El orgullo es tormenta, no arcoíris / Juan Solá

Querido Sur,

El cierre de la Semana del Orgullo trajo un despliegue de eventos digitales, algunos más afortunados que otros, en referencia a la cultura LGBT+ y lo que significa crecer como disidencia en un mundo de identidades normalizadas.
Muchas personas heterosexuales sintieron la necesidad de expresarse a favor del amor enarbolando banderas arcoíris en los mástiles de la virtualidad, demostrando que ellxs no forman ni formarán parte del grupo opresor, intentando explicar una lucha que no les pertenece y ¡para colmo! desde una visión sumamente reduccionista: el Orgullo no se trata de amor, señores. El Orgullo es un cascotazo en la cabeza de un cana a punto de partirte la nariz por maricón. 
Charlaba más temprano con Bruto, tan acertada, que sabiamente me explicó que los heteros suelen ofenderse y que es mejor regalarles la banderita de colores. Que se queden con el arcoíris, que para nosotres siempre habrá tormentas. 
Ocurre que nuestra lucha no es arcoíris porque nos han arrebatado los colores sistemáticamente, simbólica y ahora también literalmente. No amigo, no me interesa saber tu experiencia heteroflexible cuando fuiste a Brasil en el 98, ni mucho menos caer en la trampa de convencerme de que tus besos etílicos en la Florianópolis menemista evitarán que me cagues a trompadas cuando pase a tu lado. Mientras te sigas haciendo el distraído cada vez que uno de tus amigos de fútbol diga “mirá ese trolo” y se ría, me voy a pasar los huevos tu repentino interés y tu celebración de un amor que sólo entendés en términos hegemónicos. Como dije alguna vez: no quiero tu dios, ni merezco tus mártires. Tus espejos nada saben de mi reflejo.
Yo sé que las intenciones heterosexuales de participar del Pride son genuinas, que probablemente a muchxs les duela de verdad escuchar sobre un transfemicidio o una violación correctiva, pero pienso en cuánto más puede aprender del mundo quien elige caminar antes que trepar a la cima de la montaña más alta. La vista de dron lo empequeñece todo y la lucha disidente es tan grande que recién ahora, tantos golpes después, empezamos a encontrar la forma de que quepa en la Historia. Y la Historia de la Humanidad no es una historia de amor.
Pero, otra vez, amigues hetero, no se sientan especiales. Todo esto que les digo ahora ya salió de la boca de Sylvia Rivera en el Pride del 73, cuando le exigió a la clase blanca-gay un compromiso con la revolución disidente que excediera el paradigma hegemónico: vengan a ver a la gente que está haciendo algo por todxs nosotrxs y no solamente por los hombres y mujeres de un club de clase media blanca. 
El “derecho a amar” por el cual luchamos, el oxímoron de la lucha por la paz, es parte de una categoría que excede la noción del amor instalada desde el ordenamiento conceptual al que se ven sometidos los grupos humanos desde la hegemonía del discurso político-mediático. El Pride se parece más al abrazo después del garrotazo, y eso no es amor, es consuelo. 
El ejemplo más claro que puedo encontrar para demostrar cómo el paradigma heterosexual intenta apropiarse hoy del significado de nuestra lucha está en Instagram, que mientras ofrece stickers multicolores para apoyar el Orgullo, censura la palabra “marica” por considerarla ofensiva, ajeno al enorme conjunto humano que atestigua su propio identicidio digital por no permitírsele la resignificación del insulto como reivindicación de la propia identidad, un equivalente discursivo a patear el gas lacrimógeno contra quienes lo lanzaron en primer lugar. 
Otra vez la noción normalizada del mundo decide cómo debe llevarse adelante la militancia de quienes fuimos paridos en los márgenes. Otra vez la aporofóbica, eurocentrista, colonialista estructura predominante se atribuye la decisión sobre nuestras iconografías y nuestras formas de nombrarnos. Es por eso que tantas disidencias deciden hoy desagregarse de un movimiento cada vez más consumido por los cánones que pretende derribar. Nuestras estampitas se han caído de su agenda hace rato. Aunque se nieguen a aceptarlo, siempre sabrá más sobre barrotes el pájaro que el dueño de la jaula.

Buenas noches, 
Juan. 

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