En 2017 una niña sentó a su familia para explicarles que era una nena, no un varón.
—Sabés, no soy un nene. Soy una nena y por eso quiero que me llamen Juana.
A partir de ese enunciado, su madre, Natalia, comenzó un proceso de aprendizaje sobre las infancias trans. La transición fue familiar, escolar y social. Con Juana y Natalia, un colegio se transformó. Gracias a ese cuestionamiento de lo asignado, esa madre comenzó una militancia para que su hija viva en un mundo menos violento y más libre.
En una situación similar se encontró Verónica, que además era docente. Con el activismo que le trajo su hija, sin darse cuenta tal vez, llevó lo personal a lo público y lo político a las aulas. Se encontró con un contenido curricular que silenciaba la historia de su hija y la de tantas otras personas, y propuso una enseñanza más diversa.
Al igual que Natalia y Verónica, había otras familias preguntándose qué más hacer para asegurarle a sus hijes el trato digno, la felicidad y la comodidad, entre tantas cosas más. En ese camino se encontraron y así nació Munay en marzo de 2019. En palabras de Verónica Arlausky, Munay surgió por la necesidad que tenían de encontrar un espacio para que sus hijes puedan compartir espacio con otras niñeces que vivieran experiencias similares. Les interesaba que supieran que no estaban solas, que no eran las únicas de la escuela, las únicas del barrio, las únicas del club. En ese comienzo eran cinco familias. Las chicas jugaban y les adultes se transmitían las preocupaciones, se preguntaban por el futuro. Y a partir de esa preocupación e incertidumbre tomaron la decisión de hacer, de activar, de militar, de decir “queremos transformar efectivamente las condiciones de vida que se viven en todos los ámbitos de la sociedad para que nuestres hijes se puedan desarrollar plenamente”.
Hoy Munay lleva tres años, mucho camino recorrido, y convirtió esa militancia y aprendizaje aprendido en un libro: “Transformando la ESI”, para que ninguna familia pase por la desinformación y el desconocimiento que tuvieron que afrontar ellas. En diálogo con Sudestada, Natalia Bertazzoli y Verónica Arlausky hablaron sobre ese proceso, el libro, y las discusiones necesarias para dar en los espacios políticos, judiciales, de salud, educativos y deportivos.
Por Florencia Da Silva
¿Cómo ven a la Educación Sexual Integral que se da en las escuelas, en relación a las identidades travestis, trans y no binarias?
Verónica: Si bien la ESI habla de diversidad, habla de reconocer y respetar la diversidad, los materiales oficiales que circulan continúan siendo binarios. Por ejemplo, en el espacio donde hablan del desarrollo de los cuerpos y la pubertad, siguen asignándoles a los genitales un género, a las chicas les va a pasar esto, a los varones esto otro, y hay como una viñeta que dice “¿Sabes que también existen las personas trans?”. Es algo que nos dolió bastante. Si bien nos alegra saber que hay una intención distinta, nos dolió porque siguen dejando a las niñeces y adolescencias trans en el lugar de la otredad de lo raro.
El panorama hoy es otro pero es como que decimos tenemos 10 años de la ley de identidad de género, vayamos tratando de que esto fluya un poco mejor. Hay respuestas del tipo que se necesita más tiempo con esto, creemos que 10 años ya han sido tiempo suficiente. Sobre todo en los últimos 5 años que se viene hablando y cada vez más de las niñeces trans. Las niñeces trans están en la escuela desde hace ya un buen tiempo. Entonces es importante que se empiece a ver un cambio en el paradigma, que la escuela pueda pensar la ESI como una ética de la práctica docente.
Estamos en un momento donde se están repensando diseños curriculares para los profesorados de educación secundaria desde la perspectiva de género, desde la perspectiva ambiental, desde la cultura digital y también se está trabajando para que al fin en los profesorados haya un espacio curricular ESI.
Creo que uno de los sueños que teníamos desde Munay era poder intervenir de alguna manera en esta ESI que estaba dejando de lado a nuestras hijas y de alguna manera vamos logrando que eso ocurra. Tenemos un material que nos encanta que circule y que esté en manos de los docentes, que les sirva para repensar sus prácticas. Por ejemplo, cómo repensar un problema de matemáticas, cómo nombrar a mis estudiantes, cómo armar la lista de mis estudiantes. No necesito seguir agrupando a las nenas y a los nenes, no necesito poner sí o sí el nombre que me figura en el DNI. Les chiques nos lo dicen, tenemos que escuchar. Recuerdo que me habían preguntado en el colegio de mi hija vos qué necesitas de nosotras, y yo en ese momento. que estaba llena de miedo y preocupación, necesitaba que mi hija tuviera un trato lo más humano y cariñoso posible, que sea tratada humanamente. Parece algo mínimo, pero no siempre ocurre.
Nadie nace sabiendo sobre género y diversidad en la mayoría de las familias. Ustedes aprendieron un montón de cosas. Teniendo la crianza que tenían ¿Cómo fue esa construcción?
Natalia: Al principio yo no sabía nada y en la medida que aprendía lo iba transmitiendo a la escuela. Entendí que había que cambiar un montón de cosas. Detecté sin ponerle nombre a esto del binarismo, el dividir mujeres y varones. Todo se dividía de esa manera y para une niñe que está transicionando o que está empezando a construir su identidad de género es complejo, porque te hacen decidir a una edad en la que vos estás construyéndote. Entonces la experiencia que yo tuve fue muy buena, siempre hubo buena escucha y fuimos aprendiendo de a poco y juntes y se hicieron modificaciones necesarias en ese momento, como respetar el nombre autopercibido.
