El feminismo negro desde sus inicios se ha desarrollado como una teoría de la resistencia. Las razones que llevaron a las mujeres negras a proponer su propia corriente de pensamiento fueron la negación e invisibilización de su específica y particular experiencia tanto por parte del feminismo como del movimiento negro. El sexismo de los hombres racializados que luchaban contra el racismo, y el racismo de las mujeres blancas que luchaban contra el sexismo, dejaron a las mujeres negras (detentoras de ambas experiencias y portadoras del cuerpo sexuado y racializado) sin un lugar al cual pertenecer, y por medio de prácticas y narrativas sexistas y racistas terminaron siendo expulsadas de ambos espacios.
Por Esther Pineda G
Pese a ello, las mujeres negras tenían la necesidad de comprender su situación social, no solo como mujeres plegándose a la narrativa feminista en la cual exclusivamente se reconocía el sexo como un sistema de opresión y por cual ellas no estaban presentes ni eran reconocidas, ni solo como negras subordinándose a los discursos del movimiento negro en el cual su experiencia sexuada no era tomada en cuenta; no obstante, cuando las mujeres negras comenzaron a pensar sobre su situación, a teorizar, a visibilizar y denunciar, sus vivencias comenzaron a ser atacadas y subestimadas por ambos movimientos, pero sobre todo, señaladas de dividir los mismos.
Los hombres negros por supuesto no se hacían cargo de su sexismo, ya que era más fácil criticar a las mujeres negras, acusarlas por no apoyar a sus hermanos y, señalarlas por lo que según ellos era contribuir a la estereotipación y encarcelamiento de los hombres negros al denunciar sus violencias machistas, perspectiva que se mantiene hasta el día de hoy; pero esta actitud no se diferenciaría mucho de aquella asumida por las feministas blancas. Desde el feminismo la respuesta fue negar el racismo en sus filas, narrativa que persiste aún en la actualidad, y atacar a las mujeres negras por el desarrollo de su propuesta teórica, quienes son responsabilizadas de sostener el patriarcado al supuestamente fragmentar el movimiento.
Es decir, desde sus inicios el feminismo negro fue objeto de rechazos y señalamientos, y si bien algo se ha avanzado en la situación social de la población negra y de las mujeres, poco se puede identificar en cuanto a los avances de la situación de las mujeres negras, quienes, al igual que en el pasado siguen siendo víctimas del sexismo de los hombres negros y del racismo de las mujeres blancas. Ahora bien, en el caso del feminismo, este racismo se expresa aun en la actualidad de diversas maneras, entre ellas es posible mencionar:
- Mediante la subestimación y negación de la experiencia especifica de las mujeres negras, el no reconocimiento de que el racismo como sistema de dominación profundiza la opresión sexista en las mujeres; aunado a la sistemática y repetida invisibilización y silenciamiento de las mujeres en los espacios feministas en los que hacen vida o participan.
- Por medio de la apropiación de las categorías, conceptos y propuestas teóricas de las mujeres negras, también llamado extractivismo epistémico, por parte de mujeres blancas europeas y norteamericanas, quienes se presentan como detentoras del conocimiento sobre las experiencias de las mujeres racializadas producto de su objetualización, es decir, de su conversión en objeto de estudio para la realización de sus doctorados, estancias postdoctorales, investigaciones, publicaciones y consultorías, espacios en los cuales alcanzan el monopolio del prestigio, el reconocimiento, los nombramientos y los recursos económicos, dado que las mujeres negras históricamente han estado excluidas de estos espacios y en los cuales continua siendo limitado su acceso y ascenso.
- A través de la subestimación y negación de la importancia de los aportes de las feministas negras estadounidenses (pioneras del feminismo negro) por parte de las feministas latinoamericanas, bajo el argumento de que son mujeres norteamericanas y su visión es imperialista y neoliberal, obviando que estas son mujeres que en su mayoría experimentaron y crecieron en un contexto de segregación racial, que vivieron la guetificación, la pauperización, las dificultades para el acceso a la educación, las limitaciones para su ingreso a las universidades, la investigación y la publicación de sus teorías; situación de vulnerabilidad que aún no termina porque la población negra sigue siendo el grupo social más vulnerable en los Estados Unidos, el más empobrecido, con mayores índices de encarcelamiento, y con mayor riesgo de ser asesinados a manos de la policía.
Estos hechos en su conjunto han contribuido a la sistemática invisibilización del feminismo negro, sus orígenes, sus distintas etapas, sus pensadoras, y sus propuestas conceptuales entre ellas las consideraciones de Sojourner Truth pionera del feminismo negro con su emblemático discurso Ain’t I a Woman? (¿No soy yo una mujer?) pronunciado en el año 1852 la idea de que los sistemas de la opresión se eslabonan propuesta en la década de los 70 por el colectivo Combahee River Collective, el concepto de interdependencia de las opresiones de sexo, raza y clase introducida en la década de los 80 por bell hooks, los conceptos de imbricación y matriz de dominación introducidos por Patricia Hill Collins en 1986 y 1990 respectivamente, y el concepto de interseccionalidad acuñado por Kimberlé Williams Crenshaw en 1989.
Sin embargo, pese a la numerosa, valiosa y vigente producción del feminismo negro (la cual dada la extensión de este artículo no es posible mencionar en su totalidad), este continua siendo subestimado, desestimado e invisibilizado por el feminismo en general, sistemáticamente apropiado y expoliado por las feministas blancas europeas y norteamericanas quienes se siguen posicionando a partir del extractivismo neocolonial de las categorías desarrolladas por mujeres negras; y finalmente, las contribuciones y aportes de las feministas negras negadas y desechadas por las feministas latinoamericanas, quienes continúan privilegiando la producción académica de feministas blancas en detrimento de lo producido por las feministas negras norteamericanas atravesadas por una historia de segregación. Feministas latinoamericanas que parecen olvidar la vulnerabilidad y riesgo a la que aún se enfrentan las mujeres negras norteamericanas, y como esto más que separarnos, sin dudas podría constituir un aspecto fundamental para nuestra articulación y lucha continental común contra los sistemas de dominación que nos oprimen.
Para profundizar: Feminismo, interseccionalidad y transformación social