Por Editorial Sudestada
Se cumplen 8 meses desde aquel 7 de octubre en el que el mundo pareció paralizarse, y luego siguió como si nada, cuando las víctimas fatales aumentan, pero con una gran diferencia: el asesino es Israel. Ayer, llegó la noticia de nuevos bombardeos sobre campos de refugiados palestinos, esta vez atacando a la escuela UNRWA, en Nuseirat -centro de Gaza- que albergaba a miles de desplazados. Entre las más de 40 víctimas fatales,14 son niños y 9 son mujeres. Y hay más de 80 heridos de gravedad.
El genocidio israelí avanza y esta masacre es la demostración perfecta de que la humanidad solo tiene humanidad cuando le muestran la sangre, cuando se “escuchan” las bombas, cuando quienes manejan la opinión pública te dice quién es el “bueno” o el “malo” de la historia. Tan claro que duele. Tan cruel que lastima. Tan perverso que el silencio lo está diciendo todo. Tan es así, que de otra manera sería imposible comprender cómo es capaz el mundo de ignorar que Israel lleva asesinado en solo 8 meses a más de 36 mil personas, entre ellas el 70% son niños, mujeres y ancianos.
A estos números que estremecen se les suman los siguientes: Más de 80 mil heridos y mutilados. Un niño es asesinado cada 10 minutos. Millones de personas desplazadas, y millones que “viven” en condición de calle. Israel recorta la entrada de suministros como electricidad, agua y combustible. El hambre, la violencia diaria, el hostigamiento, los fusilamientos a civiles, no cesan. Y como si faltara algún dato más para que a nadie se le escape semejante genocidio: se calcula que más de 9 mil personas todavía se encuentran bajo los escombros.
El 7 de octubre pasado, Israel -“la inteligencia más grande del mundo”- recibió un “ataque sorpresa”, adjudicado por Hamás. Desde ese momento -y sin olvidar las décadas de un plan de exterminio diagramado junto con los EEUU- el terrorismo israelí apretó el botön rojo y no frenó un solo día, ni siquiera ante el pedido de todos los organismos mundiales.
Más de 36 mil personas asesinadas en 240 días. Si es no es un genocidio, ¿qué es?
