Los patrones de las semillas

Imagen tomada reunión extraordinaria de la Comisión Nacional de Semillas.

La salida de Julián Domínguez no desactivó la decisión oficial de imponer un canon a quienes decidan volver a sembrar las semillas obtenidas en las cosechas. La medida acercará millones a un acotado grupo de compañías que controlan el negocio de la soja, el trigo y el maíz. En esta nota, los nombres de las empresas que saldrán favorecidas con el cambio de régimen que implementará el Gobierno y sus vínculos con la política y los órganos de control.

Por Patricio Eleisegui

La voladura por los aires que sufrió el cargo que ocupaba Julián Domínguez al frente de la cartera de Agricultura, ahora fusionada con Economía y Desarrollo Productivo y puesta bajo la órbita de poder de Sergio Massa y su gente, puso en pausa la decisión oficial de imponer el pago de un canon a los agricultores por la resiembra de aquellas semillas que obtengan de sus cosechas. 
Pero en torno al, en breve, ex Ministerio –será rebajado a Secretaría de Agricultura– se da por descontado que una vez que se aquieten las aguas políticas la medida, tal como se acordó con los popes de la industria semillera, se hará efectiva con vistas a la campaña de siembra que iniciará en septiembre. 
Hace una semana exacta, en este mismo espacio expliqué que el cambio de régimen no era más que otro favor del Gobierno a la multinacionales de la agroindustria, que sobre todo a partir de la primera década del 2000 comenzaron a exigir que, además de pagar por las semillas al comprar la bolsa, los agricultores abonen sumas adicionales a cuenta de futuras resiembras. Las compañías buscan acabar por completo con el uso propio, un derecho fundamental e histórico del campesinado. 
En el oficialismo señalan que la medida que viene, una indiscutible moneda de cambio, redundará en inversiones multimillonarias –léase, liberación de nuevos eventos transgénicos– por parte de las firmas que demandan el canon. La gestión que encabeza Alberto Fernández apunta a reducir la diferencia con Brasil en términos de volumen de exportación de comodities basados en semillas genéticamente modificadas (OGM).
El interrogante que emerge ante la inminencia del cambio de reglas pasa por conocer quiénes serán los patrones de las semillas certificadas que se beneficiarán con este golpe letal al uso propio. 
La torta derivada del canon, como es de suponer, resultará degustada por muy pocos actores. Y con predominio de las tres trasnacionales –derivadas de fusiones recientes– que comenzaron a consolidar su negocio de semillas a partir de la década del 90: Bayer-Monsanto, Corteva –resultado de la fusión entre DuPont y Dow– y ChemChina-Syngenta. 
Cerca del 60 por ciento del mercado mundial de este insumo básico para la alimentación es potestad del tridente en cuestión. Pero a nivel doméstico pululan otros nombres que, según el tipo de cultivo, discuten este liderazgo e incluso prevalecen por encima de las multinacionales. El ejemplo más representativo es el Grupo Don Mario (GDM), propietario de la semillera homónima y auténtico amo y señor de la comercialización local y regional de transgénicos.

Don Mario, el líder de la soja transgénica
Fundado en 1982 por Gerardo Bartolomé y con base operativa en Chacabuco, provincia de Buenos Aires, GDM es uno de los iniciadores de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID), entidad a la cabeza en términos de promoción del modelo agro tóxico.
En Argentina, GDM posee 60 por ciento de participación en el mercado de la soja OGM a través de variedades Roundup Ready (RR) e Intacta y, desde 2021, también con la opción Enlist. Además, la firma es dueña del 35 por ciento de la oferta de semillas trigo certificadas y participa del negocio del maíz con una porción que ya se acerca al 10 por ciento. 
Su potencia comercial se magnifica fronteras hacia afuera: el gran negocio de Don Mario pasa por Brasil, país donde controla el 40 por ciento del mercado de soja transgénica. Dice Ignacio Bartolomé hijo, heredero del timón de GDM, que el grupo ostenta una participación en el mercado global de la oleaginosa OGM del orden del 25 por ciento. Y aclara que la firma aún no desembarcó de manera directa en India y China. 
El éxito comercial de GDM es inseparable de los lazos que la empresa ha sabido construir y sostener con los gobiernos de turno. Y su habilidad corporativa para colocar ex cuadros propios en puestos clave de la decisión política. Un ejemplo de estos días: en GDM trabajó, desde inicios de la década de los 90 hasta fines de 2020, Obdulio San Martín, también oriundo de Chacabuco y actual presidente del Instituto Nacional de Semillas (INASE). Otro zorro puesto a cuidar el gallinero.  
San Martín asumió la titularidad del organismo en febrero de este año. Antes declaró en medios de comunicación adictos al glifosato que trabajaría para promover una nueva ley de semillas acorde con la intención de las compañías de, justamente, acabar con el uso propio y facturar por regalías extendidas.

