Marcelo Constant: “Quería escribir esa idea utópica de la llegada del mar”

Hombres de Mar es la última novela de Marcelo Constant publicada por Editorial Sudestada. “Sintiendo que le temblaban las rodillas, leyó el informe del director del Departamento de Minas, Geología e Hidrología, donde se aseguraba que, millones de años atrás, toda la Puna de Atacama había sido un mar. Quince años hace que no llueve en Pastos Grandes. Es la época de la Gran Guerra. Salí Alí, comisionado municipal del pueblo, encuentra una nota periodística que anuncia la llegada de un cometa que, al rozar la Tierra, derretirá los polos y devolverá los mares a sus antiguas cuencas. Alí decide delegar sus escasas obligaciones y convoca al pueblo a la plaza para comunicarle las buenas nuevas. Si Pastos Grandes va a transformarse en un puerto de mar, es necesario construir un muelle y un faro. La idea de Alí divide al pueblo en una cómica y conmovedora pulseada entre adeptos y detractores. Hombres de mar (Premio Municipal de Literatura de la Ciudad de Bs. As. bienio 2012-2013) de Marcelo Constant dialoga con la tradición de la literatura de viajes y con las fantasías milenaristas. Su lectura provoca la sensación equívoca de preferir la quimera, por apocalíptica que sea, al rutinario imperio de lo real”, dice la contratapa de este libro. En diálogo con Sudestada, Marcelo Constant nos contó sobre el proceso de escritura de su novela.

Por Editorial Sudestada

¿Cómo nació la idea de escribir “Hombres de mar”?
El proyecto de “Hombres de mar”, la idea fundamental, surge hace como 15 años. Tal vez un poco más. Yo a los proyectos los voy pensando en el tiempo, hasta que finalmente comienzo a escribir. En esa época trabajaba todo el día en la Escuela Secundaria y en la Facultad. Así empecé a escribir cuentos breves, relatos cortos. A eso se le sumó que yo había trabajado en un Museo en la Puna, en la Casa del Marqués de Yavi, en el límite de Bolivia. Él era un hombre muy poderoso del Río de la Plata. Es una especie de oasis en la Puna. Durante un año estuvimos viajando y armando cada una de las salas del museo.
Durante un año escribí una carilla por día a mano de la novela. No me terminaba de convencer porque sentía que no había terminado de entender el mundo campesino, al hombre de la Puna. Es un mundo de piedra, con poca agua, desértico. Me dediqué a trabajar más la Puna de Atacama. Yo trabajé durante esa época. Soy urbano, de La Plata y ese entorno era cerrado para mí. Los personajes fueron apareciendo, otros fueron descartados, otros fueron historias que me iban contando. Salí Alí era un viejo comerciante sirio que leí alguna vez en un frente en cemento que era de 1940 y me gustó. Yo quería escribir esta idea utópica de la llegada del mar y ese mundo era Pastos grandes que hoy es un caserío y por medio de la ficción lo rodeé de otras cosas. Es una construcción. Nunca fui. Me hizo pensar en algunas descripciones que hace Jorge Amado, por ejemplo, de esos lugares de la Literatura.

La novela tiene mucho movimiento y está muy presente el tema de los viajes…
Sí. Hay mucho de viajes. El mundo de la Puna es un mundo en movimiento, de viajeros. La gente pasa por ahí. Yo quería escribir un libro de aventuras como los de Julio Verne. Algo que provoque placer en el lector, una especie de encantamiento. Empecé a sentir a los personajes mientras escribía en la cocina. Este es un libro que me dio satisfacciones. Primero fue finalista de un concurso internacional de novela donde me lo publican por primera vez en el 2012. Gané otro premio después municipal como novela inédita y después lo publicó Sudestada.

Hay además una presencia fuerte de la oralidad que nos traen esos personajes…
Sí. Sentía que los iba escuchando. Algunos personajes entran dentro de la tradición literaria, como es el caso de Marta Riquelme. Hay dos autores que yo quiero mucho: Guillermo Hudson y Ezequiel Martínez Estrada. Hudson tiene un cuento con ese personaje que transcurre en Yavi, Jujuy, lugar donde yo trabajaba. Martínez Estrada en la década del 40 escribe una novela que se llama Marta Riquelme en homenaje a Hudson y quería rescatar eso.
Primero trabajé con la oralidad de esos personajes y después incorporé una historia paralela de la Marina que aparece en la novela. Muchos de esos personajes tienen nombres de amigos o conocidos.

Hay como una atmósfera de la Puna que se complementa con esas otras textualidades que aparecen en la novela: cartas, telegramas, citas de otros textos…
Tiene que ver con mi formación en Historia. Antes de escribir, primero investigo. Para meterme con el tema del mar tuve que buscar información. Leí muchos sobre viajeros y qué impresión tenían ellos sobre la Puna. También leí sobre avances y estudios antológicos en la zona y el gran avance que significó haber hallado restos fósiles de otras épocas. En el norte se ha trabajado mucho en la zona y cambió la historia totalmente.

¿Cómo fuiste construyendo el narrador y la voz de la novela?
Fue lo más difícil. Encontrar el tono es la elaboración más compleja. Yo quería encontrar un ritmo que generara hipnosis en el lector. Que se cree una música y que el lector se vaya metiendo en ese mundo de aventura. En otros textos míos no pasa. La musicalidad favorece la lectura. Fue algo deliberado. Antes de escribir lo pensé mucho. Traté de incorporar prosa poética en las descripciones. También tiene que ver con conocer el lugar. No solo porque vivo acá, sino porque leí a muchos viajeros. Siento una atracción por el desierto.

¿Cómo fue conocer a Osvaldo Bayer? Leí en la contratapa sus palabras sobre tu libro…
Lo conocí por medio de Marcelo Valko en una presentación. Me pidió que me sentara al lado de Bayer ese día. Ahí aproveché para darle mi libro y Osvaldo me pidió mi mail para hacerme una devolución de mi libro. A los tres meses me escribe desde Alemania una carta. Después, cuando él volvió, fui con Marcelo a la casa. Fue un momento muy lindo. Nos encontramos con Valko en un café de enfrente y Marcelo me pregunta: “¿Vos tomás wisky?, porque nos va a convidar”. Era el horario previo al almuerzo y, cuando entramos, nos estaba esperando con la bandeja con los vasos de wisky. Después en la contratapa me gustó agregar un fragmento de la carta que él me mandó sobre la novela.

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