Puán: la defensa de la Universidad pública

Por estos días se habla mucho de una película que fue premiada en el festival de San Sebastián y que lleva como título la calle donde está el edificio de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Instagram se llenó de fotos de gente que pasó por las aulas de esa unidad académica y que se juntó en grupitos para ir a ver la película. Docentes que oficiaron de extras y además alumnos, como los de una escuela de Soldati que también intervinieron en algunas escenas, pudieron ver la película junto a Leonardo Sbaraglia en una suerte de avant premier. 

Por Mariela Gurevich

Puán llega en un momento crucial. Se estrena entre los debates previos a las elecciones presidenciales que se darán el 22 de octubre de este año. Y llega para, entre otras muchas cosas, mostrarnos algo que todos ya sabíamos, pero que siempre es bueno recordar: que la educación pública es una de las grandes banderas de nuestro país, que hay que defenderla todos los días y que siempre está en peligro de desaparecer a manos de la derecha. 
Muchos dicen que los primeros minutos de una película o de un libro son esenciales para que el espectador o el lector entre en ese pacto con la obra, que se meta y se tire a la pileta de la ficción para salir empapado y tarde horas y días en que eso se seque. Pero nadie habla de los minutos previos al zambullirse. Este fin de semana, cuando fui a ver la película, la sala estaba llena. Sólo la primera fila, esa que te estampa contra la pantalla, estaba vacía. El murmullo de los grupitos de puaners (como nos denominamos algunxs de lxs que pasamos por los pasillos de esta ex fábrica de cigarrillos), y no tan puaners, inundaba la sala. Como siempre, las publicidades y los anticipos de otras películas próximas a estrenarse estaban como telón de fondo. De pronto, una propanda política: el candidato de la ultraderecha fascista a jefe de gobierno aparece en pantalla. Y pasó lo que tenía que pasar cuando se ve una película donde el público sabe lo que debe defender a capa y espada: todo el cine, y cuando digo todo es todo, abucheó a Ramiro Marra. Un coro de insultos regó las butacas y todxs aplaudimos porque nos sentimos acompañadxs en una lucha contra la privatización y el negacionismo. 

Estos fueron los minutos previos a que comience el film que muestra a un Sbaraglia y un Subiotto poniendo toda la carne al asador en dos actuaciones inmensas. 
Las problemáticas del ámbito universitario se plantean con mucho humor durante toda la película. Marcelo Pena (Subiotto) es un docente que pierde a su mentor de toda la vida y esta muerte hace que se reconfigure la estructura de la cátedra a la que pertenece. Ahí las miserias de la vida dentro de las cátedras, el acceso a cargos docentes, las triquiñuelas para ganar concursos salen a la luz. Un mundo demasiado cierto e igualmente patético se desnuda en las charlas y encuentros de los personajes que van apareciendo. Todxs reconocemos a estos arquetipos que muestra la película y por eso nos reímos y nos reímos también de la hipocresía y las contradicciones de este mundo intelectual que se ve en la figura del personaje de Rafael Sujarchuk (Sbaraglia). Este vuelve de Alemania casualmente cuando sucede la muerte del titular de cátedra e intenta quedarse con la titularidad. Ante esta situación, lo que se ve es un grupo de docentes de la UBA que vienen trabajando hace años en ese espacio y de pronto, como un paracaidista sueco, Sujarchuk llega con sus aires europeos a querer quedarse con todo lo que otros construyeron.
En esa diferencia entre lo local y lo europeo, vemos al profesor Marcelo Pena con varios trabajos para mantener un salario digno, el mal de todos los docentes. Y en ese dar clase en distintos lugares, llega a un programa educativo llamado “Filosofía en los barrios”. El profesor debe ir custodiado por un gendarme e inesperadamente el miembro de las fuerzas termina formando parte del alumnado porque según Pena “es necesario que esté”. Además de que le va a servir a él para hablar sobre un autor, lo que da a entender este gesto del profesor es que la educación en general y la filosofía en particular, en este caso, pueden cambiar, no sé si al mundo, pero sí el mundo de una persona. Hay momentos muy graciosos, como cuando se parodia la búsqueda del mango para sobrevivir y esto lo lleva al docente a darle clases de filosofía a una vieja rica que se duerme durante sus exposiciones y que le termina pidiendo que reemplace al mago con un show filosófico en su cumpleaños. 
El contexto en que se dan los preparativos para el concurso de la titularidad de la cátedra es el de una crisis económica que llena las calles de reclamos de lxs trabajadorxs y el de un presupuesto nacional que desfinancia la educación. Ahí aparecen algunas escenas que lamentablemente hemos visto miles de veces: la calle Puán atestada de bancos, los profesores dando clases públicas como forma de protesta, los tacheros puteando porque no se puede pasar, la policía viniendo a reprimir para levantar el corte y restablecer el normal funcionamiento del tránsito y la paz social.  Y Rafael Sujarchuk, el profesor recién llegado de Alemania, no sabiendo bien cómo lidiar con esta situación, dejando que Pena (Subiotto) tome el control. 
En el film se destacan grandes apariciones como la de Lali Espósito o Teresa Calandra que intentan contrastar con el mundo académico. 
Hoy, que este film llegue masivamente a las salas de cine de todo el país es una alegría, no sólo porque cuenta con un muy buen guión y un elenco igual de destacable, sino también porque revitaliza discusiones que pensábamos que estaban saldadas, pero que la realidad nos muestra que no lo están. La educación pública, con todas las características que la distinguen en nuestro país, debe seguir de pie y, si peligra, debemos estar ahí, cortando calles, para defenderla. 

Las fechas y salas donde se puede ver están en la página de Instagram de la película: https://instagram.com/puan.pelicula?igshid=MzRlODBiNWFlZA==

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