“Leer este libro será una posibilidad de crecer en la capacidad de escucha, en el sentido amplio de la palabra. Y de volver a caer en la cuenta de que los pobres no solo dan que pensar, sino que piensan; no solo despiertan sentimientos, sino que sienten; no solo piden ayuda, sino que luchan por vivir bien”, dice en el prólogo el Padre Gustavo Carrara, que abre las puertas del trabajo de Ariel M. González en: “Yo soy Ariel. Narrar la vida y los sueños para zafar del paco”. Desde Sudestada nos comunicamos con el autor que -entre otras cosas- nos cuenta sobre el proyecto, las realidades personales, del barrio, las adicciones, y la poesía como aquel salvataje que día a día abraza. A través de versos, la mayoría con una rima que le brinda la musicalidad perfecta, relatos crudos y profundos, abre el corazón y la palabra para conmover pero sobre todo para multiplicar la idea de la importancia de “esa oportunidad” para poder cambiar la vida.
Por Jorge Ezequiel Rodríguez
¿Cómo comenzaste a escribir y cómo surge este libro?
Bueno, la verdad, no fui por el camino clásico en el que una persona llega a publicar un libro, por así decirlo. Comencé a escribir porque sufrí tanto para salir del consumo, fue tanta la paliza que me dio, que de alguna manera escribir fue una salida. Hace 10 años que no consumo, pero cuando tenía 16 años, a un pibe le reventaron el pecho al lado mío. Y ver eso a esa edad es fuertísimo. La escritura y el sumergirme en este mundo lo tomé como algo para poder ir encontrando una herramienta para transformar una vida nueva para mí, para volver a la vida, mejor dicho. Al principio anotaba frases que me quedaban, que me impactaron. Y el recurso fue memorizarlas y armar poesía en mi cabeza. Las tenía que memorizar porque no sabía leer bien, y menos leer rápido. Y gracias a eso, haciendo ese ejercicio, hoy puedo crear una poesía en 10 minutos, y que no haga falta que la escriba en un papel. No por inteligente, sino porque no podía hacerlo. Sin querer me quedó esa costumbre, y me di cuenta que eso es limpiar, porque nosotros en la cabeza tenemos algo, por eso vivimos lo que vivimos y sufrimos lo que sufrimos y estamos donde estamos. Entonces, a ese algo que tenemos en la cabeza, que está mal, le metemos poesía, y de alguna manera es como matarlo. La poesía que vos estás creando está en un instante en tu memoria, donde vos en el instante de la memoria tenías todo, sufrimiento, dolor, choreo, todas esas cosas que uno va transformando en poesía, y que a la vez trata ese problema que está pasando. Me fui armando como una caja de herramientas y metí todas las poesías dentro de la memoria. Para ir limpiando, creo que es como la única escoba que hay para la mente, eso que uno crea para que te cambie la vida. Poesía, pero también puede ser pintar un cuadro, jugar al fútbol, cualquier cosa que nos haga bien, que nos saque de ese otro mundo. Y la verdad es que en la villa cuesta mucho más esa salida. Un futbolista de la villa tiene que ir al club, tiene que comer una banana, no la come, tiene que ir temprano, a las 8 de la mañana al club, no puede porque el hermano llegó apuñalado a las 4 de la mañana, no pudo dormir toda la noche. Se levantó a las 3 de la mañana, no tenía plata para las sube,
fíjate lo que le costó. No comió huevo, no comió manzana, no lo llevó el papá en el auto, y después uno de miles se convierte en un jugador de primera, con todo eso en contra. Entonces acá lo que falta son baldes de pinturas, que empiecen a dar a todos y que todos puedan pintar. Compartir la pintura, y cada pueblo va a tener su color y ese color lo van a aprender todos, y son los colores distintos que todos necesitamos.
Que interesante lo que decís Ariel, porque generalmente se habla de la escritura para canalizar lo que está adentro, pero de alguna manera sacarlo hacia afuera, en un cuaderno, en escritos. Y vos lo canalizás en tu propia mente, y te libera…
Claro. La poesía te hace, te arma, te transforma y te deja así. Por ahí tenemos errores como seres humanos, pero nos enseña un montón, nos adelanta, te adelanta el problema, incluso antes de que te agarren las ganas de consumir, porque antes cuando me llegaban esas ganas cagaba. La poesía es la que va transformando todo, para mí es una locura, pero la verdad es que la poesía me salvó la vida, me puso en un camino diferente. Este libro es de todos, de toda la gente. Hace un tiempito me mudé de Villa Itatí a un lugar más precario, en el río, en la ribera, en Quilmes. Y algunos me preguntan qué onda. La verdad es que la villa me encanta, pero yo ahí tuve una guerra, la perdí por bastante tiempo, y se ve bien lo que es. Y después la gané, pero mientras iba caminando por los pasillos, veía a los pibes que estaban peleando la misma guerra que yo, y sabés cómo me dejaba eso, es como si mandaras a un de ex combatiente de Malvinas a vivir ahí en esa trinchera de nuevo.
