Efecto Trueno

No cumplió todavía los 18 años pero ya es un fenómeno a escala mundial. Hijo de rapero, Trueno se adueñó de la escena del freestyle argentino, ganó las dos principales competencias en 2019 y, a partir de una explosión viral sin precedentes, es uno de los artistas más reconocidos del continente incluso antes de la salida de su primer disco. Viaje al centro del Efecto Trueno, o la vida breve de un pibe atrevido llamado Mateo Palacios, que arrancó en La Boca jugando con las rimas improvisadas y se transformó en el mejor de todos.

Por: Hugo Montero

Trueno la pasa bien, o al menos eso comunica sobre la tarima. La primera impresión al verlo rapear es que fluye y se divierte sobre el escenario. Se burla de los acotes y de la voz de su adversario, se monta sobre la base como nadie, a puro flow hipnotiza y cautiva al mismo tiempo y, de cara al auditorio, saca de la galera su repertorio de punchlines. Y lo hace sin abandonar la sonrisa de su rostro, musical siempre pero también teatral y carismático, como si su talento le permitiera sobrar la batalla.

No tendrá la poética creatividad de Replik ni las métricas originales de Dani, quizá no pega tan duro como Dtoke ni proyecte agresividad como Papo, tampoco transmite tanta calle en cada rima como Klan o MKS, y queda claro que no es un talentoso todo terreno ni suma en sus letras el compromiso social de Wos. Pero lo de Trueno es otra cosa. Algo complejo de precisar. No, no es un artesano de la rima ni un animal salvaje que pega punchlines en cada barra. Lo de Trueno es puro flow, es bailar sobre el beat y acomodarse al ritmo con lo que mejor sabe y más le gusta: la musicalidad de sus rimas. Pero Trueno también es más: es carisma en estado puro, capaz de concentrar la admiración y el odio de un auditorio dividido pero nunca indiferente y de surfear esos extremos con cierta dosis de inocencia y buena onda, sin calentarse demasiado, sin siquiera regalarles su indignación al ejército de odiadores seriales que explota en las redes sociales, y sin distraerse demasiado con ciertos gajes de la fama.

Anotemos también una obvia certeza: Trueno es una explosión viral inédita en el mundo. Vamos por partes: es el protagonista exclusivo del video de freestyle más escuchado del mundo (con el plus de rapear en español), que ya superó los 84 millones de visualizaciones y dejó bien atrás a un tal Eminem, con sus 55 millones. Cuenta con 4,5 millones de seguidores en Instagram y una decena de páginas de fans en Facebook. Participó de la segunda batalla más vista a escala global con 35 millones de visitas, compitiendo en dupla con Underdann contra Klan y Replik, con el Quinto Escalón como escenario mítico. Pero eso no es todo: recibió la pesada herencia del retirado de las batallas Wos y se quedó con los trofeos locales más codiciados (ganó la Red Bull Batalla de Gallos y la liga FMS Argentina).

Hay un elemento extra que permite configurar la dimensión explosiva del efecto Trueno: después del cierre del mítico Quinto Escalón como escenario natural de la mejor generación de raperos de esta tierra, ya en 2018 había quedado claro el hallazgo que había significado para la firma Urban Rooster instalar la primera liga profesional de freestyle en Argentina, y las cifras oficiales de Youtube lo confirmaron rápidamente: 22 de las 24 batallas más vistas de todas las FMS vigentes (España, México, Chile y Argentina) durante 2018, fueron de nuestro país. Y de esas primeras diez, cinco tenían a un debutante absoluto como protagonista, pese a que ese año se fue al descenso.

En lo más alto del ránking está su batalla contra Wos, con más 15 millones de vistas. Argumentos para explicar por qué la liga argentina es, por lejos, la más convocante y atractiva del mundo puede haber muchos (podríamos citar la presencia de dos profesionales que hacen la diferencia, como el host Misionero y DJ Zone, o el trabajo profesional de la decena de MCs, que supieron transformarse de forma artesanal en personajes que se fueron ganando la admiración o el rechazo de hinchadas propias), queda claro que el factor decisivo en términos numéricos es un adolescente nacido en La Boca el 25 de marzo de 2002, que se llama Mateo Palacios.

