Fernanda Mejía: “Quería escribir un libro de cocina que salga de lo normal”

Recientemente, publicado por Editorial Sudestada, salió a la calle el libro “Cocina tumbera” de la Licenciada en Comunicación Social, escritora y cantautora Fernanda Mejía. Un universo de sensaciones recorren este libro donde el foco es la cocina dentro de un contexto de encierro. La autora toma el relato de Pedro Palomar, el protagonista de esta historia y de estos platos, y nos va contando cómo estos relatos y estas recetas se materializaron en un libro. Desde Sudestada, dialogamos con ella y conversamos sobre el proceso creativo de estas páginas.

Por Natalia Bericat

¿Cómo fue ese pasaje de los libros infantiles a este libro que atraviesa una realidad cruda?
Sí. Vengo del palo infantil, pero siempre trabajé con peques en contexto de vulnerabilidad. De adolescente ya hacía voluntariados en diferentes hogares, comedores comunitarios, barrios muy humildes, iba y les contaba cuentos, o cocinábamos y servíamos la comida, cantábamos. Entonces mi producción de Mundo Juanchi nunca fue para la “infancia de algodones” y color de rosa, de pompones de azúcar. Para mí eso no existe. Siempre apunté a otras infancias. Pasar a este contexto en el que son adultos pero también en contexto de vulnerabilidad.

Hay un trasfondo que sobresale, algo que tiene que ver con la realidad de estar en un contexto de encierro…
Sí y el libro cuenta la historia de mi amigo Pedro Palomar que él pudo salir de esa situación, no estar más privado de la libertad, no volver a delinquir, rehacer su vida y encontrar un camino diferente. Estoy dando un taller que se llama “Cocina tumbera”, un taller literario que mezcla también la cocina, la creación de recetas en un centro de atención, de asistencia comunitaria por la Zabaleta. Mis alumnos van desde los 30 hasta los cincuenta y pico. Muchos viven en situación de calle, o estuvieron privados de la libertad y la mayoría son adictos al paco. Entonces al darles el taller a ellos  y poder mostrarles que en el libro hay una persona real, de carne y hueso, que se llama Pedro Palomar que pudo realmente cambiar su vida, es como un aliciente o una esperanza. Si bien les re cuesta salir de esos procesos porque son círculos viciosos, y no digo que todos lo puedan lograr, pero al menos yo los veo entusiasmados, y de lo Pedro es como un ejemplo motivacional, lo pudieron conocer en el taller.

¿Cómo fuiste trabajando la cocina, los platos, los sabores y en paralelo la historia de vida?
Pedro es un tipo que tiene 100 mil anécdotas de lo que se te ocurra. Entonces cada capítulo lo desarrollamos en base a un platillo principal y de ahí él me contaba la historia de ese plato, detrás de la escena lo que pasaba. Entonces se cuenta la biografía de Pedro, anécdotas que él vivió mientras estuvo en situación de encierro y siempre hay como un personaje secundario que es como el que le enseñaba a cocinar ese plato, con el que lo compartía o con el que ranchaba. El hecho de que Pedro me haya confiado estas anécdotas, estos tesoros de su intimidad, tiene muchísimo valor. Él es un tipo muy positivo, muy chistoso, un tipo grande. Él no sabe realmente qué edad tiene, por su situación de marginalidad en su infancia, pero debe tener algo de 73 años. En algunas partes yo le preguntaba “qué pasó acá”, o “qué hizo Tormenta” por ejemplo para estar toda la vida preso y él me decía “no caigamos en el morbo o en la cosa dramática y trágica, hagamos un libro que pueda poner un poco de luz dentro de la oscuridad que es estar privado de la libertad”.

Sí eso se nota en la estructura del libro. Lo del final de capítulo, de cómo ir buscando los ingredientes tiene un tono de humor y de ironía que está muy bueno. ¿Cómo lo pensaste?
La escritura del libro la hice toda yo. Él me contaba la anécdota básica y después yo lo entrelazaba con mi propia biografía. Yo ahí cuento cosas de mi amor por la comida, por la cocina. Yo pensaba: “tiene que ser un libro de cocina que salga de lo normal”, entonces la receta tenía que tener algún giro diferente. Qué receta de qué libro va a decir: “agarrar un trocito de palo de escoba para amasar” o ese tipo de cosas.

Es como muy visual también el libro, no? Descripciones muy visuales que une se imagina la escena…
Sí eso también lo doy en los talleres literarios que doy, trato de describir las situaciones con todos los sentidos. A la hora de narrar pienso en qué sentía con el olfato, con el oído, con la vista, con el gusto, por eso puede ser sentido como un libro sensorial.

