Especulación inmobiliaria, minería y forestales: el saqueo al pie de la cordillera

Imagen: Luan

La Patagonia se ha vuelto epicentro de la voracidad extractivista y se multiplican los avances de empresas inmobiliarias, aserraderos y petroleras sobre bosques, lagos, ríos y costas. La construcción premium disparó la cotización de la tierra y el modelo turístico acentúa la crisis habitacional.
Las tierras ancestrales, una obsesión para la renovada acumulación capitalista.

Por Patricio Eleisegui

El avasallamiento de derechos a partir de la coerción estatal que viene ejerciendo el Gobierno sobre los pueblos originarios, con la represión y las detenciones ilegales perpetradas en el Lof Lafken Winkul Mapu, en Villa Mascardi, como ejemplo reciente, se ajusta a la hoja de ruta de un extractivismo que entiende a la Patagonia como un territorio apto y promisorio para el saqueo socioambiental por venir.
A los miles de hectáreas que acumulan desde el clan italiano Benetton hasta el británico Joe Lewis, pasando por los estadounidenses Ted Turner y Ward Lay, y distintos testaferros de grupos árabes y asiáticos, hay que sumarles el posicionamiento de actores y empresas locales que promueven el control inmobiliario de lagos, ríos, bosques nativos y áreas con potencial para la explotación turística en general.
Además de originar un derrumbe ecológico acelerado, estos capitales pugnan por hacerse con aquellos espacios ancestrales que aún no controlan en una avanzada que, con foco en el pueblo mapuche, promueve la marginación y apunta a consolidar un dominio total sobre bienes comunales y naturales. “Actividades como la especulación inmobiliaria y la minería actuales en la cordillera y la meseta patagónicas no dejan de ser una manera renovada del modelo de acumulación capitalista iniciado con la conquista”, apuntó Adrián Monteleone, quien me acercó un análisis del extractivismo en esa zona de la Argentina.
Monteleone es profesor de Geografía y magister en Ciencias Sociales y Humanidades. Desde hace años investiga cómo el paisaje patagónico redundó en mercancía inmobiliaria y la construcción, en ese espacio del país, de políticas para hacer del suelo patagónico una zona de sacrificio ligada al capital trasnacional.
“El extractivismo en la cordillera patagónica se puede evidenciar principalmente a partir del mercado inmobiliario. A nivel natural, la zona tiene una característica muy particular que fue valorada por las clases dominantes sobre todo a principios del siglo XX. Al punto de ponerles sobrenombres a lugares como Bariloche, al que se llamó la ‘Suiza argentina’. Siempre mirando hacia la idea europea de paisaje”, dijo en una conversación que mantuvimos esta semana.

El paisaje como mercancía inmobiliaria
“En los últimos 20 años ese paisaje se transformó en una mercancía inmobiliaria y se hizo más demandado por distintos sujetos urbanos. Es un proceso que varios autores definen como ‘post turismo’ o ‘contraurbanización’ y que refiere a quienes, tras visitar un determinado lugar, se mudan a ese espacio en búsqueda de, sobre todo, mayor contacto con el medio natural. Eso repercutió en el valor del suelo urbano y suburbano, que en el caso de la Patagonia cordillerana no ha dejado de aumentar en los últimos años”, agregó.
El experto sostuvo que ese avance de la frontera inmobiliaria generó, por mencionar una primera consecuencia, la extinción de gran parte de las actividades agrícolas regionales en tanto la tierra pasó a disponibilidad del mercado residencial y la comercialización de lotes. Un trabajo reciente de Monteleone, incluido en el libro “Tierras secuenciadas. Cordillera persistente”, arrojó que en la zona de Lago Puelo el apetito inmobiliario detonó la cotización de la tierra para la construcción de casas o complejos de lujo.

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“Las variaciones entre 2010 y 2018 indican que, en torno a la ruta provincial 16, el promedio general del aumento del precio del suelo fue de un 67,8%. En cambio, en el eje de la ruta Nacional 40 Sur, el promedio fue de casi del 237%. En el paraje de Cerro Radal, cercano a la ruta nacional 40, el incremento fue del 100%. A partir de ello, podría plantearse que existe una asociación entre formación de precios y renta, a partir de la cercanía a la ruta nacional 40 y en especial a la ciudad de El Bolsón”, expuso el autor en un fragmento.
Destacó, además, la poca intervención de la política local para evitar “reacomodamientos en los usos del suelo propicios para establecer rentas monopólicas”. Los precios relevados por el autor alcanzaron los 400.000 dólares la hectárea en condominios en torno a Lago Puelo como “Manantial de Golondrinas”.
“En tanto las pocas restricciones existentes son vulneradas de forma permanente, casi no existen regulaciones para los emprendimientos inmobiliarios en la Patagonia cordillerana. Los loteos avanzan de manera acelerada. Hay loteos grandes como en el caso del proyecto Laderas, en El Bolsón, en la base del cerro Perito Moreno, que pudieron frenarse a partir de la movilización popular. Pero el problema es que mientras se frena uno se habilitan cientos y cientos en los distintos municipios. Sobre todo, en zonas de bosque nativo y costa de lagos”, afirmó.

