Días atrás, dos jóvenes traperos sacaron un tema en conjunto llamado “Sangría”. Un fragmento de la letra dice: “Te guste o no te guste, somos el nuevo rock and roll”. Con esta frase también promocionaron la canción en la prensa. Mientras que los jóvenes seguidores del rap/trap festejan a más no poder la reunión de estos músicos, una parte de la comunidad ¿rockera? se atrincheró en las redes sociales defendiendo su postura: ¡Eso no es rock! Sumaron, además, argumentos descalificadores como, por ejemplo, “¿Y a estos quién los conoce?”. Al decir que ellos “son el rock” era esperable que surjan detractores a criticarlos. Pero, ¿por qué sucede esto? ¿Qué nos lleva a ningunear ciertas manifestaciones musicales? ¿Es, acaso, una falta grave decir que, actualmente, “son el rock”? Como posible respuesta, e invitación a la reflexión, propongo pensar la problemática desde una perspectiva generacional.
Por: Prof. Lautaro Dapelo
El trap es un género relativamente nuevo que está explotando en masividad en adolescentes y jóvenes. Trueno (18) y Wos (22),más orientado al rap, son los autores de la polémica frase y dos de los máximos representantes (junto con Nicki Nicole, Duki, etc.) del estilo. Quizás, este sea el género musical más convocante hoy en día.
Para dimensionar algunas cantidades, al menos del ámbito virtual, veamos el siguiente ejemplo: un video en vivo de “Jijiji” del Indio Solari (indiscutible representante de la cultura del rock en Argentina) cuenta con 66 millones de reproducciones en 3 años desde que fue publicado. “De música ligera”, en el concierto de la vuelta de Soda Stereo, tiene hoy 148 millones de reproducciones en 6 años. Mientras tanto, el video oficial de “Canguro”, de Wos, llega a las 130 millones de reproducciones en solo 11 meses. La sesión de Trueno con Bizarrap (un joven mago de la producción musical) tiene 117 millones en un año (la sesión de freestyle más vista de la historia); y “Sangría” (el tema de la polémica) que reunió a Trueno y a Wos con más de 7 millones en 4 días. Si bien los números no reflejan la “calidad” de la música (no es el centro de la discusión, al menos para este artículo), pueden darnos una idea del impacto que están provocando los pibes actualmente. Entonces, el insensible argumento de “¿quién los conoce?” cae por su propio peso.
Te guste o no te guste
Hoy, “te guste o no te guste“, millones de jóvenes admiran a Trueno y a Wos. Como surgieron de la cultura del freestyle, es evidente que no buscan el rock como estilo, pero quizás sí como actitud. En relación a esto, siempre me hizo ruido, por ejemplo, que ciertos sectores ortodoxos excluyan a Babasónicos del rock por su estilo tan cercano al pop (excepto por canciones como “Egocripta” o discos como “Babasónica”), manifestando un rechazo visceral hacia todo lo que no entre en los estándares que el rock debería tener. Quizás, como sostuvo el lider de la banda, Adrián Dárgelos, por décadas, el rock no sea (solo) un estilo, sino una actitud. Guste o no guste, las palabras de Trueno y de Wos reflejan la actitud que en algún momento el rock supo tener.
Ahora bien, lo que me impulsó a decir unas palabras al respecto tiene que ver con la brecha generacional que, al parecer, divide y genera cierto nivel de violencia. En nuestro país, es común que la generación que vivió su juventud en los 80’ haya escuchado a Charly o a Spinetta, por ejemplo; y que en los 90’ se hayan dividido entre Soda y Los Redondos (por mencionar solo algunos artistas representativos).
La generación actual de jóvenes, criados en un mundo dominado por la tecnología, se inclina por artistas que hacen algo distinto, siendo el rap/trap (y otras variantes) la música del momento. Para referirse a quienes hoy en día tienen cerca de 18 años, suele hablarse de generación de cristal afirmando que son frágiles y despreocupados. El nombre (arbitrario) de esta generación tiene que ver con su aparente propensión a “romperse” o, más directamente, a ofenderse. Pero, me pregunto, si ellos son la generación de cristal, ¿por qué quienes tienen más edad se ofenden cuando dos jóvenes afirman que ellos son “el nuevo rock ‘n roll”? Y, por eso, ¿es justo nombrarlos como una generación de cristal? Arriesgo una respuesta, y digo que no.
Generación trap/rap
Quizás, la pregunta clave para aproximarnos a una comprensión de estas cuestiones sea la que se hizo el filósofo Remo Bodei en su libro Generaciones. Edad de la vida, edad de las cosas: “¿Cuáles son las experiencias que constituyen el fundamento de una generación?”. Para esto, es necesario atender a los dos posibles significados de generación: “Hay que distinguir (…) entre generación en sentido biológico, como distancia temporal entre padres e hijos, y generación como conjunto de coetáneos que comparten determinadas experiencias históricas”. En el sentido biológico, afirma Bodei que pueden contarse tres o cuatro generaciones por siglo; pero que, por la segunda, las generaciones cambiarían por períodos aproximados de quince años.
Y esto es lo que nos interesa, ya que, como agrega Bodei, “la generación sería una cohorte de individuos que nacen, crecen y se desarrollan juntos”. De más está decir que, quienes fueron jóvenes durante los 80′ o 90′, vivieron experiencias muy distintas a los jóvenes de ahora. Esto no quiere decir que un adolescente actual no escuche (o no pueda gustarle) música del siglo pasado. Afortunadamente, muchos lo hacen. Pero, quizás sí, para alguien que experimentó en su juventud otra idea del rock, por ejemplo, sea difícil adaptarse a la música actual: “los viejos por lo general saben comprender menos su propio tiempo (y actuar en consecuencia) que los jóvenes. Debido a su menor flexibilidad para adaptarse a lo nuevo, se quedan tanto más rezagados cuanto más velozmente se desarrollan la sociedad y la cultura”.
En fin, como se percibe cierta resistencia ante los cambios generacionales, quizás el desafío tenga que ver con adaptarse (o dejar ser) a las nuevas manifestaciones artísticas sin tanto prejuicio. Dejar que los pibes hagan la música que les guste, acompañarlos en sus búsquedas estéticas y, mejor aún, aprender de ellos.
Me parece grave que se quiera silenciar voces jóvenes por diferencias ideológicas o culturales o, peor aún, por tener menos edad. Por último, quizás, las generaciones más antiguas, debamos aprender a amar las generaciones venideras con la misma esperanza de Hölderlin: “Amo la generación de los siglos venideros. Pues mi esperanza más dichosa es esa, la fe que me mantiene fuerte y activo (…). El objetivo más sagrado de mis deseos y de mi actividad es promover en nuestra época los brotes que madurarán en el futuro”, asegura el ensayista italiano. Aunque, con una diferencia: esos brotes ya están madurando.
Lautaro Dapelo. Profesor de Filosofía. Docente en escuelas secundarias. Actualmente cursa una Maestría en Literatura Argentina. Coordinador de espacios de divulgación filosófica. Dicta clases de Filosofía en YouTube en el canal “Filosofía en Red”.
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