Guido Messina es un escritor independiente y músico de 29 años. Empezó a escribir a los 15 y es autor de los libros 36 arritmias de chocolate, Cortitos, Invernadero e Insectario. Participó del ciclo de entrevistas Redistribución de la palabra y conversó junto a Natalia Carrizo.
Publicaste desde muy joven ¿Cómo fue esa primera experiencia?
Tenía 19, había empezado a escribir a los 15 en fotolog. También escribía a mano y se lo mostraba a mis amigas, y en un momento lo empecé a difundir en Facebook. Lo seguían viendo las mismas personas de siempre y quería ver qué pasaba si lo leía alguien que no me mire con ojitos de corazón. Tus amigos siempre dicen que está buenísimo, quería ver si generaba algo más allá de ese círculo. Ahí me armé un alias y empecé a subir los textos así. Éramos 100 y después 500. Y me empezaron a llegar mensajes de personas que me decían que estaba re bueno, que les servía lo que escribía.
Lo que pensaba era que no sabía si quería vender mis libros, pero si estaba seguro de que quería tener esos últimos tres años en la biblioteca. Porque los medios digitales son efímeros. El medio digital es lo que pasa hoy y se transforma todo el tiempo. Pero el físico es inmortal.
Tenés un montón de combinaciones en el arte. Te gusta la música. Te gusta lo escénico, que no le pasa a todas las personas que escriben ¿Sentís que se funden? Estamos en una era en donde esta diversidad artística permite explotar varias áreas a la vez.
Totalmente. Creo que lxs pibxs más jóvenes tienen menos prejuicio a todo. Me pasa que me dicen que no saben escribir, pero todos sabemos escribir. Pasa que tenemos idealizado a quien escribe. Ahora tenemos muchos más medios que antes y más herramientas. Antes, por lo general, un músico se profesionalizaba en un solo instrumento y hoy en día todos tocan todo. Tocan la guitarra, la batería, cantan, se hacen los coros. A veces, incluso lo hacen en vivo. El acceso a la información a través de internet también genera esto de que haya gente que se anime a más cosas.
¿Cómo es tu proceso para la escritura?
Varía bastante. En líneas generales sigue existiendo algo que me pasaba a los 15 años, que era la necesidad de explicarme cosas. Me pasa esto ¿Cómo lo puedo bajar a tierra? Después también es a partir de amigos que me cuentan cosas, me gusta imaginar escenas. Depende de mi momento personal. Ahora me gusta escuchar historias.
¿Te ves escribiendo ficción o relato?
Me encantaría. Yo soy fanático de Harry Potter. Hace 10 años había empezado a escribir sobre un mundo alternativo, pero lo que me pasa con eso es que siento que hay que dedicarle mucho tiempo. Pero si lo dejo parado para hacer otros proyectos, a mí se me oxida el mundo. Me pasa de no entender por qué elegí determinado personaje, espacio, la forma de escribir cambió y necesito volver a escribirlo. Me frena mucho eso.
¿Te pasó alguna vez de terminar el libro y cuando llega el momento de editarlo te das cuenta que podrías cambiar tantas cosas?
Sí, totalmente. Hay un proceso en que uno decide abandonar. Es necesario decir basta porque sino sigo corrigiendo. Si me pasa que cuando veo textos de cuando tenía 15 años, noto la diferencia de conceptos que tenía sobre el amor, relaciones, vínculos. A la distancia tampoco me representan.
¿Cómo fue el proceso de tu segundo libro?
Cuando empecé a crecer en las redes quería sacar ya el segundo libro, y me encargue de la parte del diseño del libro. Imprimí 500, pero de las 10 mil personas que me seguían me compraron 10. Igual no dejaron de ser 10 personas que llegaron por la redes, sin compromisos y ya era un montón para mí. Mi objetivo era tener un libro mío en la biblioteca. El tema no era hacer plata, sino sacarlo. Por lo menos tener uno.
Después compraron mis amigos, obvio. Y nuevamente me plantee qué hacer con todos esos libros. Hay algo de ingenuidad que permite seguir caminando.
Después estuviste varios años sin escribir y te dedicaste más a la música hasta que en 2020 sacaste otro libro que se vendió un montonazo.
Conté la parte linda recién, pero también es necesario solventar el gasto y me preguntaba qué estaba haciendo sin recuperar la inversión inicial. Así que también tocaba música y tenía 6 temas armados. Quise volver a escribir, volví al camino original y escribía en Instagram todos los días. Empezaron a pedirme mis libros. Escribí otro, Invernadero. imprimimos 500. Lo hice sin querer ilusionarme, y después los vendimos en tres meses.
Después saque Insectario y el sentir que había gente que está bancando me dio otra soltura para probar cosas nuevas. La aprobación no es lo que hay que buscar en un principio, pero después te da esa soltura.
¿Sentís que hiciste camino por fuera de los medios tradicionales y que pudiste demostrar que funciona lo independiente?
En definitiva, el primer foco es sacar cosas que me identifican. Y después es no perder el foco que nuestros lectores son como nosotros. El contacto genuino con la otra persona siempre gana. El agradecer. Para mi vale más el contacto uno a uno que arrancar desde lo más grande. Por ahí es hacer varios chiquitos. También muchos chiquitos hacen algo grande.
Las redes exigen esa super productividad, la producción permanente, y no todos los días hay algo nuevo para escribir ¿cómo te sentís con eso?
Creo que hay mucho material artístico que termina funcionando para no desaparecer. Creo que es lo que nos pasa a todos, no me siento exento de eso. Me pasa que si no subo nada hace 15 días creo que ya se olvidaron de mí porque hay gente que hace todos los días. Yo me lo tomé desde otro lugar, pensándolo como un desafío ¿Tengo algo para decir todos los días? ¿Puedo despegarme de mi obra para que cada vez que digo algo tengo que romper todo? Puede ser que a veces tenga ganas de decir tres palabras y no tener una interacción que sea una locura. Para mí tiene eso, hay muchos que se despegan mucho de la obra y están viendo qué pasa más adelante. Creo que hay algo positivo de despegarse. Voy con lo que sigue, no intenté hacer una obra maestra. Lo saco y sigo. Hay algo de eso que está bueno también, siempre que no te gane la vorágine por hacer.
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