Verónica: Cada familia es un mundo. Cada familia está en el nivel de más o menos apertura. En mi casa yo estaba absolutamente perdida. Sí conocía personas trans, pero no estaba en mi espectro de posibilidades tener una niñez trans. Pensaba que se trataba de decisiones que las personas tomaban de grandes, de adultas. Además, claro, mi hija no lo manifestaba con claridad. A los 3 años no me va a decir “mamá soy trans”. Yo tenía que leer las pistas que me iba tirando, que en nuestra historia particular un poquito se confundían con otras cosas que le estaban ocurriendo, y tenían que ver con esa incomodidad y malestar que le generaba ser tratada en un género que no era con el que se identificaba. Habían aparecido algunos síntomas producto del estrés que estaba atravesando. Como familia estábamos más detrás de qué eran esos síntomas, visitábamos pediatras, psicólogos, neurólogos. Dimos muchas vueltas hasta que un día, cuando ya no daba más, con un psicólogo que no sabía para dónde ir y que me cancelaba todas las entrevistas, un día leyendo, encontré el contacto de la presidenta de la Comunidad Homosexual Argentina y escritora del libro “Niñez trans Experiencia de reconocimiento y derecho a la identidad”, Valeria Pavan. Le conté lo que estaba ocurriendo y me dijo vení a verme. Cuando fui y le conté lo estaba pasando me dijo: “lo más probable es que tengas una nena trans”. Pero qué, cómo, qué hago, qué hacemos. Y me dijo: “nada. Dejala ser”. Yo me volví completamente desorientada con qué iba a pasar, pero en el fondo sentí una tranquilidad tan grande porque sabía lo que le estaba pasando a mi hija. Ahora sí lo sabía, antes no. Si este era el tema que la tenía tan mal, entonces ahora las cosas pueden mejorar y efectivamente fue así.
Después con Nati hemos llorado mucho porque no sabíamos qué iba a pasar. Hoy llegan familias con total conocimiento de lo que está ocurriendo y te cuentan que a les hijes les crían con total libertad, que no hay cuestiones de género. Entonces en un corto período de tiempo hubo un cambio muy grande en las personas respecto de cómo se cría, de cómo se acompaña y de entender de qué se tratan las infancias y adolescencias trans, travestis y no binaries.
No poder vivir tu identidad ¿Cómo les afecta en la salud mental de las personas?
Verónica: Absolutamente, les chiques no quieren comer, le salen sarpullidos, problemas en la piel, caídas de cabello, empieza a manifestarse el síntoma de toda esa incomodidad y malestar. Yo le decía a la psicóloga que teníamos antes de conocer a Valeria, que notaba que se estaba apagando. Es muy doloroso tener una criatura de 6 años y ver que se está apagando, porque pensás en qué momento llegás a la depresión. Si yo hubiera tenido unas pistas más no hubiera necesitado todo ese tiempo.
En el libro se habla del binarismo que aparece en todos los espacios y cuestionan la división, como por ejemplo en el deporte
Natalia: El binarismo y el cis-sexismo están tan arraigados que creemos que resuelve todo y no resuelve nada. Porque siendo cis, hay mujeres altas, grandotas, con espaldas grandes, varones cis más pequeños. No sirve ya, hay que abolirlo, es una categoría que ya no sirve.
Verónica: Ahí intervienen otras cuestiones, por ejemplo, hay personas trans que realizan tratamientos hormonales y hay personas trans que no lo realizan, y las personas trans que realizan estos tratamientos ven modificada su estructura muscular, su fuerza física. Hay un montón de cosas que empiezan a ponerse en juego. Yo me imagino a la “Peque” Pareto con un metro cincuenta y seguramente habrá judokas con un metro ochenta ¿y ahí qué hacemos? Y sin embargo, ella es la campeona olímpica con el metro cincuenta. Dejemos de estar pensando todo el tiempo en si hay un pene, si hay una vulva y pensemos que hay una persona. Yo creo que romper esa idea es la que hace que podamos ver al otro, a la otra, al otre con más apertura.
En el libro hablan de cómo se tratan ciertos contenidos en las escuelas. Un caso que lo evidencia es la biología y la manera de hablar sobre los cuerpos
Natalia: Tenemos una gran lucha con todo el sistema médico, con la academia de medicina y su forma de llamarle a las cosas. Siguen hablando de órganos reproductores sexuales masculinos y femeninos, cuando el género es una construcción que tienen las personas. Hay que separar la identidad de género de esa biología con la que se nace.
Verónica: Y hay que romper el paradigma formativo de les docentes del área de ciencias naturales que están al frente de estas clases. El otro día hablábamos, con una profesora, de la expectativa de vida de las personas trans, travestis y no binaries, y su planteo fue que las personas trans luchan constantemente contra su biología y yo le decía luchan contra las expectativas sociales o contra la sociedad. Ahí no es tan simple que esta docente decida de una día para el otro “no voy a decir más el aparato reproductor o el sistema genital femenino o masculino”, porque todavía considera que es la biología la que determina la identidad de una persona.
Nuestra Ley de Identidad de Género nos está diciendo que la identidad no la determina la biología ni los genitales, sino que la identidad es una construcción social. Podés coincidir o no, pero la ley no es voluntaria si yo quiero o no quiero cumplir. Eso es algo que también tenemos que empezar a pensar. Necesitamos protocolos de acción cuando se vulnera el derecho a la identidad de género de une estudiante. Porque sí hay sanciones para les docentes que utilizan el lenguaje inclusivo, pero no hay sanción para quien viola un derecho. Esto es inadmisible y creo que las demandas van por ahí.