Las aventuras de la China Iron: destellos en el desierto

Bañistas (2004), de Florencia Bohtlingk.

                                                                                                          Se puso el sol; parecía
 que el vasto horizonte ardía:
la silenciosa llanura.
La Cautiva.

La novela de Gabriela Cabezón Cámara fue publicada en 2017 por Penguin Random House. La escritora argentina nos introduce en un mundo conocido, nos ubica temporalmente en la época del personaje de José Hernández, el gaucho Martín Fierro. La serie literaria de la gauchesca sigue su curso en este relato de la China, la mujer que Fierro tuvo que dejar junto a sus hijos cuando fue perseguido por la Leva. La reescritura del libro nacional reabre otras lecturas sobre el siglo XIX, trayendo el protagonismo de una mujer al escenario del desierto.

Por Natalia Bericat

La elección de una voz narrativa femenina modifica radicalmente el tono y el punto de vista. Las aventuras de la China Iron, cuentan la historia desde una joven a la que la libertad le irrumpe su camino cercado. Una tranquera se abre para dar paso a la aventura en contraposición a la vida desgraciada del gaucho. Leemos la novela desde la luz, con el brillo del campo. Supe lo que quería para mí: algo radiante, dice la China en un acto de revelación. Desde las primeras páginas Cabezón Cámara nos saca de la pena extraordinaria y nos introduce en otro lugar. Quería que ella tuviera una vida luminosa, sentencia la autora en una entrevista. El nombre de su perro, Estreya, irradia la luz, el faro que le va mostrando su caminar en la polvareda del campo abierto. Mi Estreya, lleno de destellos, casi azul de tan negro, dejaba de ser nuevo y aprendía tanto como yo, expresa la protagonista.

La China entra al mundo desconocido, ese que no deja ver el horizonte del campo. Lo que está más allá del alambrado se vuelve un tesoro por descubrir, un lugar donde la otredad no tiene fisionomía. Nos construimos en relación con los otros, expresa la autora y es por eso que otro personaje femenino la acompaña: Liz, la inglesa con quien emprende este viaje de descubrimiento, una ruta de placeres, aromas del primer mundo y sábanas de seda.

La escritura se vuelve una cartografía con destellos del desierto, ese que encabeza el texto y nos ubica en el espacio de lo rural. Vamos de la intemperie al Fortín para visualizar el lenguaje del progreso y la civilización. El paisaje se vuelve paraíso como el goce que aparece en la pintura de Florencia Bothlingk en la tapa del libro. La naturaleza se va desvaneciendo como un fantasma; fulgores de luz azul nos muestran las siluetas de los personajes nómades. El viaje, tópico clásico de la Literatura, funda la identidad de Josefina (la China); el recorrido la bautiza como a la gran Josefina Ludmer, le corta sus trenzas del pasado, la resucita de esa vida de violencia que sufrió con Fierro.

 El ritmo del relato lleva la musicalidad del camino, el sonido de las ruedas que giran mientras los ojos de la China narran el paisaje visto por primera vez. La sintaxis lleva los pasos de la llanura resaltando en la novela un estilo inconfundible (…) un ritmo gozoso (María Moreno). Una puntuación que encarna lo que esos ojos ven en un sinfín de enumeraciones que se cruzan frente a sus pupilas: ese carro que tenía adentro cama y sábanas y tazas y teteras y cubiertos y enaguas y tantas cosas que yo no conocía.  

Las aventuras de la China Iron, despliega significados en cada palabra. En cada pliegue Cabezón Cámara introduce un mundo: el de la realidad de las mujeres, el de nuestra identidad nacional y sobre todo una intertextualidad que da cuenta de la riqueza literaria del texto. Vemos el mundo del siglo XIX con los ojos de la China, asombrándonos de lo naturalizado. Leemos estas páginas desde el goce de una escritura que viaja con el ritmo del viento, con el aroma del verde y el brillo de los amaneceres.

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