Sobre el trabajo de operadora de Cristina Pérez y tantos otros en los medios hegemónicos y la distancia con el periodismo.
En la tarde de ayer, el noticiero de Telefé entrevistó al presidente Alberto Fernández. Para la ocasión, Cristina Perez preparó una “pregunta” sobre el tema Vicentin que, a decir verdad, de pregunta no tuvo nada. Citemos la intervención de Pérez textual para argumentar por qué su trabajo nada tiene que ver con lo periodístico y sí mucho con la operación: “Ha generado mucha preocupación en el clima de negocios el hecho de que usted pasara de decir que eran ideas locas que el Estado quisiera quedarse con las empresas a solo días después ordenar la polémica y cuestionable intervención de una empresa privada que estaba en manos de un juez su concurso, y con expropiación, una palabra que erizó la piel de todo el sector empresario. ¿Hay una chance de que haya un estadío intermedio para no llegar a esa situación que para muchos compromete las garantías del derecho a la propiedad privada establecido por la Constitución”.
Gambeteemos lo obvio (si Pérez conocía la Constitución o si leyó previamente la Ley de Expropiación) y acerquemos la lupa a su retórica: ¿qué quiso decir con “clima de negocios”? Claramente, un eufemismo que reemplaza el más incómodo término: “Mis patrones”. ¿De dónde sale la figura: “erizó la piel del sector empresario”? Más allá de lo ridículo de la expresión, conmueve profundamente la enorme sensibilidad de Pérez, que sabe con agudo tacto cómo se eriza la piel de patrones y gerentes en un país en el que siempre ganan justamente los de piel erizada: aún en tiempos de cuarentena, los grandes evasores, los fugadores de divisas, los estafadores que hacen negocios a expensas del Estado, son los que tienen ahora “erizada” la piel. Conmovedor, sin dudas. Pérez se apura por acomodarse bajo el cobijo del frondoso árbol del mundo empresarial, al que pertenecen, claro, los patrones de Vicentin, tremendos delincuentes y estafadores que casi quiebran la empresa y le robaron millones al Estado. Después, señala que la decisión de intervención de Vicentin es “polémica y cuestionable” (adjetivación que fue subrayada por el propio Fernández en la respuesta) pero se olvida de señalar para quién es cuestionable. Justamente, para sus patrones, para quienes bancan su rol de operadora y le exigen que cumpla su papel frente a las cámaras: alimentar el odio en base a la ignorancia de repetir lugares comunes y opiniones tendenciosas disfrazadas, como siempre, detrás de la expresión: “la voz de la gente”.
En síntesis, nada de lo expuesto por Cristina Pérez pertenece a la esfera del periodismo. De una vez por todas, sería bueno señalar que operadores (opositores y obsecuentes) como Pérez no trabajan de otra cosa que de defender los intereses de sus patrones. Y lo hacen como pueden, con muchas limitaciones, poniendo fervor en la tarea de bancar a sus jefes a costa de pasar papelones, como ayer.