“Hace 44 años que lo busco y todavía lo espero. Sigo yendo a Abuelas todos los días porque siento que si mi nieto llega, la única que lo voy a poder reconocer soy yo”, dijo Sonia Torres, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo Córdoba.
Por Nicolas Yoice
Alta Córdoba está ubicada en la zona conocida como pericéntrica, al norte del Río Suquía. Ahí se ubican los más importantes lugares de cultura y gastronomía. Todos se conocen con todos, se saludan en las calles, es algo común. En este lugar de la Argentina vive Sonia: ella ya hace mucho no es Sonia. Es, junto a muchas otras, la que busca, la que no para, la que se mete en el barro, la que se levanta todos los días con la certeza de encontrar alguna información sobre su y los nietos desaparecidos en el golpe militar de 1976.
La casa de Sonia es historia viva de aquellos años terribles en el país. Cada rincón, cada foto, cada papel que saca de su cajón es para emocionarse hasta las lágrimas, es imposible no ver todo eso y preguntarte cómo estas abuelas siguen con fuerzas para buscar a sus nietos. Ni bien entras a su casa te sentís como su familiar. Puedo sentir que es mi abuela, las mismas costumbres, el mismo cariño, el pan recién sacado del horno, el té, las tostadas y obviamente un dulce casero. Sonia es fuerte, hasta en esta casa tan grande, con fotos, con papeles, con archivos que le hacen recordar todo el tiempo lo malo. Todos los días se levanta para luchar, muchas veces, sin certezas. Una de las razones por las que sigue con fuerzas es el amor que le da el pueblo cordobés: “Me siento muy acompañada por todos. Jamás sentí ni una mirada de desprecio. Acá el gobernador (Juan) Schiaretti ha sido siempre muy amable conmigo. Eso nos hizo tan bien” afirma con una pequeña sonrisa.
La fuerza es innata en ella, escucharla es esperanzador, su rostro transmite esa lucha, esa emoción, el sentimiento de aquella época, ese dolor, como si a vos, si a mi, nos arrancaran un hijo, un nieto. Tiene un objetivo claro, ya no tiene miedos de represalias, solo de una cosa: “Lo único que me da miedo es no llegar a verlo, a abrazarlo. A no cumplirle la promesa que le hice a Silvina. Eso sí me pone mal”, dice haciendo referencia a su nieto. Cuando te arrancan un hijo, una nieta, te privan de conocerlos, de cuidarlos, de disfrutarlos, pocas cosas te pueden asustar.
La última vez que Sonia vio a su hija fue el 24 de Marzo de 1976, cuando ocurrió el golpe de Estado en Argentina. Después de que a Sonia la secuestraran, la golpearan y torturaran le pidió por favor a su hija, que estaba embarazada, que se vaya del país. Ella le dijo que no podía dejarle el país a esta gente, que tenía que quedarse con los compañeros. No pasaron mucho más de 48 horas cuando a su hija también la secuestraron, pero ella nunca volvió. Desde ese día su mamá nunca paró de buscar datos, de buscar información, de preguntar, de golpear puertas, de hablar con personas, testigos. Hasta se comunicó con el Papa, “Le escribí una carta al Papa en 2013 pidiéndole ayuda y desde entonces hay un emisario que se comunica con el abogado para ayudarme”. Pero no todos quieren colaborar con esta causa: “Supe por él que la monja Monserrat Tribo -quien tiene información sobre los hechos en un cuaderno negro- no quiso hablar. Que Francisco le mandó a un cura para liberarla del secreto, para que hable, pero que ella no quiso decir nada”. Se nota la bronca en su voz, esa impotencia, cuando habla de Tribo. Según ella la monja sabe a quién le entregaron el bebé, se cree que se lo dieron a una familia poderosa de Córdoba. Es tanta la mafia y oscuridad que se maneja con este tema que hasta la llegaron a golpear y amenazar en su propia casa. En 2006 un grupo armado irrumpió en la casa de la nuera de Sonia, donde había una reunión familiar, y fueron directamente por ella. Ahí le rompieron un tímpano.
Todavía quedan tantos que esconden información, que muchas veces no dicen todo lo que saben, que no te dan datos certeros, que les importa poco y nada la verdad. Hubo momentos donde ni siquiera el gobierno argentino las acompañó, por ejemplo el de Mauricio Macri, que no las cuidó, que las ocultó, que las menospreció y como dijo Sonia, que le dio la espalda no solo a ellas, sino también al pueblo durante esos cuatro años que estuvieron al mando.
Ella sigue, no es fácil, pero sigue. “Un día y otro día y así…Todas las mañanas me despierto con Silvina. Con su foto en mi mesita de luz; y me duermo con mi Luis (su único hijo varón, un joven abogado que murió a los 37 años de un ataque de asma. “también en marzo, pero de 1991”, afirma mientras toca la foto de Silvina, su hija, con un cariño inmensurable. Está segura que si su hijo estuviera vivo, ya lo hubieran encontrado. Marzo le quitó dos hijos y un nieto, pero hizo una promesa: “Le prometí a Silvina que siempre, hasta el final de mi vida, lo voy a buscar. Y eso hago”.
Ella fue la primera y única Abuela que tuvo que sentarse en el banquillo de acusados, en un proceso judicial absurdo. El victimario acusaba a la víctima. Porque si hablamos de resilencia, ella es el fiel ejemplo de esa palabra: superó la muerte de su hijo, la desaparición de su hija, el secuestro de ella y su tortura. La tristeza de no conocer a su nieto, pero saber que está ahí afuera, caminando, ya siendo un hombre, aunque en esos ojos color café y su mirada profunda se ve la esperanza de darle el tan ansiado abrazo.
Sonia ha asistido a cada uno de los once juicios por delitos de lesa humanidad que se llevaron a cabo en Córdoba desde 2008. Sigue buscando a su nieto, sigue de pie, sigue con fuerzas, con más de 90 años nos hace sentir como si el golpe militar estuviera a la vuelta de la esquina.