Gerardo Bartolomé junto a su hijo

Los promotores de los OGMs mandan en el agronegocio
Un trabajo, justamente del INASE, cerrado a fines de 2019 y divulgado durante el año siguiente afirma que en la Argentina el “99 por ciento de la soja sembrada es transgénica, entre el 98 y 99 por ciento del algodón y entre el 95 y el 96 por ciento del maíz”. Estos guarismos que empatan con los números de ARGENBIO, la entidad que integra a los desarrolladores y comercializadores de OGMs en el país. 
Ese mismo informe menciona a Don Mario como líder absoluto en la oferta de semillas transgénicas de soja, con 201 variedades, seguido por Nidera, Monsanto, Relmó, Cooperativa de Provisión de Servicios Agrícolas Criadero Santa Rosa, Syngenta, Pioneer y Seminium. 
“Monsanto (actual Bayer-Monsanto) y Syngenta (actual ChemChina-Syngenta) son, de entre los cuatro principales grupos transnacionales que dominan el mercado mundial de semillas, los que más peso tienen en el registro de variedades de soja nacional, aunque no ocupan los primeros puestos. Los primeros puestos están ocupados por Don Mario y por Nidera”, se detalla en el documento.
La situación de Nidera es representativa del modo en que las multinacionales se reparten entre sí el control de aquellos activos que consideran esenciales. 
Si bien la firma es originaria de Países Bajos –pero con base operativa en Suiza–, en 2017 la mayoría de sus acciones pasó a manos de la china COFCO, que a su vez vendió el área de semillas a Syngenta en febrero de 2018. Sí, la misma Syngenta que quedó bajo dominio de ChemChina el mismo año en que COFCO compró Nidera. Entre chinos se entienden muy bien.
En abril de 2021, un documento de la Secretaria de Comercio Interior se refirió al traspaso de la unidad de Nidera indicando que, a través de la compra concretada, Syngenta se hizo con “semillas biotecnológicas de soja, trigo, maíz y girasol”. En la actualidad, la firma posee el 25 por ciento del mercado de soja OGM.
“Las principales empresas del país en la venta de semillas (híbridas) de girasol son SYNGENTA AGRO, NIDERA SEEDS, ADVANTA SEMILLAS S.A.I.C., DOW/DUPONT, PIONEER ARGENTINA S.R.L. (estas dos últimas empresas pertenecientes al grupo DOW/DUPONT), ASOCIACIÓN DE COOPERATIVAS ARGENTINAS COOP. LTDA., NUSEED S.A., CRIADERO EL CENCERRO, entre otros”, precisó el informe de la dependencia estatal, sumando más nombres y detalles del negocio semillero.

Bayer Monsanto, Dekalb y sus secuaces
En cuanto a Bayer Monsanto, el trabajo del INASE afirma que la multinacional comercializa más 40 de variedades soja transgénica y convencional. Asimismo, y a través de su controlada Dekalb, el fabricante del cancerígeno Roundup también es dueño de un portafolio de 17 variedades de maíz entre híbridos y OGMs. 
Pioneer, en tanto, fue adquirida por DuPont en 1996, que a su vez se transformó en Corteva a partir de la unión con Dow informada en diciembre de 2015. Sorgo –tres alternativas de híbridos–, soja –tres variedades Enlist–, maíz –ocho opciones, entre híbridos y OGMs– y girasol –dos híbridos–, integran la oferta de una de las “top ten” del mercado de venta de semillas a gran escala.
Por su parte, Relmó, otra destacada por el trabajo de INASE, es una empresa local consolidada en Rosario, Santa Fe, a partir de los años 60 y bajo control de la familia Ferrarotti. Uno de sus presidentes más emblemáticos, Julio Ferrarotti, hoy se dedica al mejoramiento de soja no transgénica luego de haberse cansado de expandir el negocio de los OGMs en Argentina y Uruguay entre 1994 y 2020.
El legajo de Relmó en la OMPI, la entidad global que cela la propiedad intelectual de compañías como las funestas creadoras de los transgénicos, señala que la “estrategia de negocio de la firma se centra en torno a la producción y venta de semillas de plantas de los principales cultivos: soja, trigo y maíz”.
“Una de las principales líneas de trabajo de Relmó es el mejoramiento genético de la soja. Sin embargo, su posición en el mercado se vio seriamente amenazada cuando Monsanto, una gran empresa multinacional de biotecnología agrícola, empezó a comercializar el gen RR (la tecnología RR o Round‑up Ready permite la utilización de herbicidas sin efectos adversos para los cultivos) en la Argentina a mediados de los años noventa”, cuenta la OMPI. 
“Las obtenciones vegetales basadas en el gen RR pronto se popularizaron entre los agricultores. Relmó se percató enseguida de que, para conservar su posición en el mercado, tendría que comercializar también variedades RR. Por este motivo llegó a un acuerdo con Monsanto Argentina por el que se autorizaba a Relmó a utilizar el gen RR. El acuerdo le brindó además la posibilidad de colocar sus variedades de soja en otros países”, sigue.
Para luego añadir: “En relación con el maíz, debido al alto nivel de adopción del maíz transgénico (genéticamente modificado) en la Argentina, Relmó firmó un acuerdo de ensayo con Monsanto para trabajar con MON 810, una variedad de maíz basada en el gen Bt”.