Ese es Trueno, el pibe que se metió en la FMS casi por la ventana, después de la renuncia de Sony, que supo aprender a perder batallas, a pelear contra el descenso y a bancarse un par de factores complejos en su construcción como freestyler: la irrupción del hater como epidemia en las redes sociales (en una edad bien difícil para bancarse la agresividad externa) y, particularmente, el uso y abuso de los mismos recursos a la hora de ser bardeado en cada batalla: su condición de “sobrevalorado” y hasta “acomodado” por la influencia de su papá, un rapero de la vieja escuela conocido como Pedro Peligro.

Si antes la movida del rap callejero estaba limitada por los encuentros en las plazas o en lugares marginales, donde las cosas se decían en la cara a través de buenos acotes, sin micrófono, sin grandes auditorios y sin escenario, en la última etapa el factor ciberdigital deformó todo: lo que antes era bronca y odio, se escupía en vivo y en directo dentro de ciertos códigos tribales. Pero ahora todo se disfraza detrás de la impunidad y la masividad de las redes, a partir del hater, las fake news y la confusión de bancar a morir o defenestrar con insultos a cualquier MC, como si de equipos de fútbol se tratara. Esta distorsión digital si bien permitió la explosión del fenómeno del freestyle en Argentina, también mutó de forma violenta la composición del consumidor del género.

Si en la última etapa del Quinto Escalón ya se cuestionaba la irrupción multitudinaria de “los topos”, esos niños que poco a poco fueron copando la escena de las batallas, viralizando el género a través de la explosión de las redes y transfigurando la forma marginal en el fenómeno masivo que es hoy en día, la novedosa aparición de las pibas jóvenes (las “morras básicas”, como se las llama en España) fueron otro elemento renovador que permite comprender mejor los efectos colaterales de la explosión de Trueno. Como bien supo responderle al chileno El Menor, en la batalla clasificatoria de febrero pasado en Chile, Trueno tiene las cosas claras. Si El Menor le disparó: “Tú eres el culpable de que esto se convirtiera en un circo” y después: “No te traen por ser más profesional, mucho menos por ser más bueno/ sino por ser más comercial”, Trueno retrucó con sabiduría y sin perder la sonrisa: “Habla de las básicas, a mí me las menciona/ Este wacho a mí que me la coma/ Esas morras también son personas/ son las que pagan la entrada para que tu familia coma”.

En busca de un sonido

Queda claro que, hasta la salida de su primer disco Atrevido a fines de este marzo de 2020, la relación de Trueno con la música es más bien errática. Tal vez su apego a ciertas tendencias de época en sus inicios lo fue apartando de la raíz del hip hop, por eso se puede entender la tentación de cantar tropezando en los bordes marketineros del trap (pisando un territorio que hoy domina Duki, otro ex freestyler de plaza encumbrado por el establishment musical) y hasta del reguetón cuadriculado, confundido incluso en la telaraña artificial de la polémica imagen gangsta, tan forzada e impostada que no se acomoda muy naturalmente que digamos a la estampa de pibe de barrio que proyecta Trueno. Peor aún, ese vínculo errático rozó su punto más bajo con el naufragio difícil de explicar del tema “La salamandra”, un paso en falso que bordea lo bizarro y que se hizo carne de casi todos los punchlines que sus adversarios de turno le propinaron en cada batalla durante años. “Lo que está de moda, está de moda”, sintetiza el protagonista de esta historia, con un aire de resignación: “Es lo que vende, lo que la TV quiere y lo que las marcas piden. ¿Quién no querría tener una vida así? Me gusta el trap, pero no soy trapero”.

El trap, ya ha sido dicho, representa la garra astuta del mercado musical, que pretende capitalizar el fenómeno expansivo de las batallas callejeras apropiándose de ex gallos de plaza (con Duki y Paulo Londra como máximos referentes hoy), para acomodarlos a fuerza de autotune y letras controversiales en un formato comercial perfectamente masticado y vendible a un público pre-adolescente. La proyección de esa imagen trapera (autos, drogas y mujeres), mezclado en el mismo puchero con el modelo gangsta importado desde el norte, genera como resultado una construcción que suena a artificio todo el tiempo, y que limita el desarrollo de buenos raperos, encerrados en las formas cuadriculadas de un producto lucrativo.

