La cuarentena recluyó a los niños y niñas al ámbito del hogar. ¿Qué sucede con estas subjetividades en esta época donde un virus ha modificado todas las vidas en el globo terráqueo, todos los sentires, las percepciones y el cuerpo no es ajeno a ello?
Por: Carla Elena
El año 2020 será un año particular para el mundo entero, ha transitado por él un virus que dejó enormes secuelas a su paso. La Argentina se encuentra bajo un Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) decretado por el presidente Alberto Fernández el día 19 de marzo con el objeto de prevenir los contagios generados por la pandemia.
La postal que hoy se observa en la cuidad es un tanto diferente a la de los primeros días; el tránsito ha tomado impulso, algunos negocios y comercios han abierto sus puertas, los niños y niñas han vuelto a sus travesuras en los parques, algunos bares han comenzado a trabajar nuevamente y las obras de construcción empezaron a formar parte de la cotidianidad que casi habíamos olvidado.
Más allá de esto, las escuelas y aulas permanecen vacías sin sus actores principales que son los niños/as y adolescentes que las llenan de vida de juego, de inquietudes, de reflexiones, manchones y colores. Por otra parte, tampoco existe una fecha estimada del comienzo de la presencialidad por lo cual las tareas continúan siendo caseras de manera virtual y los padres se han transformado, sin quererlo, en los maestros de esta nueva normalidad.
Es importante pensar qué ocurre con estos niños/as y adolescentes cuando su vida se ha puesto patas para arriba, cuando los horarios se han trastocado y han perdido su orden, cuando el día no tiene principio ni fin más allá de que el sol salga todos los días. ¿Qué sucede con estas subjetividades en esta época donde un virus ha modificado todas las vidas en el globo terráqueo, todos los sentires, las percepciones y el cuerpo no es ajeno a ello?
Esencial es en este momento darle espacio a la palabra y a la escucha de estos niños/as y adolescentes que se encuentran en un estado de confusión e incertidumbre, atareados y encerrados hace más de 5 meses vinculándose a la distancia tanto con la escuela, como con sus compañeros/as y también con sus afectos familiares sin la posibilidad del contacto cuerpo.
Se trata, entiendo, de generar un conjunto de presencias, aunque en ausencia, que acompañen a cada ser aceptando su mismidad, singularidad e impronta sin etiquetar, clasificar ni diagnosticar sino bordeando y acompañado al infante y adolescente en este transitar. Es imprescindible alojarlos, forjando un sitio para que manifiesten sus miedos, malestares, angustias y de esta manera tramitarlos de forma contenida por otro subjetivante que pueda albergar sus sentires.
Es la oportunidad de ser ingeniosos y ocurrentes, de encontrar herramientas que posibiliten que los sentimientos circulen, tanto mediante palabra, el juego, dibujos, música, baile para comenzar a resignificar situaciones y escenas vividas, temidas o que generen inquietudes en los niños/as y adolescentes entendiendo que estos meses vividos seguramente dejará una huella en todos los sujetos.
Hoy más que nunca los infantes necesitan la oferta de otro que los cobije, sostenga, anide y crear así un vínculo confiable con el cual poder expresarse. Es urgente comprender que no hay un “ser” por curar y que, aunque la angustia por momentos genere una enorme ansiedad e incertidumbre la opción es recorrerlas juntos respetando su peculiaridad y personalidad estableciendo una trama que auspicie de red que contenga y hospede sus emociones.
La experiencia de la psicóloga, Julieta Inza, del Forum Infancias CABA en la cual cuenta vivencialmente lo percibido durante esta situación:
“Una mamá consulta por su hija de 7 años a la cual la fue notando cada vez más triste a medida que el ASPO se fue instalando y sosteniendo en el tiempo. En una entrevista inicial comenta: ‘Al comienzo, si bien había mucho temor por contagiarnos y se sumaban las dificultades para que M pudiera ver a su papá, había un entusiasmo en ella por poder estar más en casa, compartir más tiempo las dos, no levantarnos tan tempranos para ir al cole y pequeñas situaciones que hacían que las dos tuviéramos buen ánimo. Pero en los últimos meses, se fue haciendo cada vez más difícil para las dos tener buen humor y compartir todo el tiempo y todos los espacios. Si bien ya retomó sus días con su papá y eso ayuda mucho, es difícil estar en casa todo el tiempo’. Al consultarle por las salidas recreativas que se fueron habilitando, la mamá comenta que salen, pero en seguida M quiere volver a casa, dice que prefiere mirar una peli conmigo. Incluso invité en distintos momentos amiguitas a jugar y me dice que no sabe qué hacer, que se divierte más conmigo”, confirma.
Julieta menciona que más allá de hilar algunas ideas en torno a los miedos que muchos niños manifiestan por salir afuera o encontrarse con amigo/as y correr riesgo de contagiarse; conversamos con la mamá respecto a su vínculo con M. Ella comenta, entre otras cosas, que desde que M era bebé se separó de su papá y siempre fueron muy apegadas. “Las dos salimos juntas adelante, somos equipo para todo”, asegura. Menciona entre risas y recuerdos lo trabajoso que fue para ella y las seños lograr que M se quedara sola en el jardín. “Siempre fuimos las 2”, resalta.
En relación a estos comentarios se fue trabajando con la mamá la necesidad para M y para ella de sostenerse en espacios por fuera del “siempre” y por fuera del “2”. Había algo en el relato de esa mamá que marcaba cierta fijeza inamovible entre ambos significantes que, lejos de disolver o anular, era necesario actualizar y hacer más flexibles; habilitando principalmente encuentros que tuvieran permitido cierto movimiento en los vínculos que la historia singular de esta familia había ido deteniendo; al tiempo que contexto actual de aislamiento había acentuado.
A raíz de esta viñeta Inza considera vital poner en dimensión la importancia de generar una escucha atenta que incluya la historia singular de cada niño/a y adolescente y su familia y concluye manifestando: “Se escuchan demasiados eslóganes en esta cuarentena sobre los supuestos efectos que la misma dejará a la salud mental de la población, pero ¿cuál hubiera sido la intervención para esta niña y su mamá si no se hubiese habilitado la palabra hacia su historia, sus vínculos, su contexto? ¿Hubiese bastado con recomendar salidas al aire libre o contacto con sus amigos (con las medidas sanitarias correspondientes)? O había allí algo más para escuchar; incluso más allá de este contexto actual de ASPO que, sin dudas está generando efectos, pero sin dudas también, son efectos que traen su propia trama y dejan su propia marca según las vivencias y experiencias de cada historia singular”.
Carla Elena. Psicóloga Social. Diplomada en “Violencia Familiar y Género”. “Derecho de Niñez y Adolescencia”. “Discapacidad”. Posgraduada en “Educación Sexual Integral: Desafíos de la implementación en el ámbito educativo y comunitario”. “Despatologización de las Diferencias”. Miembro de Forum Infancias. Docente. @Carla_DFederica. Instagram: carlaelena5
Con colaboración de Juelieta Inza, Psicoanalista miembro de Forum Infancias.