Una cooperativa que impone transgénicos hasta en África
En cuanto a la Cooperativa de Provisión de Servicios Agrícolas Criadero Santa Rosa, otro de los actores que prevalece en el mercado local de semillas, se trata de un conglomerado controlado por 23 socios y su foco está puesto en la venta de alternativas en soja. En su plataforma online promociona 15 variedades de la oleaginosa y una opción no transgénica de trigo.
La organización utiliza la marca Santa Rosa Semillas para comercializar sus productos y opera a partir de oficinas instaladas en Rosario, un centro de investigación montado en la también santafesina Díaz, y una serie de lotes para experimentación distribuidos en torno a Salto, provincia de Buenos Aires.
La cabeza de la cooperativa es Rinaldo Gosparini, un egresado de la Facultad de Ciencias Agrarias de Rosario con experiencia en el desarrollo de transgénicos y la colocación de esos resultados en mercados como el africano. 
De hecho, en 2019 la firma puso un pie en Sudáfrica a través de una filial diseñada para abrir el mercado de los OGMs en ese continente: Santa Rosa Seeds Africa PTY. En la actualidad, los socios detrás de Santa Rosa Semillas dominan el 10 por ciento del mercado de soja en ese país. El curriculum de Gosparini detalla que durante 7 años se desempeñó como director de Bioheuris, empresa orientada a la modificación de cultivos a través de técnicas de edición génica.
Seminium SA es mejor conocida en el agronegocio por la etiqueta bajo la cual comercializa sus variedades: La Tijereta. Su expansión en el escenario semillero es otro brote de la diversificación de la que hacen gala la mayoría de las multinacionales. Hasta fines de 2008, la firma operó bajo dominio de Lorenzo y Sergio Einaudi, accionistas del grupo Techint. Un año después, la empresa quedó en manos de Monsanto. 
Hoy los puntos en Seminium SA-La Tijereta los pone Bayer a través de la división Cono Sur de la mega corporación de origen alemán. El negocio de La Tijereta se concentra en la comercialización de 10 variedades de maíz híbrido y una batería de agrotóxicos a partir de moléculas de herbicidas como el glifosato, el flumioxazin y el acetoclor. 

Bioceres y el mostrador
El final es para Bioceres que, si bien aún no se ubica entre los diez principales semilleros de la Argentina, comenzó a avanzar casilleros a paso acelerado con el lanzamiento de su tecnología HB4 de transgénicos de soja y trigo resistentes al mortífero glufosinato de amonio. 
La firma ya se alzó con aprobaciones –en algunos casos parciales, en otros totales– para la colocación de estas manipulaciones de laboratorio en Brasil, Nigeria, Colombia, Australia, Nueva Zelanda, Argentina y está a un paso de obtener luz verde también en los Estados Unidos.
Al margen de los OGMs, la empresa publicita ocho variedades de trigo y doce opciones de soja con alternativas en Intacta y Enlist.
Syngenta, Pioneer, Bioceres, Don Mario, Santa Rosa Semillas, Nidera, Relmó y Monsanto, por citar a algunas de las compañías del rubro, integran la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA), entidad que a su vez forma parte de la Comisión Nacional de Semillas (CONASE) y la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), esta última con competencias en lo referente al examen y la liberación comercial de eventos transgénicos. 
En otras palabras, son las dueñas absolutas del negocio y juegan fuerte, también, en los espacios de poder donde se cocinan las regulaciones. 
De esta forma se garantizan una impunidad corporativa, además de un horizonte económico siempre promisorio, que no es más que una consecuencia de la ventaja de controlar ambos lados del mostrador.

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