El orgullo, entre la catástrofe y la potencia

Ilustración: Lavandina

Si pienso en el Pride, mi imaginación parece un scroleo de Instagram:
El mes pasado atacaron al Hotel Gondolín, refugio porteño para personas travestis y trans en situación de vulnerabilidad. Hace diez años que en Argentina tenemos una ley de Identidad de Género pionera en el mundo. Mariana Genesio Peña es agredida en cámara por alguien que la llama “desviado”. Somos miles lxs que nos rompemos el lomo para implementar ESI en la escuela, pero el gobierno porteño prohibió el uso del lenguaje inclusivo en las aulas. Las marcas hablan de “pride line” para referirse a una línea de productos con arcoíris. Hay activismo, hay militancia, y también hay familias indignadas porque Disney introdujo una pareja de lesbianas en su última película. Los autos de Uber ahora tienen color del arcoíris. Tehuel de la Torre sigue desaparecido.


Por José Ignacio Scasserra

¿Cómo convive tanta catástrofe con tanta potencia?
Por más desalentado que me sienta, arrancó junio, y con él, las redes se pusieron coloridas. Empresas, fundaciones, corporaciones, perfiles “del palo”: todo el mundo tiene que subirse a la ola del pride para estar a la altura de la carrera competitiva. El entusiasmo y el clima festivo me quedan lejos. La solemnidad, también. ¿De qué se va a tratar el Pride este año? ¿Es una respuesta a tanto odio o la banalización de nuestras luchas? ¿Es una plataforma estratégica, o un flanco de ataque para que las “nuevas derechas” sigan avanzando?
Le doy vueltas al tema. ¿Podemos adueñarnos del “mes del orgullo”? Lejos de la condena (“¿¡Cómo nos vamos a sumar a algo que viene del ámbito corporativo?!”) o la apología automática (“La publicidad de Sprite salva vidas”) quizás sea momento de sumar más voces a este concierto arcoíris, para hacerle decir al pride algo más de lo que ya es.

Una historia de luchas.
Cuando se trata de archivo, las disidencias somos mandadas a hacer. Nos encanta contar hitos e historias de nuestras luchas. Y lo bien que hacemos: la banalización arcoíris nos pide que, una y otra vez, recordemos de dónde viene el “mes del orgullo”.
La efeméride es la de la noche del 28 de junio del año 1969, en la cual una redada policial, práctica habitual durante la mayor parte del siglo XX, se salió de control en bar Stonewall, ubicado en el barrio neoyorquino de Greenwich Village. El bar funcionaba como refugio para las minorías sexuales y de género a lo largo de la década de los 60. Ante el hostigamiento policial, la gente que frecuentaba el lugar logró resistir y promover una revuelta que duró tres noches. Semanas después, ya se habían formado los primeros grupos activistas. Un tiro por la culata para las fuerzas del orden.
Esta respuesta es parte de los ciclos de luchas abiertos en la década de los 70, dentro de los cuáles los movimientos de liberación sexual tuvieron un peso muy importante. Pero esto ni empezó ni viene del norte global, como cree mucha gente. En Argentina, ya en los años 50 existían organizaciones que brindaban apoyo a minorías sexuales que eran detenidxs arbitrariamente por la policía haciendo uso de los edictos que entraron en vigencia durante la primera presidencia de Perón. Estas organizaciones se ocupaban principalmente de aportar bienes a lx compañerx detenidx, y a asistirlx en su proceso para recuperar la libertad.
También el Frente de Liberación Homosexual (FLH) de los años 70 se enfrentó a los edictos policiales. Rescatando los aportes militantes del grupo Nuestro Mundo (1967), el FLH se sumó a las voces revolucionarias de la década. Sin casarse del todo a ninguna de las corrientes políticas predominantes en la izquierda setentista, la agrupación entendía a la homosexualidad como algo revolucionario en sí, que subvertía la moral no sólo de las derechas, sino también de la izquierda.
El coqueteo incómodo con la izquierda encontró un final trágico durante la primavera de Cámpora: el coro de militantes de la izquierda peronista “no somos putos, no somos faloperos, somos de la FAR y montoneros” ilustra muy bien cuál sería la postura del resto de los grupos revolucionarios. El rechazo de las militancias, junto con la persecución de la Triple A, llevó al Frente a dividirse y a sus miembros a exiliarse. La persecución sólo se intensificó durante la dictadura cívico-militar.
Después de los años de silencio y represión, la lucha por los derechos de las minorías sexuales renace bajo nuevas insignias: los Derechos Humanos. Las estrategias ya no eran las de participar de la lucha armada, sino que en las décadas de los 80 y los 90 los activismos y las militancias optaron por usar estrategias de visibilidad, con el objetivo de reclamar derechos que dieran respuesta a sus necesidades. Carlos Jaúregui fue quizás uno de los militantes más reconocidos de la época, y suya es la frase que trae al orgullo a nuestra geografía: “En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”.  
Estas militancias son las que allanaron el camino para la ampliación de derechos que fue promovida desde el Estado a lo largo del siglo XXI. La ley de Educación Sexual Integral (2006), el Matrimonio Igualitario (2010), la ley de Identidad de Género (2012), la Ley Micaela (2019), el aborto legal seguro y gratuito (2020), el cupo laboral travesti trans (2021) y el DNI no binario (2021) son movimientos del Estado Argentino que pueden entenderse como ecos de esas militancias, y que hacen al orgullo en nuestro país.

