Oli: “Trato que mis ilustraciones sean una caricia, un abrazo”

Oli es artista, ilustradora y trabaja en un Teatro Municipal en la ciudad de Luján donde vive actualmente. Desde su cuenta de Instagram, @olilustraciones, comparte su material vinculado a su militancia y a su vínculo con otras expresiones artísticas. En diálogo con Sudestada, charlamos con ella para conocer aún más su hermoso trabajo.

Por Natalia Bericat

¿Cómo es tu rutina de dibujo? ¿A mano o digital?
Cincuenta y cincuenta. Dibujo primero en papel, hago todo el boceto primero en papel. Este último tiempo me volví a amigar nuevamente con la tinta china y la pluma. A mí me serena mucho, o sea, me da mucha tranquilidad desde el contacto con el papel. Y después sí, siempre digitalizo todo. Soy diseñadora gráfica, así que uso la computadora casi siempre. Quizás me cuesta más bajar el boceto a papel que pasarlo.

Pasa con la escritura también. Hay algo del pulso interno, como de la propia respiración en el papel, ¿no? Lo vamos pasando por el cuerpo cuando escribimos en el papel.
Exacto. Para mí tiene pro y contra también. Las tabletas y todo eso hicieron que uno se pueda familiarizar, o sea, todo es muy similar al papel. Si no te gustó una paleta, podés cambiar, podés hacerlo de otra forma. Tienen muchas situaciones de probar cosas nuevas. En cambio, el papel queda así como está. No hay chance de volver atrás.

¿Cómo arrancó tu mundo con el lápiz y el papel?
Desde chica misma. Yo siempre dibujé. Mi mamá me enseñó a dibujar y nunca frené. Creo que esa fue la cuestión. Nunca he dejado de dibujar. Siempre, en algunos momentos dibujé más, en otros momentos dibujé menos. Me di cuenta que también era una buena escapatoria. Tengo guardado por ahí, no sé dónde, el primer librito que hice cuando tenía 5 años. Todavía no sabía escribir y ya había hecho un librito. Lo redacté, hice todas las ilustraciones y atrás hasta había hecho como la editorial. Y lo había cosido todo. Hice muchos talleres y muchas otras cosas, pero siempre elegí el lugar del lápiz y el papel.

¿Y cuándo te animaste a entrar a las redes?
Cuando estaba en la Facu, en la última etapa, había una aparición de las redes y fue un boom. En ese momento era Facebook, todavía no existía Instagram. Entonces estaba mucho lo de la página web y de hacer cosas. Y a mí siempre me gustó el tema del merchandising y todo eso. Siempre encontré pseudónimos que me funcionaban. En ese momento también tenía que presentarlo como materia para la facu y lo hice. Y era Obeja Negra (así con B larga) y funcionaba. Después, hubo un momento en que como que no le encontraba mucha vuelta y frené. Seguí dibujando para mí. No lo compartí en las redes. Como a los seis meses que había fallecido mi mamá, quien me había enseñado a dibujar, yo no podía dibujar. O sea, era como que tenía una traba enorme. No podía bajar todo eso que me pasaba. Y dije “ya, bueno, listo, empiezo”. Así empecé a dibujar y a compartir en las redes. Y la realidad es que la gente siempre empatizó con mi duelo. Hubo otra magia. Algunas veces mis cuadernos terminan en remera. Yo tengo que ser auténtica en las redes, y compartir lo que a mí me pasa, y cómo lo siento. Y es la única forma en que funciona. Pero todo arrancó con eso. Tengo muchos seguidores que avalan mucho la situación del duelo. Lo hablo con mucha totalidad. El duelo, la muerte, etc.

Hay algo de las redes, sobre todo en este contexto político, que tiene que ver con lo urgente ¿Cómo lo vivís?
Por un lado, yo creo que está bueno que el arte de respuesta inmediata, porque la gente está esperando ver, pero por otro lado está esa cosa de ansiedad, de demanda, de decir, “tengo que dar la respuesta a todo lo que pasa”. A veces lo vivo mejor y a veces peor. Porque hay cosas que me generan mucha ansiedad y mucha angustia. Hubo momentos en que supe responder con mayor rapidez ante esas cosas. Pero desde siempre, antes de las redes y demás, ando siempre así, con el cuadernito encima.

Sí. Te iba a preguntar por el cuadernito...
Ando siempre con el cuadernito, el lápiz. Lo llevo, junto con todo lo que entra en la riñonera, en la mochila, en el bolsillo. Voy caminando o voy en el auto y me queda una idea que quizás vengo hace rato masticando, entonces la bajo. O sea, la escribo, me mando un audio. Y con esto pasa muchas veces eso. Muchas veces es lo primero que se me pasa a la cabeza. Lo bajo a papel. Ya no me fijo mucho en la cantidad de escritura ni nada. Me saco una foto y lo subo. Y que haga lo que tenga que hacer. A veces sí, con algunas cuestiones las mastico un poco más, las bajo a papel, empiezo a buscar videos, extractos de libros, de cosas, hago un poco más de investigación. Pero elijo un poco a qué batalla sumarme últimamente.
Hay gente que busca pelea y yo no tengo ganas de pelear en este momento. Entonces elijo a qué sumarme. Y también, viéndolo por ese lado, de que la gente en cuanto a lo político, económico, social, etc están muy reactivos. Quizás hay que poner un poco más de amor del que ya uno está acostumbrado a poner. Yo siempre trato de que mis ilustraciones sean una caricia, un abrazo. Ya para odio tenemos bastante. Ya para odio sobra.