Volviendo a su relación con el sonido, queda claro que el mejor Trueno todavía está por verse. Y mientras va delineando su identidad musical, las canciones de Trueno parecen eso: borradores desprolijos, libretas de apuntes plenas de tachaduras y correcciones, las normales en un artista muy joven que parece apurado por aprovechar la repercusión que genera cuando todavía está bastante lejos de haber encontrado un sonido propio, original. Su propia identidad como artista.

En este febrero pasado, durante la Fiesta Nacional del Sol en San Juan y ante una multitud que agotó localidades para asistir al show de un músico que aún no editó su primer disco, el propio Trueno explicó de cara a la gente: “Yo toco pocos temas viejos porque siento que tenía la cabeza en otra cosa, que era otra persona. Pero ahora me siento renovado, con otro pensamiento”. Esa fue la breve introducción antes de cantar acaso su mejor tema hasta hoy, el más sincero y auténtico, el más reflexivo y autocrítico, llamado “Rain”. En la letra se muestra bien lejos del ruido y de las luces, humilde y real, incluso se deja escuchar sin distorsión y hasta asumiendo los conflictos internos lógicos para un pibe a quien la vida le cambió de forma radical los últimos años: “Es que todavía no me creo nada, antes mi vida no valía nada/ Ahora sigo no me importa nada o gano todo o me voy sin nada/ Sigo siendo el mismo de siempre, aunque ahora me mire más gente”, destaca, procurando reafirmar sus raíces y no dejar de pisar tierra firme. Más adelante, añade en tono confidente: “Todo esto un laberinto, pero mi mente no permite perderme/ Noches de inspiración, más en escribir letras mientras los otros duermen/ Tengo personas que odian, pero prometí que no voy a caerme/ Muchas personas escuchan mi música, pero muy pocas la entienden”. En otro tramo interesante del mismo tema subraya lo que significaron los inicios de un oficio marcado por tanta exposición: “Sé que conocen a Trueno, pero no lo que Mateo siente/ Todos mis miedos y mis inquietudes, me volvieron alguien valiente/ Pienso en dejar todo esto, en olvidarme y perderme/ No era mi culpa, tenía 14 y todo pasó de repente”, y después agrega: “Me criticaban todas las personas que pensé que iban a quererme/ Yo todavía era un niño y tenía que afrontar los problemas de frente/ Decían que no los escuche, que sólo me olvidan y mienten/ Yo solo quería mostrar lo que hacía, no sabía que había haters”.

Un wacho atrevido

Cuando se transformó en celebridad tenía 14 años: en pleno corazón del Quinto Escalón –el escenario de freestyle a cielo abierto más importante de habla hispana– llegaba un pibe desde el barrio de La Boca a gritar: “¡Trueno hay uno y eso nunca va a cambiar!”. La segunda batalla de free con mayor número de visualizaciones de la historia tiene como protagonista a un Trueno casi niño: en dupla con Underdann, y contra Klan y Replik en la final de la fecha, en diciembre de 2016 y con 36 millones de vistas. Aquella inolvidable batalla nocturna, en mitad de un infierno de gritos y alaridos, solo es superada hasta hoy por la antológica disputa entre Dtoke y Arkano en la Internacional de Chile de 2015, que ya pasó las 41 millones de vistas.

El dato singular es que, pese a tanta precocidad en términos de fama, Trueno no pierde la brújula ni se marea con el éxito, no le gusta ser el centro de atención y se afirma con los pies en el barrio de La Boca como lugar de pertenencia: “Solo cuando subo al escenario tengo un personaje, después trato de ser yo todo el tiempo. Ahora, sigo viviendo en el mismo barrio rodeado de mi familia, trato que no me cambie mucho esto”, explica.

Una de las llaves para comprender las razones que mantienen a Trueno centrado y avanzando a paso firme, pero también para acercarse al Mateo Palacios que se asoma detrás de la celebridad adolescente, es el vínculo con su papá. Pedro “Peligro” Palacios es un rapero veterano con pasado como artista de circo callejero, que llegó de Uruguay para integrarse al grupo de teatro comunitario Catalinas Sur, donde Mateo se crió, dio sus primeros pasos y empezó a cantar, actuar y bailar. Pedro cantaba hardcore en los años ochenta (formó parte de la banda DAJ, la sigla de “Diferentes Actitudes Juveniles”) y en los noventa eligió volcarse al rap hasta transitar festivales antifascistas en lo que por entonces se bautizó como “rap-conciencia”. Desde entonces, armó el colectivo artístico Sur Capital Clika, en la Comuna 4 que abarca cuatro barrios del sur porteño (La Boca, Barracas, Parque Patricios y Pompeya) junto a su compadre, Inti Rap. “Lo mejor de los peores”, es la consigna de la crew de Pedro, gran lector, formado en las raíces libertarias y crítico observador de la realidad política, que también cuenta con una sensibilidad social que lo motiva a organizar eventos y talleres de rap en lugares como la Villa 31, Villa Lugano y hasta el penal de Marcos Paz, pasando también por teatros independientes y fábricas recuperadas.

