Diego Maradona: negro, villero y nuestro

Sobre el desprecio racista y clasista contra el Diego, aún en estos días de dolor.

En nuestro país uno de los agravios más absurdos es decirle “negro” y “villero” al otro, al pobre, al marginal, al diferente, al incorrecto, al que rompe el molde de los que se acomodan. No se trata simplemente de un señalamiento racista: decirle “negro” al otro entraña un desprecio social, un resentimiento de clase, un odio profundo que se sustenta en una supuesta superioridad moral. No hay otra expresión más opaca, más despreciable, más injusta en términos históricos, que señalar con el dedo acusatorio al “villero”, como si el barrio que uno habita condicionara sus actos de un modo negativo. Y si no, ¿por qué no hay un término peyorativo para quienes viven en el privilegio de sus countries y barrios privados. Nada refleja mejor el odio de la clase media tilinga que estos dichos transformados en agravios. Si uno pretende identificar a un miserable y a un ignorante, escuche atentamente si se refiere al otro en esos términos. Y si lo hace, nótese la particular entonación con la que profieren esos términos: dicen “negro”, dicen “villero”, y algo en su esencia parece asquearse al decirlo, como si mordieran una fruta podrida.

Al Diego jamás le perdonaron, precisamente, eso. Ser negro y ser villero, venir de abajo, representar a una franja social sin voz, sin historia, sin presencia salvo en las páginas policiales de los diarios. Por eso tanto, odio, por esto tanto desprecio. Porque es intolerable para el prejuicio hipócrita de la clase media que el pobre, el negro, el villero, caiga en excesos, en la ostentación, en los errores. ¿Quién puede señalar a algún patrón, gerente o estanciero que le haya dado alguna alegría al pueblo, una al menos? ¿Por qué a nadie le interesan los excesos, las miserias, la ostentación, de los ricos dueños del país? ¿Por qué nunca son noticia ellos, los dueños de todo, los Señores de la Moral hipócrita burguesa, los muy creyentes católicos de misa que son capaces de las peores perversiones y tienen la impunidad garantizada? Porque eso es, justamente, lo que se espera de ellos. Pero el negro no. Pero el villero no.

¿Cómo se atreve un negro, un villero, a apropiarse de los bienes de otra clase, a mostrarse ante los medios que lo ponen en el vórtice del huracán todos los días, a manifestarse libremente y decir su opinión sin filtros, a pura soberbia y pedantería? ¿Quién se cree que es ese negro, ese villero? ¿Acaso ahora ellos, los dueños de todo y sus aliados, esos imbéciles útiles que sueñan con ser patrones pero jamás llegarán a serlo, tienen que soportar que un negro, un villero, sea símbolo nacional, dios de los pobres, abanderado de las causas justas, vos de los sin voz, Rey Mago de todos los pibes pobres, el único en ser capaz de regalarle una alegría al pueblo sin pedirle nada a cambio?

No, intolerable, inadmisible. En la patria de la hipocresía y del prejuicio, en la tierra del racismo y el odio contra el pobre, los dueños de todo y sus aliados no lo van a permitir. Y cuando miren con desprecio al pueblo, que hoy llora con la tristeza más profunda de su historia la muerte del más negro y el más villero de todos, no saben qué hacer con tanto odio frente al país de los de abajo. Porque Argentina, ya lo saben, es ese negro, ese villero, llamado Diego Maradona. Y nada más.

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