Sí, una simultaneidad de los sentidos que se trabaja. ¿Eso surge del relato de Pedro? Cómo fue la cocina del libro?
Bueno yo a Pedro le preguntaba muchísimo. Pedro es un tipo de pocas palabras y no tiene mucha paciencia, es un divino igual. Entonces me contaba anécdotas y después yo le repreguntaba y lo hacía viajara ese momento y le preguntaba todo, qué aromas sentía, si había humedad, si transpiraba, qué sentía, qué veía, colores del cielo, lo retrotraía a ese lugar para que pudiera darme un panorama más amplio y hacer que las personas que lo lean se trasladen mentalmente a ese lugar, eso es lo que a mí me gusta lograr.

Sí una especie de realismo mágico, la memoria sonora y olfativa, que el libro te vaya llevando a momentos puntuales de tu vida…
Sí y en los talleres de cocina tumbera lo que trabajo es eso, que cada participante pueda ir a ese plato significativo de su vida, ese plato que realmente le mueve el corazón y que cuando siente ese aroma dice “uh estos eran los fideos que me hacía mi mamá”, por ejemplo.

Y también hay como un registro del encierro, ¿Cómo laburaste el tema del vocabulario y las palabras?
Primero me compré un diccionario de lunfardo carcelario, que me costó un montón encontrarlo. Se lo pasé primero a Pedro para que me dijera si estaba bien y me dijo que estaba muy bien. A Pedro que ya hace 10 años que somos amigos, le conozco sus palabras y dichos pero también conocí muchas nuevas. Y a través del libro voy conociendo otras de gente de diferentes países que son similares, vas uniendo diferentes cosas que son similares en el lenguaje carcelario universal.

Se nota la edad de Pedro y su generación en el registro…
Sí y además él contaba que en el penal de Deboto hablaban en queruza que era como un lunfardo pero con las palabras al revés, jermu en vez de mujer, era mucho más que dar vuelta la palabra, había cosas que yo no entendía y lo que pudimos sacar fue alguna que otra frase para poder escribirla y que sea entendible. Era para que los guardias no los entiendan.

Un día estabas desvelada y dijiste “tengo que escribir este libro”, ¿Cómo fue ese momento?
Tengo seis libros infantiles y varios de ellos me vinieron así, es como que yo me desvelo a la madrugada y me cae fuerte alguna idea creativa, como si fuese un trueno que me parte la cabeza y me despierta y pasó con este, con Cocina tumbera. Mañana tengo un cumpleaños con Pedro y ya se que hoy ya está adobando todo él. Yo ya lo sé. Tantos años de fiestas familiares, siempre cocinaba él, siempre muy rico, muy elaborado y una vez le pregunte “Che Pedro, ¿Dónde aprendiste todo esto de cocina?” Y él me dijo “Lo mío es la cocina tumbera”. Y ahí me quedó. Una madrugada en la pandemia me desvelé, había soñado que sacaba un libro con Pedro y se llamaba Cocina tumbera, lo soñé con título y todo.

Hay algo de la superviviencia, no? ¿Cómo te lo transmitió Pedro? El poder creativo…
Sí porque también la realidad de los distintos penales son muy diferentes, ya de capital a provincia me decía Pedro que había una gran diferencia. Entonces Pedro te dice de manera muy sentida “Yo pasé mucha hambre, mucha mucha”. Era una persona que de pronto pasaba días sin comer y si llegaba a comer algo era de pésima calidad, asqueroso, horrible, entonces había que ingeniárselas y todo ese rebusque. Me llamaba mucho la atención todo el reciclaje que hacían, reciclaje de lo que les traían o de algún ingrediente viejo. Jugaban al dominó por pan y como ese pan medio duro medio viejo lo transformaban en una factura tumbera, que sería como una torita negra. En algunos casos haber comido gato cuando no tenían que comer, cosas que uno no puede creer. En unos de los talleres otro señor que estuvo en casi todos los penales del país, contaba que en las cárceles de provincia en los 90 era común y estaban tendidos todos los cueros de los gatos.

¿Te paso de escuchar historias que te hicieron mal o te resuenen?
Sí sí esto del gato para mi fue terrible porque yo practico hinduismo desde los 13 y fui vegetariana muchos años. Tengo idas y vueltas, pero después que él me explicó eso del hambre profundo que sentían, de esa necesidad tan grande, la falta de recursos, uno se pone en los zapatos del otro.

¿Qué le pasó a él cuando vio el libro?
Mucha mucha alegría, felicidad. Le encantó desde el comienzo. Nos gustaría también sacar una película o una serie, es el proyecto a futuro. Pedro hizo varias películas como extra y protagonizó una obra de arte en el San Martin antes de la pandemia que se llamaba “Trabajos improductivos”, inspirada en la vida de él y de otro chico que también estuvo en situación de encierro.

Contanos… ¿Qué es Mundo Juanchi?
Mundo Juanchi produce contenidos alternativos para las infancias, promoviendo valores como el amor a los animales, el cuidado del medio ambiente, la inclusión y la diversidad. Lo hacemos a través de la literatura, a través de la música. Hago reggae, cumbia y rap infantil, no son las típicas canciones infantiles que une se imagina. Una de las canciones se llama “Me aburro en la escuela”, como una crítica al sistema educativo.

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