No es de ahora: ¿Quién fue Zora Nehale Hurston? La voz de Harlem

Antropóloga, folclorista y escritora. Una de las responsables del renacimiento de Harlem, que fue el movimiento que visibilizó la literatura, arte, música , política y hasta moda afroamericana en el Harlem de los años veinte. Un laburo artístico sin precedente en la comunidad negra estadounidense.
Nació en Alabama el 7 de enero de 1891.
Su madre murió cuando ella tenía 13 años, el padre se volió a casar al toque y se desentendió de la bendi. La sacó de la escuela y la puso a laburar de mucama y según sus propias palabras: “Fui pasando de mano en mano como una moneda”.

Por Zuleika Esnal


A los 26 años, fingió ser 10 años más chica para lograr entrar a la escuela y graduarse.
Fue a la facultad y se recibió de antropóloga.
Recibió una beca (siendo negra y viniendo de Alabama) como investigadora y en 1936 viajó a Haití y a Jamaica para documentar los rituales culturales y espirituales de la comunidad afrodescendiente. Y de paso , alejarse de su ex, un tóxico diez años más chico que le exigía dejar de trabajar.
Lo mandó a cagar en zulú (Idioma más hablado en Sudáfrica) y se dedicó a seguir haciendo historia.
Se quedó dos años en el Caribe y escribió dos libros maravillosos: “Sus ojos miraban a Dios” y “Tell my horse”(Decile a mi caballo) .
Se la tildó de republicana porque se oponía a mezclarse con los blancos.
“Soy hija de esclavos. Mi madre murió con cientos de cicatrices en el cuerpo, disculpen si no confió en los asesinos de mi gente”.
Ella creía que el sistema educativo americano terminaría por borrar la cultura africana y los niños serían adoctrinados para olvidar sus raíces.
Zora fue fulminada por la crítica al presentar a los personajes de sus obras hablando diferentes lenguas africanas.
Esta mujer que dedicó su vida a documentar la cultura negra en decenas de libros, ensayos, obras de teatro, cuentos y poemas , jamás recibió el reconocimiento que merece. Sus últimos 10 años los pasó como en la infancia : limpiando mierda ajena y durmiendo en un refugio.
Sus restos fueron a parar a una tumba sin nombre. Y para variar, se la honró después de muerta.

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