Cuesta mucho salir de ese mismo lugar…
Y sí, porque vos lo querés ayudar, hacés todo lo posible, yo hasta dejaba tiempo de laburo, tiempo de familia, de mis hijos, que en realidad no es tiempo que perdés porque en realidad también estaba ayudándome a mí, pero ya metía a mi casa a los pibes que consumían, no a consumir, sino para que dejaran de consumir. Los veía por ahí, agarraba plata, compraba un kilo de alita, íbamos a ir a la parrilla, y el pibe con la plata lo iba a comprar. Lo hacíamos a la parrilla, y ocupábamos el día, hacíamos toda la actividad, algo distinto que estar ahí consumido. Y si bien me re gusta acompañar a los pibes, porque yo también estuve en esa, comprometía a mi familia y a mi trabajo. Entonces, la verdad es que lo sufrí un poco, y también vi que no me gusta que mi hijo de 5 años, me diga “papi, a un hombre le dieron una puñalada en la panza”. Eso fue un domingo a las 5 de la tarde, un momento donde él puede estar en la calle jugando. A ver, yo adoro la villa, yo la amo porque me salvó la vida, porque si yo no tenía la villa para hacer el tratamiento, ¿dónde lo iba a hacer?. Si yo no hacía el tratamiento dentro de la villa, todavía estaría metido en el paco.
Es un tema complejo el de salir a otro lugar muy diferente al que vivís para “rehabilitarte” y volver a las mismas calles, a las mismas esquinas, al mismo barrio, ¿no?
Y de alguna manera es como caer al mismo lugar. Te digo la verdad, no te preparás para volver a la villa. La realidad del consumo es muy problemática, es muy difícil volver a ese mismo lugar, al mismo barrio, como decís, y que eso que ya no querés ver más porque esté en la puerta de tu casa todos los días. Te tenés que preparar mucho para volver a vivir ahí. Es complicado internarte lejos, porque el regreso es duro, porque lo importante es prepararse para volver a donde está el problema. Por ejemplo, vuelvo siempre a la villa porque está toda mi familia ahí, y paso por al lado del humo, y ni pelota, pero porque yo me preparé para eso.
¿Cómo llega esto de empezar a memorizar poesía? ¿Cómo te llegó el poder de las palabras?
Mirá, mi padrastro me dijo “vos tenés que leer algún libro, yo supongo que tenés que leer un libro al mes”. Y cuando agarré un libro, no podía leer ni la mitad, y cuando me di cuenta de eso, pensé en la música, y que si juntás toda la música que está hecha en el mundo, es una enorme biblioteca. Entonces me meto en esa biblioteca. Por ejemplo, el Indio Solari te tira una frase como “vivir cuesta vida”, y yo puedo dejar de ir al psicólogo si esa frase me atraviesa. La música no es solo para mover los pies, sino también para mover un poco a la vida, es esa poesía que te abraza y te despierta.
¿Qué recibiste con la salida del libro?
A través del libro me llevó a la idea de poder armar este sueño de “villa filosofía”. Que en una villa se escriban cincuenta libros, revistas, con textos y poesías de autores de las villas. Cualquiera que quiera participar, y que eso se lleve a otras villas, se haga el intercambio y se genera una red de la palabra.
¿Y cómo está ese proyecto?
En una idea. No tengo ayuda, pero ya haremos el camino. Y surge la idea por esto del libro, como te decía, el libro me salvó la vida, yo no puedo sacarle provecho, yo tendría que darle provecho. Me enseñó perfectamente cuál es el color del sol, ver volar un par de pájaros, disfrutar del humo arriba de la yerba del mate. Volví a vivir, entonces la idea es transmitir el mensaje a los pibes. Y sabés, me pasó que fui a escuelas, a las que les regalo los libros para que circulen, y di charlas. Y los pibes se quedaban escuchando, se emocionaban, me hacían preguntas, y eso fue de las cosas más lindas que me tocó vivir. Ojalá la poesía les pueda llegar a todos, o la música, o la pintura, o jugar al fútbol, pero algo distinto que te pueda hacer disfrutar de la vida de verdad.
Este libro lo podés conseguir en Librería Sudestada (Tucumán 1533, CABA – Gorriti 60, Lomas de Zamora)