Todes

Todo lo que oculta una discusión sobre cómo hablamos y el valor del lenguaje inclusivo y la utilización del “todes”.

El lenguaje nunca es un detalle. Nada es casual si se refiere al lenguaje, es consecuencia de una cadena histórica de cuestiones naturalizadas e impuestas por la tradición. Claramente invisibiliza. El lenguaje es desde siempre una construcción cultural.

La calle determina la lengua, no la Real Academia, no el diccionario, no las formas estáticas que aparecen en los viejos manuales. La calle construye, deforma, crea y regenera conceptos y palabras, arma y desarma ideas, porque el lenguaje es arcilla fresca, siempre lo fue: es flexible, cambia todo el tiempo, muta mil veces. Es como el pasado: es una construcción permanente y depende de las ideas que se vayan generando e imponiendo como hegemónicas en cada tiempo.

Por eso el lenguaje inclusivo no sólo es novedad, también es reconocimiento, también es abrazo y gesto solidario, y su uso en la calle, cada día, no tiene relación con quienes exigen que la lengua de señas se imponga como prioridad (¿y por qué no lo proponen y militan por sumarlo como materia escolar, en todo caso?). El lenguaje no depende de la decisión de diez veteranos en Madrid, el lenguaje se ponen en juego cada día, en la voz de las nuevas generaciones. Arman y desarman. Usan y desusan. Transforman y modifican.

Y esa construcción no es estática, no depende del capricho arcaico de los dinosaurios que protestan en las redes por el uso del “Todes”, esos indignados selectivos que escriben con faltas de ortografía, no se les cae una idea y redactan con los codos, pero saltan enojados cuando alguien escribe “Elles”. El lenguaje está cambiando ahora, en este preciso momento, mientras ustedes y nosotres nos comunicamos. Mal que les pese a algunes.

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