Relatos de una cuarentena sin techo

La cuarentena obligatoria continúa, el virús en AMBA avanza y el distanciamiento social en los barrios populares es difícil de mantener.

Por: Javier, coordinador del Comedor Del Fondo de la Villa 31 bis

Son las 5.41 de la madrugada y hace un rato largo que ya no puedo seguir durmiendo.
Ayer nos dieron los resultados de los tests serológicos para saber si alguno se había contagiado de Covid-19. Como a Cati y a su hija les dio positivo, por protocolo hubo que hisopar a todos los contactos estrechos, lo que incluyó a todo el Equipo del Comedor que Cati coordina junto a mí. En cuatro horas nos dan los resultados.
Ya llevamos 78 días de aislamiento obligatorio, y anoche el presidente anunció su extensión hasta el día 100.
Uno podría pensar que en estos dos párrafos hay motivos de sobras por los que no estaría pudiendo dormir. Sin embargo, no deja de ser superficial la lectura. Que sepamos que estamos contagiados hará que nos guardemos 15 días y para los que ya cargamos, no pareciera tan malo un descanso, ya que no somos pacientes de riesgo. Por lo que vayamos un poco más adentro, al hueso.
El análisis de los resultados de los tests que hizo la viróloga fue por demás claro: “Hay un 15% de positividad. Es un número alto como el de España porque significa que el Virus ya está circulando en el Fondo. Ese 15% no supo que tuvo el virus, o sea que durante todo ese período estuvo contagiando (que fue hace más de 10 días). Hay que hisopar a todos lxs pibxs. ¿Qué posibilidades hay de hacerlo?”.
Esta vez, a diferencia de la primera ocasión en que nos vino a proponer los testeos, no valía la pena volver a explicarle que lxs pibxs le huyen a los hospitales, que generalmente van cuando alguien los lleva porque el dolor y la infección ya no les permite caminar, que son maltratados en las guardias, que iba a ser muy difícil que se queden seis horas esperando los resultados y que si daban positivo, no iban a querer ser trasladados a ningún lado. Desde hace mucho tiempo en ningún lugar que los hayan alojado los han cuidado y durante la cuarentena no tenían ninguna dolencia que les impidiera seguir viviendo junto a su ranchada a cielo abierto en la más absoluta de las libertades (quizás lo único que les queda). Entonces, esta vez, sin objetarle nada, salí a buscarlos. Era demasiado conmovedor el esfuerzo que había hecho la médica con todo su equipo rompiendo varios protocolos con el fin de venir a buscar a lxs pibxs para que ni siquiera lo intente.
Allí partí y apenas me arrimé a metros de los conteiners donde estaban cuatro de ellos, Ari se levantó y, resguardando la intimidad de la ranchada, vino a mi encuentro.
– Ari, ¿viste que esta semana están viniendo un grupo de médicos?
– Sí.
– Con todo esto del virus que está dando vueltas, están tratando de ver quiénes pueden llegar a estar contagiados. Pensaba que podías hacerte el estudio para ver si lo tenés. Te sacan una muestra de saliva, no te va a doler nada.
– ¿Para qué me lo voy hacer?
– Para saber si estás enfermo.
Un silencio incómodo empezó a adueñarse del ambiente.
– Javi… ¿vos me ves? -se señaló todo su cuerpo y la voz cada vez se ponía más densa- ¿Qué voy a tener más que esto? ¿En serio me decís?
Cada vez con menos énfasis y rayando la vergüenza esbocé:
– Ari, intentémoslo.
– Javi, yo ya estoy listo, ¿qué más me puede pasar? Que me lleve de una vez. Ya no quiero más. Gracias, pero no tiene sentido.

Como pude volví a la fila de los que esperaban para hacerse el hisopado. Mientras tanto, en la puerta del comedor, a la enorme fila de los que esperaban un plato de comida, también les resultaba indiferente el dispositivo de salud.
Cuando ya quedaba muy poca gente apareció Ari pululando alrededor de la puerta. Haciendo un chiste sobre lo que me habían hecho en la nariz para hisoparme, le pedí que se acercara. Desarmándose, se dejó abrazar y nos sentamos juntos frente a la médica.
Como para dormir, ¿no?… En definitiva este nudo que me atraviesa está atado a la triste certeza de que nada cambiará en la vida de lxs pibxs si en un par de horas nos enteramos que la ranchada tiene Covid19.
Estamos jodidos si a nuestrxs pibxs la pandemia no les puede empeorar su suerte. Pero más jodidos vamos a estar cuando esta noche podamos volver a dormirnos mientras Ari y sus compañerxs sigan sin Coronavirus “viviendo” en la calle.
Ojalá que en la “nueva normalidad” que se viene, podamos dormir un poco menos.

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