lleva el nombre de “Aula AAPRESID” y comprende charlas para infancias y adolescentes con foco en la promoción del modelo transgénico.
“En lo que va del 2022, ya son varios los socios que visitaron las instituciones aledañas a sus regionales ‘haciendo aula’. Por poner algunos ejemplos, los socios de Guaminí Carhué estuvieron en INTA Naredo, en tanto que los de Justiniano Posse se hicieron presentes en la Facultad de Ciencias Agropecuarias de Córdoba. Por su parte, los socios de La Pampa pasaron por el Colegio María Auxiliadora de General Pico, los de Adelia María recorrieron la empresa Ceibo Digital y los de Paraná visitaron la escuela Edupro”, se jactó la organización a través de un comunicado divulgado en la segunda mitad de abril.
“Aula AAPRESID” suma más de 12 años de acción ininterrumpida. En su primera década de funcionamiento la asociación logró divulgar el mensaje dañino en más de 250 escuelas de al menos 80 localidades distribuidas en todo el país. En algunas de las fotografías publicadas por la organización en su sitio institucional pueden observarse a representantes de AAPRESID bajando líneas del agronegocio a niñas y niños con uniformes de jardín de infantes.

“Surge de una necesidad de conversar con otros acerca de lo que hacemos cada día en el campo y mejorar juntos. Desde alumnos de escuelas primarias hasta decisores políticos. Contar y contagiar este compromiso y responsabilidad que nació hace más de 30 años con los fundadores de AAPRESID y que profundizamos de forma permanente buscando herramientas, tecnologías, prácticas que nos ayuden a producir más cuidando el ambiente…”, dice María Beatriz “Pilu” Giraudo en uno de los videos de promoción del programa.
Giraudo es presidenta honoraria de AAPRESID y ex funcionaria del Ministerio de Agroindustria durante el gobierno macrista. Fue coordinadora de Políticas Publicas de Desarrollo Sustentable de la Nación. 
Desde la función pública ejerció la defensa del glifosato hasta más no poder. En junio de 2016, en un evento ganadero celebrado en Colombia y como representante de Agroindustria, dijo respecto del herbicida que “no hay ninguna evidencia en el mundo que muestre algún problema en la salud humana o el medio ambiente por su uso”.

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Después está ArgenBio. El nombre refiere al Consejo Argentino para la Información y el Desarrollo de la Biotecnología, una oficina montada por Monsanto Bayer, BASF, Syngenta y Corteva para viralizar el negocio de los transgénicos. Vía un pelotón de biotecnólogos entrenados por estas compañías, la organización brinda cursos y entrega materiales a docentes de escuelas de zonas agrícolas de Argentina y la región.
“Hasta diciembre de 2021, 20.300 personas realizaron las capacitaciones de ArgenBio en 179 cursos presenciales y 22 cursos virtuales, cubriendo de esta forma todas las provincias de la República Argentina. A partir de 2020, gracias a la modalidad virtual, se sumaron participantes de países de habla hispana: República Dominicana, Bolivia, Paraguay, Colombia, México, Ecuador y Uruguay”, reconoce ArgenBio en su página Web.
La entidad cuenta con una plataforma, “Por qué Biotecnología”, en la que reúne videos, infografías, al menos 100 cuadernillos promocionales y hasta libros de cuentos en los que se celebran los organismos genéticamente modificados. 
Respecto de esto último, mención especial al relato “Mi abuela la lechuga” para colorear ideado por Amaicha Mara Depino, profesora de Biología Experimental en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y científica del CONICET. La historia gira en torno a una conversación entre, precisamente, una abuela y su nieta en la que se habla de las bondades de los transgénicos, que su consumo es seguro, cómo es que todavía no tenemos yerba mate OGM y otras barbaridades.

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Este tipo de contenidos, para colorear y adoctrinar, es el que ArgenBio hace llegar a las infancias a través de su oferta de capacitaciones:

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Además, entre los materiales que divulga ArgenBio se encuentra un compendio de láminas con las que pretende instalar que las críticas a los transgénicos son meras “fake news” y que la única información válida es la que generan los actores alineados con esa industria.

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Las empresas tienen en iniciativas como el Programa de Vinculación Escuela-Empresa de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), organización que integran, entre otras, Dow, Nidera, Los Grobo y Bayer Monsanto, un instrumento adicional que también les garantiza el vínculo con adolescentes de escuelas técnicas públicas y colegios privados. 
“AEA se ocupa de ayudar a las empresas a implementar distintas actividades que fomenten la relación con las escuelas. De esta manera, la Asociación actúa como un puente conectando las dos partes y respaldando las diferentes iniciativas”, reconoce AEA en un documento que explica el programa.
Allí mismo se añade, sin tapujos: “¿Qué puede ofrecerle una empresa a una escuela? ¿Y viceversa? La respuesta para ambas preguntas es la misma: mucho. Mientras la primera cuenta con tecnología de primera línea y conocimientos actualizados, la segunda es la responsable de formar a los futuros técnicos que la compañía luego necesitará incorporar a sus filas para seguir creciendo”.
La declaración de intenciones y objetivos es tan clara como contundente. Un resumen sin pose ni disimulo. Pero que, en el día a día de aulas y territorios, se cultiva a partir de una injerencia prolija, engañosa como el mejor de los edulcorantes, en el humus de infancias y adolescencias. 
Para germinar un aval que excede a la mera intención de, a futuro, vender más venenos y sembrar nuevos transgénicos: a través de estas acciones las empresas de los agrovenenos apuntan a un blindaje ideológico, la consolidación de un magma de ideas y sentidos, que les permita consagrarse como las dueñas exclusivas de todo aquello que pueda entenderse por agricultura.

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