Por ejemplo, el recital en diciembre de 2019 en Escobar, en el patio de la fábrica Madygraf, donde Trueno se sumó para ayudar a sostener la gestión obrera, defendiendo las consignas del rechazo al golpe de Estado en Bolivia, la solidaridad con la lucha del pueblo chileno y la exigencia de terminar con la represión en Latinoamérica. También cada 24 de marzo Pedro y su crew participan de la marcha por la Memoria, la Verdad y la Justicia con la columna “Hip hop en lucha” y la búsqueda es la misma desde siempre: ser real. “El hip hop no sólo es una pasión, también es una herramienta de transformación social. El rap es crítica, catarsis y poesía. Es un lugar de vínculo, un encuentro con la palabra y una invitación a la lectura. Cuando se supera la etapa agresiva de las primeras batallas, se puede ganar a fuerza de conocimiento”, explica Pedro, quien además destaca el carácter inclusivo del rap, ideal para sembrar entre los pibes: “En los talleres tratamos de transmitir que solo uno tiene el poder de transformarse su realidad, por eso cuando un rapero se sube a un escenario, es una forma de decir: acá estoy. Ahí, el ego puede ser nocivo o puede hacerte salir y generar resiliencia”.

Hoy, a sus 45 años, Pedro es jurado en batallas de freestyle y activista contra el racismo y la misoginia en la escena del hip hop: “El freestyle vino a mover un poco a los jóvenes en esta cuestión de transformación que ofrece, porque uno en una batalla de freestyle por más que uno haya sufrido bullying toda su vida puede transformarse o resignificar todo lo que sufrió y transformarlo para devolver de una forma leal esa bronca”, destaca también. Durante mucho tiempo era frecuente cruzarse a Pedro a bordo de su motito en las cercanías de Parque Rivadavia, llevando a Trueno para que asista al Quinto Escalón cada domingo y quedarse como un espectador más, fascinado por el crecimiento del fenómeno de las plazas y celebrando la irrupción explosiva de una nueva generación que tomó el rap en los márgenes y lo llevó al umbral de la masividad.


Cuando tenía cuatro años y en plena prueba de sonido, Truenito agarró el micrófono y sumó unos coros para un tema de Pedro contra el paco. Más adelante, la película 8 Mile de Eminem le partió la cabeza, y poco tiempo después, tras asistir a una batalla de free le confesó a su papá la verdad: “Papá, yo quiero jugar a esto”. A los diez, Mateo ya tiraba sus beatboxs y bailaba break dance, pero quería ser rapero y ya nadie lo iba a detener. Pedro recuerda hoy aquellos enfrentamiento de 4×4 en el patio de casa, cuatro horas seguidas tirando rimas como catarsis única entre padre e hijo, donde aprovechaban para pasarse facturas y tirarse reproches entre acotes y barras: “Hay cosas que él me dijo rapeando que en una charla quizá no las hubiera dicho. Salían trapitos al sol, jugando mucho al alter ego”. ¿Cómo recibe Pedro el detalle de ser mencionado tantas veces por los adversarios de Trueno en las batallas? Lo tiene sin cuidado y hasta lo divierte en cierto punto, porque sabe que detrás de esas rimas se asoma el afecto de los pibes por un MC de otra generación: “Nunca nadie me faltó el respeto, eso es lo que más orgullo me da. Que la nueva escena sepa que uno de la vieja escuela como yo, apoya el freestyle. La verdad es que la vieja escuela no acompañó tanto el fenómeno en las plazas y yo soñé toda la vida con una movida así para el hip hop. Ahora que lo tenemos es imposible no formar parte, no aportar al crecimiento de esta cultura”.