Ilustración: Lavandina

Actualidad: incómodxs, pero estratégicxs.
Quizás por todo eso sea que el arcoíris festivo en los logos de grandes corporaciones nos ponga algo incómodxs. La historia detrás del mes del orgullo no es una historia solamente de fiestas y reivindicaciones, sino también de luchas violentas por parte de colectivos que buscaban sobrevivir. Es fundamental subrayar que esas luchas no son una pieza de museo: hoy en día los hechos de violencia siguen.
Hecha la ley, hecha la trampa: cupos que no se cumplen, violencias que insisten, rechazos que nadie menciona. Los contenidos de la ESI son cajoneados sistemáticamente por escuelas que se amparan en su artículo 5 para no implementarla. Los estereotipos sobre lo masculino y lo femenino siguen aplastando identidades a la hora de postularse para puestos de trabajo. A pesar de estar en la marginalidad, aún hoy existen “terapias de conversión” por orientación sexual o identidad de género. Ni hablar de las “nuevas derechas” que no dejan de instalar una agenda de persecución y odio contra todo lo que consideran una amenaza.
Por todo esto, pareciera que el mes del orgullo puede ser una plataforma para enunciarnos una vez más, y hacerle decir a este entusiasmo arcoíris algo más que “lo diverso vende”. No somos un producto en una góndola, y nuestras vidas no pueden estandarizarse, aunque las ficciones de Netflix así lo pretendan. Pero ya que el Mercado anda tan atento a demostrar lo inclusivo que es, podemos usar este mes del orgullo para exigirles, aunque sea, coherencia.
De lo que se trata, en definitiva, es de no dejar que nos usen para su “lavado-arcoíris”. Las empresas entendieron que llenar sus logos de colores aumenta sus ventas y les da una imagen más inclusiva. Perfecto. Nos toca a nosotrxs responder, como muchos colectivos activistas hacen, que si tan preocupadas están por las vidas de minorías sociales, entonces incluyan cupos laborales en sus empresas, especialmente para personas travestis y trans. O que no pidan test de VIH en pre-ocupacionales donde se dirime el futuro de lxs candidatxs al puesto (lo que, a pesar de ser ilegal, aún sucede en nuestro país). O que incorporen personas del colectivo para pensar sus campañas publicitarias. Ni hablar del trabajo cotidiano de combatir violencia y discriminación en el ámbito laboral durante todo el año, no solamente en junio. Por último: ¿por qué no exigirle a las empresas que se prediquen cuando personajes mediáticos nos atacan con mentiras y difamaciones?
En definitiva, se trata de encontrar potencia en nuestra incomodidad. Estar inquietos, pero ser estratégicos. La catástrofe abunda, pero también la potencia. El archivo LGBTIQ+ es un archivo de luchas, fiestas, sonrisas, y excesos. Hay enchastre y hay ternura. Amor y desencuentro. Y esa genealogía larga y paciente de demandas y conspiraciones no va a quedarse quietita en una góndola.

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