En este camino que iniciaste en el medio de la ola feminista qué significó para vos?
Disfruto esos momentos en que estalla algo como muy grande y podemos decir, “¿de qué lado de la mecha te pones?” Siempre es la misma frase. Yo siempre voy a elegir lo social, no hay chance de que no elija lo social porque en mí conviven muchas minorías, entonces es como obvio que voy a ir de ese lado. Entonces, lo vivo también con mucha felicidad también de encontrar del otro lado muchas respuestas. Personas me responden con cosas puntuales que cambiaron de sus vidas al ver mis dibujos. Entonces también lo que hay que hacer es revisar mucho qué es lo que subo y cómo lo subo porque del otro lado hay alguien que está escuchando.
Creo que también mi gran herramienta no es el dibujo sino es ser diseñadora y ahí el hincapié es el saber comunicar. Yo hago mucho hincapié en eso. Siempre hay una parte de un libro, de una canción, de algo que te quiebre. Yo siento que esa frases se imprimen en la corteza cerebral y vos decís, “ya está”. Todo el tiempo lo valió simplemente por esa frase.
Y con respecto al feminismo, al menos a mí, me ayudó a dar como el traspié de poder hablar del veganismo. Yo soy vegana, yo también milito por los derechos de los animales, entonces es como, bueno, yo voy un poco más allá. Las frases del feminismo y del veganismo son exactamente lo mismo. O sea, no hay chance ni motivo para diferenciar una cosa de la otra.

Yo creo que es un cambio que se va a ir dando de alguna manera, porque yo creo que hay un colapso ambiental que tiene que ver con eso, con el maltrato animal, con la tortura… Pero bueno, en algún momento yo creo que les va a caer la ficha de que hay que dejar de comer vacas. Cóntame todo el proceso para que yo pueda elegir (eso no está pasando) Porque para mí esta situación tanto del feminismo, tanto del veganismo como muchas otras situaciones es tradicional y es cultural. Hay un bagaje muy grande. Yo no creo que a mi abuela le hayan hablado de todo esto. Yo no la puedo culpar por sus elecciones.Y para atrás mucho menos y así sucesivamente. Entonces creo que ahí también hay mucha desinformación. También está la situación esta de que quienes somos comunicadores y militamos por ciertas cosas, tenemos la responsabilidad de comunicar bien y amorosamente. Yo no puedo ir y tratarte mal por lo que comés.

¿Estuviste haciendo algunos murales, Oli?
Sí. El último que hice fue en el local de una dietética, y que creo que fue el que más me costó. Porque le di muchas vueltas por lo que significaba. Como que siempre, no sé, si es para otro, es como que tengo un tiempo de entrega. Lo único que hago es ponerle quizás mi estilo, mi forma. A mí me encanta. Es un papel más grande. El mural es un papel más grande.

Me fascina lo del radioteatro, o sea, me vuelve loca eso. O sea, quiero saber, ¿Cómo conectaste con eso?
Cuando nos mudamos acá a Luján, que para quien no lo conoce es una ciudad con mucha alma de pueblo. Tiene muchas cosas muy históricas, además de la Basílica, un cabildo, y muchas historias. Tiene una carga mística muy grande. Enorme. Siempre digo que es como que, Luján te acobija o te expulsa porque es muy fuerte a nivel energético. Entonces yo buscaba un taller y empecé Radioteatro porque a mí a la noche me da mucha flojera. Y este taller era a la mañana, lunes 10 de la mañana. Lunes 10 de la mañana soy yo, es una freelance que puedo ir, me parece un planazo.

Tenía audiciones. Yo nunca había hecho audiciones en mi vida. Voy y veo que son todas personas mayores. Cuando digo mayores, más de 60 años, todos son jubilados, o en su gran mayoría. Bueno, la situación es que quedé, o sea, leí un texto, y listo. Y a partir de ahí, como quien no quiere la cosa, se empiezan a despertar recuerdos internos. Yo soy una fiel creyente de que nada es porque sí. Siempre esto lo repetimos en algún momento de nuestra infancia, o en algún momento jugamos. Y ahí me acordé, que yo cuando era chiquita, que hacía estos famosos libros, (los hacía con mis primos), los guionaba. Ya hacía teatro, ya guionaba todo, y teníamos una compactera, que poníamos un cassette, lo leíamos y hacíamos efectos especiales. Mi efecto especial claramente siempre era el de la tormenta, entonces agarraba la radiografía, y hacía el ruido de tormenta, y hacía todas las cosas, y después los escuchábamos. Y la cosa fue que cuando entré, conocí al director, que es una persona además de ser muy amorosa, bondadosa, un gran actor que me invitó a la mesa de sonido: Daniel Miglioranza. La mesa de sonido es quien hace todos los efectos especiales. “Sí, obvio que si” dije. La verdad es que para mí fue un antes y un después. Vivir el teatro así, de ese forma. Y después, una cosa por la otra, ahora estoy trabajando en el teatro. Soy la técnica de luces y jefa escenario. Es mi pequeña trinchera de arte.

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