La infancia de Trueno también estuvo signada por su participación en el teatro comunitario en La Boca y por la innegable atracción de las redes sociales: se construyó su propia identidad como youtuber, divertido y desenfadado, y supo acumular seguidores. Por ese entonces ya había “mateístas”: las fanáticas de Trueno que, desde su irrupción en las batallas de free, modificaron la composición del auditorio de la disciplina para seguir al pibe de La Boca a todos lados. A los 13 y de frente a su primera competencia –un “A Cara de Perro Juniors”, en Tecnópolis– Trueno avisó que confianza no le faltaba: “Voy a entrar y voy a ganar”, le dijo a su papá. Fue, pero quedó eliminado en primera ronda. Durante todo el viaje de regreso, masticó la bronca y no dijo una palabra. Ni una. “Bueno, Trueno. No pasa nada, es la primera vez… No te hagas problema”, intentó apaciguar Pedro la amargura del viaje. La única respuesta de su hijo fue casi una profecía: “El año que viene, vuelvo y salgo campeón”. La cosa venía muy en serio: durante todo el año se entrenó con Pedro, quien hasta tuvo que sortear algunos conflictos con los vecinos por el volumen alto de la música durante la preparación para darle a su hijo la ansiada revancha. Cuando regresó al evento al año siguiente, en Palermo Club, pateó los nervios y no desaprovechó la oportunidad: la rompió toda y se llevó el trofeo. Meses después, quedó tercero en el Torneo Vans y se ganó un cheque gigante de plástico. Ahí fueron Trueno y Pedro en la motito, surcando las calles de La Boca, con el cheque de plástico gigante a bordo, a modo de techo para protegerse de la lluvia. “Trueno es muy maduro para la edad que tiene. Es muy meritorio todo lo que ha progresado. Lo he visto superar cosas y reconstruirse, lo he visto tener pasión por la música en el día a día, lo he visto creer en su sueño y buscarle la vuelta”, dice Pedro sin ocultar su admiración.

A la hora de profundizar el análisis sobre el suceso generado por su hijo, Peligro se apura en aclarar algunas cuestiones importantes y dejarle un mensaje coloreado por la admiración: “Trueno eligió la cultura hip hop y eligió la música porque quiso, no porque tuvo un papá rapero. Y si algún día esto se termina, con la misma pasión va a encarar otro sueño. Lo primero que me sale decirle es gracias por el orgullo, por el orgullo de ir a un evento porque va él. Antes él venía a los eventos porque yo cantaba, ahora me toca acompañarlo y lo hago orgulloso. Eso forjó nuestra relación y nunca la vamos a perder, aún sin hip hop. Le diría ‘seguí así, Trueno, que vas bien’”.

Se vino el estallido

En diciembre de 2018, uno de los jurados anunciaba sobre el escenario del Teatro Ópera que Trueno era el primer descendido de la FMS Argentina. El aplauso de la gente empujó a la espontánea reacción de los otros freestylers, que levantaron en andas al pibe de La Boca, mientras Misionero hacía hincapié en que se trataba del rapero más joven de la liga y destacaba su crecimiento. La cara de Trueno lo decía todo. Después, llegó su turno ante el micrófono. Dolido, sembró dudas sobre su futuro en la FMS: “Seguramente me vean un rato más con el freestyle, pero no sé si voy a estar en alguna competencia”, anticipó.

Una cosa quedaba clara: el formato de la liga no lo había ayudado. Pese a acumular los puntos necesarios como para ocupar el tercer lugar, Trueno se iba al descenso por acumular siete derrotas, con apenas dos triunfos, ante Dtoke (en esa ocasión, le tiró una inolvidable a capella: “Vos decís que para retirarte tiene que aparecer alguien con el doble de huevos y el doble de estilo/ Hola, qué tal, me llamo Trueno/ ya te podés ir tranquilo”) y contra Cacha. A medida que fue avanzando la FMS 2018, estaba claro que Trueno daba la talla y era mucho más que puro flow sobre la tarima: cada jornada dejaba algunas de las rimas más festejadas en las rondas Sangre, pero era evidente que faltaba siempre un plus de agresividad. Si contra Klan estuvo cerca de dar el batacazo (“Todas escritas me tira en este juego/ hay algo de lo que no te diste cuenta/ no es un Trueno solo, ¡viene toda una tormenta!”, acotó), en la última fecha dependía del resultado contra MKS para salvarse, pero el menor de los hermanos Mansilla no le dio chance: ¡“Cómo me palizeó el Marquitos!”, admitió después en una entrevista. El descenso era consecuencia de una realidad: siempre faltaba algún intangible vinculado a la actitud para inclinar la balanza de los jurados para su lado. En palabras de MKS, un detalle era determinante: “Él tiene el mejor flow de la Argentina/ pero una espada sin punta no te lastima”.


