El Lobizón, o sea el terror de las Misiones, es una obra de teatro para infancias que se está llevando adelante en la Sala CETC del Teatro Colón dirigida por Gonzalo Demaría con música de Henry Purcell. En un ambiente íntimo y con una orquesta tocando en vivo, la obra crea un ambiente de escucha donde lo visual se conjuga con el sonido de los instrumentos y las voces de los protagonistas. Recuperando la leyenda de la Mesopotamia argentina, El Lobizón nos trae una nueva manera de ver la historia. El lenguaje poético relampaguea en el escenario generando en los niños y niñas el asombro y la curiosidad. Con la actuación de actores como Joaquín Vázquez, José Giménez Zapiola, Nicolás Foresti y Jesús Villamizar, entre otros, esta puesta en escena, que pone el cuerpo y la música a funcionar, nos devela el significado de lo humano. En dialogo con Sudestada, su director nos contó sobre el origen de esta obra y las diferentes intertextualidades que habitan en ella.
Por Natalia Bericat
La elección del género leyenda para las infancias tiene esa magia que atrapa. Sin embargo, podemos ver en tu obra que, lejos de presentarles un lenguaje procesado (“masticado”), con un relato lineal, los niños y niñas tienen un rol de interpretar y ser espectadores activos. ¿Por qué la leyenda? ¿De qué elementos te apropiaste para pensar la obra?
La leyenda tiene que ver con eso que sabemos y que viene desde los griegos hasta acá: el poder que tienen los mitos sobre la humanidad. Los mitos empiezan a funcionar desde que somos chicos. En este caso es un mito local, un mito de nuestro folclore. Es el de El Lobizón de la Mesopotamia, que compartimos también con el sur de Brasil. De alguna manera, lo tomé porque también en los niños está este gusto por el terror. Por lo menos a mí de niño me fascinaba, me fascinaban las historias de miedo, me gustaba asustarme y lo veo también en los niños que tengo alrededor. Así que El Lobizón venía servido en bandeja por estas dos cosas: por el aspecto mítico, legendario y por el cuento de miedo.
Hay algo de lo histórico, de lo que los chicos ven en la escuela, de rescatar a los pueblos originarios de nuestro territorio ¿Cómo fue abordado eso en la puesta en escena?
En relación a lo que decís de lo histórico… hay muchas licencias. Es un relato ahora bastante lleno de anacronismos. Este es un recurso del humor, es decir que sirve para activar el humor. Acá se mezcla, por un lado, un compositor inglés del siglo XVII con algunos personajes del siglo XVIII, históricos, como es el padre Falkner que en realidad hizo un relevamiento de de Patagonia en pleno siglo XVIII. El tratamiento visual es de otro jesuita Florián Paucke, que son esos telones pintados realizados en el taller del Colón por el escenógrafo Gonzalo Córdova Estévez también es del XVIII.
Digamos que también tomamos a la historia como un juego. No queremos hacer (no quise yo hacer) una lección de historia ni muchísimo menos, sino tomar elementos para construir este relato con el objetivo principal de divertir a los niños y, en todo caso, de sembrar en alguno de ellos algo. Tengo la esperanza de que así pase. Ese deseo de que prenda la semilla de averiguar algún día o de recordar que vieron estas ilustraciones o que escucharon el nombre de Falkner y se les dé por averiguar quien era.
Algo maravilloso de El Lobizón tiene que ver con el lenguaje y cómo el lenguaje popular( frases, canciones, refranes) irrumpen en lo denominado “culto”. El humor se produce en ese pliegue cuando los lenguajes se unen. ¿Cómo trabajaron ese recurso?
Al escribirlo en verso ya entra inmediatamente lo lúdico, que está también en la obra. Alguien me decía: “bueno, pero en verso para niños ¿no es complicado?”. Muy al revés pasa eso en los niños. Pensemos en las adivinanzas, en los juegos más sencillos de palabras que son en general en verso o con aliteraciones, con recursos de la poética. Eso prende inmediatamente en los niños. Ellos saben jugar con las palabras. Lo trabajamos con esa libertad. El verso y el humor con la libertad que tienen los niños para hacerlo.
En el parlamento de José (Mr. Varney), él le pregunta al personaje “¿Human?”. Existe una crítica al circo, a lo deshumanizado y al colonialismo que se lleva todo ¿Cómo surge la idea de trabajar esas temáticas?
Esto tiene mucho que ver con lo que estás diciendo de la crítica al circo, pero no de la deshumanización, o sí, digamos. Acá hay otro aspecto histórico que es el de los zoológicos humanos. Hay rastros de esto antes del siglo XV. Tuvieron su esplendor, su triste horrendo esplendor a fines del siglo XIX. Hubo muchos zoológicos humanos. En París había uno donde se llevaron a originarios Onas, por ejemplo, para exposición. Los exponían como caníbales: es tiraban bifes de carne cruda. Ese texto yo lo puse en la obra. Cuando Varney le dice a Piguá que lo va a exponer y le va a tirar bifes para que coma y lo crean un caníbal, es una referencia a eso. Varney entra, ve a Piguá y se pregunta si es un humano, si acaso eso que está viendo es un humano. Es una ironía al racismo y a la esclavización que se practicó con los nuestros también.
Por último. Hay algo de lo poético, en palabras que nos hablan del río y de la luna (muy propios también de la leyenda) que recupera una identidad propia. Eso se conjuga con la música en vivo y ese lenguaje que nos muestra belleza de principio a fin. ¿Qué lugar ocupa la poesía y la música en tu forma de trabajar?
La poesía es lunar. Esto no lo digo yo, lo dijo Robert Graves en su magnífico libro La diosa blanca, publicado por primera vez en los años 30, al que se le han hecho muchas críticas. Si bien es verdad que es criticable, tiene un gran ejercicio de pensamiento. Es un libro de 600 páginas que tratan de demostrar que la poesía es lunar y es un culto a la diosa luna que es por supuesto mujer. Creo que se refleja, o eso espero, en esta leyenda.
En relación a la música, finalmente el domador, el tremendo domador del látigo que es Mr. Varney, es domado él sin látigo ninguno. Es domado con la música, con la excelsa música. La música y la poesía puede calmar cualquier dolor por lo menos por un rato.
FICHA TÉCNICA
Dramaturgia y dirección escénica
Gonzalo Demaría
Dirección musical
Dolores Costoyas
Preparadora musical
Juana Torres Varela
Escenografía
Gonzalo Córdoba Estévez
Vestuario
Jorge López
Analía Morales
Iluminación
Fabricio Ballaratti
Asistente de dirección escénica
Juanse Rausch
Coordinación de Producción
Diego Glaser
Coordinación escenotécnica
Ladislao Hanczyc
Maestro interno
Andrés Méndez
Ensamble Barroco del ISATC
Alumnos de Canto de la Especialización en Ópera Barroca del ISATC
Alumnos de la Carrera de Artes Escenotécnicas del ISATC
Elenco
Piguá
Joaquín Vázquez
Mr. Varney
José Giménez Zapiola
Padre Falkner
Nicolás Foresti
Jesús Villamizar
Superior
Martín Rodríguez
Ramiro Brandán
Lobizón
Ramiro Cony
Constanza Leone
Cura 1
Lucas Alvan
Fernando Ursino
Cura 2
Pablo Pintos
Víctor Muñoz
Cura 3
Álvaro García Martínez
Abel Pereyra
*Las imágenes son gentileza del Teatro Colón.