Transgénicos y venenos, una política de Estado. Gobierno quien gobierne. Argentina está a un paso de alcanzar las 80 semillas modificadas genéticamente para resistir agrotóxicos y se amplía el drama socioambiental de los pueblos fumigados del interior profundo.
A través de la Subsecretaría de Bioindustrias, Biotecnología e Innovación, la administración que encabeza Javier Milei liberó de forma comercial dos variedades de maíz OGM que funcionan con un combo ampliado de plaguicidas letales para la salud y el ambiente.
La primera semilla transgénica habilitada presenta tolerancia al mortífero glufosinato de amonio, un herbicida 15 veces más tóxico que el cancerígeno glifosato, mientras que la segunda presenta “eventos apilados” de resistencia a glifosato, glufosinato de amonio, al también cancerígeno 2,4-D –sí, el mismo desarrollado como arma química en tiempos de la Segunda Guerra Mundial y aplicado como tal en la Guerra de Vietnam–, y a los venenos a base de ariloxifenoxipropionato, un compuesto capaz de generar daño neurológico y afectación pulmonar, además de irritación ocular y dérmica.
La empresa beneficiada: Corteva, propiedad de las multinacionales Dow, DuPont y Pioneer. En lo que va de gestión, la administración Milei ya aprobó variedades de soja y algodón que intensifican el uso glifosato y glufosinato de amonio, además de integrar toxinas BT. La lista de OGM lanzados de forma comercial desde la primera soja habilitada por Felipe Solá durante el menemato a esta parte totaliza 79 semillas transgénicas.
Pero el desastre no se agota ahí: a fines de abril el Instituto Nacional de Semillas (INASE) –hoy bajo la presidencia de Claudio Dunan, histórico directivo de Bioceres, los dueños del trigo transgénico y promotores nacionales de la agroindustria a base de pesticidas– reconoció que en la provincia del Chaco se siembran variedades de algodón transgénico sin registro o habilitación alguna. Sólo por la mera voluntad de productores que contrabandean OGMs desde Paraguay y Brasil.
La historia de los transgénicos en la Argentina marca que toda vez que se ha detectado la entrada de variedades ilegales, los organismos de gobierno terminan por apurar la aprobación de esas mismas semillas para mantener contentos a los patrones del agronegocio. De la gestión anti derechos y pro extractivismo feroz que encarna Milei sólo queda esperar el aval oficial a este y otros atentados ambientales por venir.