Como era previsible, los tópicos que elegían sus rivales para atacarlo eran sus flancos débiles desde siempre: primero, su canción “La salamandra” (por caso, Papo en la primera fecha ironizó: “¿El lema de mis temas?, me entretengo/ el problema de mis temas es que temas yo no tengo/ pero mis temas tienen una gran demanda/ y si algún día saco uno, no va a ser ‘La salamandra’”); segundo, la influencia de su papá y su presencia en los eventos (por lejos, la mejor rima de todas sobre ese tema fue de Wos: “De tal palo tal astilla, eso sí que no lo creo/ porque tu viejo es un rapero bastante bueno/ y de un rapero hardcore salió un traper medio pelo”) y tercero, su pasado como youtuber (“¡Basura! ¡Basura! Videoblog dentro de Youtube con reproducción no es cultura”, lo aniquiló MKS). Tantas batallas enfrentando los mismos acotes terminaron por curtirlo, y muchas de sus mejores barras de Trueno eran respuestas a ese tipo de temáticas.

Después del descenso a fines de 2018, la alternativa de abandonar las batallas estuvo presente. “Cuando descendí fue un momento raro, emotivo. En ese momento me rayé, tenía otra mente, porque yo cambio mucho. Ahí tenía decidido que dejaba las batallas”, confesó tiempo después. Pero llegaron las renuncias de Wos y de Dani a la competencia, la chance de un repechaje y la puerta de la FMS volvió a abrirse. Y Trueno eligió bien (o estuvo bien asesorado, una de dos): apostar en 2019 a seguir rapeando en la FMS y postergar su despegue musical (después de un par de traspiés ya mencionados y mientras seguía buscando su propia identidad) fue una excelente decisión: “Con el boom de las batallas de rap, tuve que dejar de lado la música, porque es mucha dedicación, son viajes, competir, poner la cabeza ahí, el pecho, etc. No podés llevar las dos líneas”, explicó entonces sobre su postura. En otra entrevista, subrayó las razones que lo empujaron a priorizar las batallas: “Lo que disfruto es agarrar el micrófono, que me pongan mi minuto y rapear, ese es mi momento de placer, es lo que amo hacer. Ahí me siento vivo. En las batallas hay muchas cosas que no se encuentran en un show de música, la euforia de que todo el público explote con una rima tuya no la encontrás en un show en vivo. Es otra vaina”.

El resultado del acierto fue un 2019 inolvidable donde explotó como freestyler, arrasó con todos los títulos nacionales y se transformó en una celebridad que rompió el techo del rap argento. Su regreso a la FMS en la fecha inaugural confirmó que algo había cambiado. Su rival era Sub, un recién ascendido que se lució en una batalla de altísimo nivel. Trueno arrancó en el mismo tono que el año anterior durante las ronda de Easy mode y Hard mode, apoyado en su flow, pero cuando llegó el minuto libre se mostró como nunca. Picante, agresivo, determinado, algo crujió en la tarima. Conociendo la historia familiar de su adversario, le sacó todo el jugo posible en un minuto que ya forma parte de lo mejor del free argento: “Yo que vos de mi familia no hablaría/ ¡lo que no sabe la gente es que tu viejo es policía!”, arrancó encendido, y después metió más leña: “¡Negámelo, a ver negámelo!/ ¡dale, tarado!/ mi viejo tiene el rap bien representado/ el tuyo es un corrupto: ¡le pega a los jubilados!”. Para rematar, un Trueno incontenible siguió mordiendo con una fuerza inédita hasta ese momento: “¿Qué me dice este wachín?/ Contá tu vida: ¿así que sos el hijo de un ortiva?/ A ver: ¿dónde tenés la chapa escondida?…/ Por favor, qué innecesario/ en el primer minuto habló del barrio/ qué fácil ir acompañado por un comisario”. La curiosidad es que terminó perdiendo en una réplica, pero también dejó un mensaje muy claro. Era Trueno versión 2019 gritando: “Esto es un aviso de lo que hago este año”.