Extractivismo inmobiliario en tierras ancestrales
Las comunidades originarias son víctimas del extractivismo inmobiliario a partir de la decisión del empresariado del rubro de fagocitarse toda la tierra con verde y agua disponible en esa zona del país. Las poblaciones ancestrales sufren, también, el acoso de madereras y aserradores que se complementan con los patrones del ladrillo premium. 
“Muchas recuperaciones ancestrales tienen lugar en espacios con una valoración inmobiliaria muy fuerte. Con avances de capitales extranjeros como ya ha pasado con Lewis, por ejemplo. La política en las provincias es responsable de la venta de estas tierras a capitales privados y extranjeros”, expresó Monteleone.
La Patagonia cordillerana transita, también, un incremento incontenible en cuanto a la proliferación de madereras. El accionar de estas empresas se complementa con la mayor construcción originada por la expansión inmobiliaria y, también, la vigencia de leyes que alientan los loteos en situaciones de incendio forestal.
“Aumentaron los aserradores legales e ilegales, que además se benefician con los incendios para efectuar el robo de madera. Se sustraen maderas de bosques nativos o plantaciones de pinos. Es un negocio en crecimiento. También ocurren situaciones de incendios que luego generan loteos”, dijo. 
Para luego ampliar: “El bosque en un terreno no pertenece al dueño del lote sino a la provincia. Es esta quien debe autorizar la tala. En varios casos en los que no se dio permiso ha ocurrido que se generaron incendios intencionales para acabar con los árboles en pie. Cuando ocurre esto, las secretarías de bosques terminan por dar permiso para que se saquen los árboles quemados del lugar. Y eso luego se completa con el aval para efectuar el loteo”.

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La minería es otra actividad con impacto funesto en la Patagonia y a los intentos por habilitar proyectos muy cerca de ciudades como Esquel se suma la afectación que viene generando el “fracking” que se lleva a cabo en el reservorio de hidrocarburos no convencionales de Vaca Muerta. “La Patagonia que no es valorizada como paisaje es entendida por el proyecto extractivista como zona de extracción y uso de minerales o, en todo caso, basurero nuclear, como se quiso hacer en Gastre, en los años 80, a través de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)”, recordó el especialista.
“El ‘fracking’ provoca contaminación del agua y actividad sísmica en tanto implica detonaciones bajo la tierra. El avance de la minería, si termina en algún momento por tener aval legal, implicará una contaminación mayor de los escasos ríos que hay, por ejemplo, en la meseta. También un uso intensivo de napas y acuíferos que demoraron siglos en llenarse. Habrá plomo en el aire y contaminación de los suelos. La actividad además requiere de puertos para sacar lo extraído, lo cual afectará los santuarios naturales que aún posee el mar Argentino”, precisó.

La perspectiva del saqueo
Hacia adelante, el también autor de “Acceder al paraíso, el paisaje como mercancía inmobiliaria…” (editorial Extramuros) observa una profundización de la matriz basada en el saqueo natural a partir de “una mayor demanda de maderas con lo que esto implica en términos de tala, áridos que generarán la apertura sin control serio de más canteras, y la ampliación de los loteos en las costas”.

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“No hay que minimizar que el aumento de población en la Patagonia implicará más contaminación de las aguas. También el mar en las ciudades costeras sufrirá una afectación intensa con consecuencias negativas para la fauna marina. Precisamente en la costa el extractivismo se encuentra concentrado en la actividad inmobiliaria y la explotación turística, que tampoco es que genera un gran impacto positivo en los habitantes de la zona”, dijo Monteleone. 
Y agregó: “En las ciudades turísticas la exclusión también se está ampliando. Los alquileres de viviendas son cada vez más caros porque las unidades disponibles están pensadas para el turismo. De ahí que cada vez hay una mayor cantidad de urbanizaciones informales. En la temporada alta mucha gente queda desplazada, en la calle, porque no existe ningún tipo de alquiler permanente disponible”.
Monteleone sostuvo que el modelo de explotación predominante en el Sur no es más que una versión renovada de la acumulación capitalista que se inició con el arribo de los españoles. Marcó como mera diferencia el patrón tecnológico, la intensidad desbordada de la extracción y el rol cómplice de los estados consolidados. 
“En la actualidad sigue habiendo un despojo de los medios de producción, de los bienes comunales y naturales de las poblaciones. Las privatizaciones de los 90 reimpulsaron este nuevo despojo. El avance del mercado inmobiliario sobre los bienes sociales, la minería o el agronegocio, son formas actuales de ese saqueo. Combinados con un cercamiento también en aumento, esto es, el avance de lo privado sobre lo comunal. Y ahí tenemos un punto de contacto clave con lo que sufren las comunidades originarias”, concluyó.

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