A medida que fue avanzando la liga y, más allá de recibir rimas en su contra por su condición de “descendido” del año anterior, Trueno se fue acomodando y ganando confianza. Pese a sumar tres derrotas en igual cantidad de fechas, mostraba una mayor seguridad, particularmente en la faceta de atacar con filosos punchlines. En la segunda jornada sumó otra derrota con réplica en Santa Fe ante Dtoke, una de las leyendas de la escena, pero otra vez se mostró provocador con una rima muy creativa a partir de la consigna “Científico”: “Si vos sos un científico te lo explico en un toque/ hay un experimento para hacer a este mediocre:/ un poco de muletillas, un poquito de choque,/ nada de nivel y ya tenemos un Dtoke”. En Tucumán y contra Nacho se llevó otra derrota, pero regaló el minuto con más flow de todo el año (aquel en el que frenaba y volvía a arrancar con coherencia a partir del: “¿Cuan… to tiempo más me quieren dar en todas las fechas?/ ¿Cuan… tos me quieren venir con este estilo que te mata y te acecha?/ ¿Cuan, cuan, cuan… tos raperos voy a mandar para la salida, andá tranquilo que la tenés derecha”) y con un talento escénico único, hizo estallar a la tribuna. Pero otra vez, no alcanzó. Parecía que en 2019 el fantasma del descenso también iba a acompañar el tránsito del pibe de La Boca. En las siguientes dos contiendas las cosas empezaron a cambiar: Replik y Stuart se fueron derrotados contra el nuevo Trueno, dejando por el camino algunas de sus mejores rimas. Ante la consigna “Inteligencia vs. Picardía”, le tiró a Replik: “Yo sí soy inteligente aunque no lea muchos libros/ pero solamente tengo un flow y el equilibrio/ mi familia es de raperos, soy el hijo del Peligro/ el rap hay que escucharlo, también hay que vivirlo”.

Con Stuart agitó el duelo de camisetas entre River y Boca, y Trueno no iba a dejar pasar la chance de pisar en una de sus zonas de confort: “Si hablamos de fútbol ¿para qué me traen a este personaje?/ no va a la cancha, viene a mirar el paisaje/ ¿Papo es el director técnico? Se puso el traje/ Lo mira al jugador y piensa ‘Para qué te traje’”. A MKS, en la jornada siguiente, lo castigó con el recuerdo fresco de la última Red Bull, donde lo había eliminado en semifinales en un Luna Park colmado: “¿Qué vas a hablar?, ¿te vas a hacer el gangster?/ ¿me vas a hablar de barrio?, ¿me vas a hablar de antes?/ ¿cuántas veces nos cruzamos y cuántas batallaste?/ ¡Pelotudo! ¡Perdiste la más importante!”.



Si la derrota con Cacha en Corrientes le rompió la inercia ganadora (pese a que brindó una gran batalla, con rimas como: “Este es un rapero malo, nunca tira frases/ están los que lloran y están los que hacen”) y parecía que lo dejaba lejos de la punta, el cruce caprichoso de algunos resultados inesperados le abrió una pequeña hendija a la esperanza: si lograba vencer a Klan y al puntero Papo en las últimas dos fechas, podía aspirar al título de la FMS en una arremetida impensado meses atrás. Klan no fue rival cuando llegaron los minutos libres: Trueno lo dejó sin chances con una de sus clásicas recicladas: “Todas rimas escritas, no rompas los huevos/ Dale wachín, todas escritas me tira en este juego/ Hay algo de lo que no te diste cuenta/ No es un Trueno solo, ¡viene toda la tormenta!” y más adelante otra de yapa: “¿Qué me querés contar?/ Tengo flow en serio cuando estoy en el altar/ cuando los truenos empiecen a estallar/ ¡todas tus campanas dejaron de sonar!”.

Llegaba entonces la gran final contra Papo, quien en el inicio de la temporada había asumido el traje de favorito y había liderado la tabla de posiciones desde el inicio: “Creo que estoy en mi mejor momento como competidor. Además, mis posibilidades de salir campeón aumentan con Wos retirado de la liga”, había admitido en el arranque. La definición entre el gran candidato y el favorito de la gente ya ocupa un lugar grande en la historia del free criollo: en un Movistar Arena con más de 13 mil personas, se enfrentaba un viejo zorro contra la sangre joven, el MC más ácido del circuito contra el mejor flow del país. El villano de la película contra el wachín que venía a reclamar su trono. La final fue de un nivel altísimo: cuando Papo eligió atacar por el lado de las canciones de Trueno (“Tengo una nueva idea/ esa que la gente dice y comenta:/ se fue ‘La salamandra’ vino la ‘C90’”, disparó), Trueno retrucó con astucia: “Tengo una idea para masacrar a este novato/ Vine con la C90 y hoy la choco contra Papo”. Cuando el MC de Mar del Plata apostó por disparar dardos contra el padre de Mateo (“Algunos dicen que es hip hop, otros le dicen cerebro/ ¿Saben cómo le digo yo?:/ la proyección de los sueños frustrados de Pedro”, rimó a capella), Trueno supo contraatacar con inteligencia y hasta invitando a la tarima a su viejo: “Sí, vení para acá, aunque no lo quieran traer/ Este es mi viejo, ya lo vas a ver/ esto es La Boca, esto es Palacios, esto es el barrio/ ¡esto es una familia arriba de un escenario!”.

Después de un batallón inolvidable, el triunfo era de Trueno. Ahora sí, el descendido era campeón un año después. Como cuando era un nene y no se resignó a perder feo en su primera competencia, para volver a la siguiente y quedarse con el trofeo, el pibe levantaba la copa y la compartía con un estadio eufórico. A un costado, en la periferia de la escena, Papo lloraba su frustración en el hombro de Dtoke. En el centro, Trueno defendía la alegría como una trinchera.

¿Para dónde arranca?

Una semana después de anunciar que no iba a competir en la FMS Argentina 2020 y que también renunciaba a participar de la final de FMS Internacional en Perú, el viaje rumbo a la salida de Atrevido, su primer disco, entraba en la última escala. A la hora de las explicaciones, eligió tomar la palabra en el cierre de su batalla contra El Menor en Chile para aportar una explicación: “La gente se pregunta a veces por qué los raperos nos retiramos de las batallas de freestyle. Yo no tengo ningún pelo en la lengua para decir nada. Yo soy rapero y siento que el freestyle está dejando de ser hip hop. Cuiden a la gente que es hip hop, hermano, el hip hop no se tiene que morir nunca”.

Ahora sí, era tiempo de relegar las batallas y apostar sus fichas a la música. En palabras de otro rapero ya retirado (Dani), Trueno también podía rimar: “Le perdí el gusto a la compe y le agarré a la melodía”. Para esta decisión fue clave el trabajo de Taiel Heredia como productor. El hijo del cantante Víctor Heredia fue guiando a Trueno en la búsqueda de su propio sonido, y la salida del primer corte del disco, “Atrevido”, confirma una evolución en ese camino. Con 13 millones de reproducciones, en el video camina por las calles de La Boca y ofrece un Trueno que no abandona sus raíces: “Que soy el vocero del ghetto/ Me voy pal estudio y no me sale mal un estribo/ ¿Si ves lo que digo?/ Yo soy un wacho atrevido, mai/ Por el bajo haciendo ruido/ Ni nos vimos/ Por el bajo haciendo ruido/ El barrio no quiere más tiros”.

Lo que vendrá para Trueno es un desafío. Profundizar la búsqueda de un estilo propio, diferenciarse de las tendencias que hoy invaden el mercado, no traicionarse por el camino ni relegar aquello que le permitió trascender en la escena del free, crecer como artista ante la mirada de millones en una edad en la que muchos recién empiezan con los primeros ensayos en un garaje, y defender su arraigo a la cultura hip hop, son los grandes retos que se asoman para un rapero joven, pero que ya cuenta con muchos años de tarima bajo sus zapatillas. En palabras del mismo Trueno, se trata de sembrar más semillas para que el rap siga germinando en los barrios: “No me considero parte de una nueva camada porque yo rapeo desde mucho antes que mucha gente que se considera vieja escuela. Pero me encanta inspirar a la gente a que rapee. Me encanta que los wachines me miren a mí y que digan ‘si Trueno con 17 años puede hacer eso, ¿por qué yo no lo puedo hacer?’. Y se ponen a freestylear y salen altas bestias, esa es mi misión”.

Nota publicada en la Revista Sudestada número 160

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